El Seminario, un lugar para redescubrir
Conocido con el nombre de Seminario a pesar de no existir como tal desde principios de los '70, el Colegio La Asunción conserva en sus instalaciones una historia que merece ser redescubierta.
Ubicado en el sector sudeste de la ciudad donde la calle Rincón se convierte en ruta, en una zona de campo de 54 hectáreas permanece la estructura edilicia de lo que supo ser el Seminario Metropolitano La Asunción, lugar donde se formaban futuros sacerdotes de la Iglesia Católica.
Al traspasar la tranquera por la cual se ingresa al establecimiento, tras recorrer un largo camino decorado por eucaliptos y pinos, se desemboca sobre el imponente frente de un edificio construido exclusivamente para la formación religiosa.
Ingresar por la nave central significa sumergirse en un mundo donde el tiempo parece estar detenido 40 años atrás, cuando el auge por ingresar como seminarista declinó definitivamente y la entidad se transformó en una institución educativa que en la actualidad cuenta con tres niveles: jardín de Infantes, primaria y secundaria.
Un laberinto de pasillos oscuros lleva a las diferentes instalaciones. Allí, desde las perillas de luz hasta el amoblamiento de las habitaciones utilizadas en la actualidad para realizar esporádicos retiros espirituales se conservan intactas desde aquel entonces.
Detrás de ese entramado, existen pasadizos adornados con imágenes religiosas que conectan con el actual Colegio La Asunción, que comenzó a funcionar de manera paralela al seminario en el año 1963.
El edificio fue inaugurado el 19 de abril de 1959 luego de las gestiones realizadas por el entonces arzobispo de la ciudad Germiniano Esorto. En aquellos tiempos más de la mitad de los fondos para su construcción surgieron de contribuciones de la comunidad y el resto provino de un crédito bancario.
Tras cuatro años de funcionar únicamente como formador de futuros integrantes de la iglesia, se incorporó el Bachillerato Humanista con la opción de darle a elegir a los estudiantes un camino diferente al sacerdocio.
La alternativa educacional surgió por las dificultades que existían para reintegrar a la sociedad a los seminaristas, quienes permanecían en aislamiento durante muchos años y luego debían rendir exámenes diferenciales para continuar con estudios de grado.
"Las puertas de los seminarios comenzaron a abrirse", explicó alguna vez quien fuera director del establecimiento, el fallecido monseñor Rómulo García.
Durante los años '70, el colegio continuó funcionando con una matrícula de más de 150 alumnos y tan sólo 12 seminaristas, que luego fueron trasladados a otros centros de formación, según comentó Virgilio Rau, quien ingresó a trabajar como bibliotecario en 1970 y se desempeñó hasta fines de 2011.
"En aquel entonces llegaban muchos chicos de Punta Alta y permanecían durante todo el día en la escuela. Estudiaban, almorzaban, hacían deportes y a la tarde volvían a sus hogares. Eran una especie de semi-pupilos", cuenta Rau.
En 1982 las hermanas dominicas quedaron a cargo de la institución y a partir de allí el colegio comenzó a ser mixto.
"Por aquellos tiempos trasladarse hasta ese lugar era como irse de la ciudad, algo que en la actualidad cambió de manera significativa", dice la directora del colegio secundario, Rosana Concetti.
Ahora, el crecimiento poblacional del sector generó que la matrícula de alumnos se incrementara a 800 chicos.
"Vienen principalmente de Grunbein, Barrio El Polo y Espora hasta Villa Mitre y sus alrededores. El problema es que la infraestructura vial y de servicios continúa siendo la misma de aquellos tiempos, por lo cual comenzaron a surgir algunos problemas", comenta Concetti.
Luego agrega que el caudaloso tránsito de calle Rincón suele ser la preocupación de la mayoría de los padres, seguido por el vandalismo y la inseguridad en horas de la noche.
"Necesitamos la construcción de una dársena o rotonda mediante la cual se ordene el tráfico a la salida del turno tarde, ya que al mismo tiempo llegan los padres de los alumnos del jardín", explica.
También señala que algunos meses atrás, debido a las grandes dimensiones del terreno, desconocidos rompieron más de 100 vidrios del edificio sin que nadie pudiera escuchar los ruidos. "Encima robaron algunas computadoras", recuerda.
Los alrededores del edificio están cubiertos de árboles, los cuales conforman una suerte de bosque que por las noches suele ser utilizado como refugio para quienes cometen actos de vandalismo.
Ese espacio exterior, de todos modos, no es ajeno al establecimiento. Allí funciona una granja con plantaciones de limones, membrillos y otros frutos, y hasta se practica la lombricultura.
También hay una cancha de fútbol, otra de básquet --que se encuentra en refacción-- y los alumnos realizan las clases de gimnasia por los senderos de tierra que recorren todo el predio.
Buenas perspectivas. Consultada por el futuro del espacio, Concetti asegura que las expectativas resultan auspiciosas. "Con la cantidad de viviendas que se están construyendo en los alrededores creemos que la institución continuará creciendo", dice.
Sergio Prieta/Especial para "La Nueva Provincia"