Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

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La transformación del cangrejal

"¿Para que sirve el cangrejal de Bahía Blanca? ¿Qué mérito puede tener para nosotros?", se preguntaba en 1895 el periodista bahiense Mariano Reynal, en un artículo publicado en el diario local El Porteño, cuya dirección ejercía. "A cada momento hablamos de Bahía Blanca y su porvenir, de su futura grandeza, de su desarrollo, progreso y adelanto. Y sin embargo, se deja a un lado lo que en verdad está llamado a ser uno de los barrios más ricos, más activos y populosos de lo que no tardará en ser la gran capital del sur de la república".

 "¿Para que sirve el cangrejal de Bahía Blanca? ¿Qué mérito puede tener para nosotros?", se preguntaba en 1895 el periodista bahiense Mariano Reynal, en un artículo publicado en el diario local El Porteño, cuya dirección ejercía.


 "A cada momento hablamos de Bahía Blanca y su porvenir, de su futura grandeza, de su desarrollo, progreso y adelanto. Y sin embargo, se deja a un lado lo que en verdad está llamado a ser uno de los barrios más ricos, más activos y populosos de lo que no tardará en ser la gran capital del sur de la república".


 Reynal se refería al denominado "Cangrejal", desalentadora superficie ubicada en la zona portuaria.


 Había que ser visionario y optimista en 1895 para imaginar de esa manera un espacio como aquel, en tiempos en que cerraba su historia el siglo XIX, con un puerto que cumplía diez años, creado al impulso de los ingleses del Ferrocarril del Sud, en una inversión sustentada por los ricos campos de la provincia y que, casi como un hecho secundario para la empresa, cumplió una acción civilizadora indispensable.


 Con ese complejo ferrocarril-puerto, Reynal intuía que esos terrenos serían "el brillante foco en donde se condense lo más poderoso de la prosperidad bahiense".


 El Cangrejal asumía un carácter de terreno de poca valía, sinónimo de desolación y olvido.


 "Cuando un vecino de la Capital Federal o de La Plata se le pregunta que es Bahía, contesta muy ufano y pagado de su saber: ¡un pequeño pueblo con pretensiones de ciudad, cuyo puerto es un colosal nido de cangrejos!", aseguraba crónica.


 Pero el hombre no tenía dudas que aquel lugar sería, "dentro de varios años", el sitio donde "inevitablemente" se desarrollaría "la magna obra de nuestro engrandecimiento local".


 "La situación y las circunstancias lo distinguen, lo colocan en condición inmejorable para que se le transforme en terreno firme y sólido, arrebatado al mar una gran zona que hoy domina e inunda. Ese cangrejal que hoy afea al puerto, será mañana un paraje llamado a embellecerlo, a darle animación y mejorarlo", escribió nuestro amigo.


 Valga rescatar esta visión de hace más de un siglo. Cuando llegar al muelle del puerto Comercial permitía observar "ese vasto vivero de cangrejos" que alguien imaginaba "transformado en malecones, dársenas y asiento de depósitos mercantiles", llamado a sorprender a sus visitantes, "quienes no podrán por menos reconocer el poder del genio e industria argentina".


 Aquel artículo es extenso y gratificante. Porque hombres capaces de sacar provecho de una visión que requería de otras miradas, fueron quienes estaban escribiendo una historia, fortaleciendo una idea. Un espíritu que, frente a ese espacio, castigado por el viento y el sol, escribió:


 "Los almacenes en donde se depositen toda clase de mercaderías y artículos revelarán el grado de riqueza y poderío de Bahía, que disputará a otras ciudades rivales el dominio del comercio marítimo-comercial del continente americano. Los bahienses se acordarán entonces con gratitud de su cangrejal, cuando este sea un emporio del comercio y de las industrias".


 Actualmente, en ese sector, está ubicado el mayor complejo petroquímico del país.