Bahía Blanca | Miércoles, 02 de julio

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Hace diez años se suicidaba el empresario Alfredo Yabrán

BUENOS AIRES (NA) -- Hace diez años, un escopetazo en la boca hacía de la muerte del acaudalado empresario Alfredo Enrique Nallib Yabrán uno de los episodios más cuestionados y controvertidos del país. A los 53 años, el magnate se descerrajó el disparo fatal en una de sus estancias entrerrianas donde permanecía prófugo de la justicia, acusado de haber instigado el crimen del fotógrafo José Luis Cabezas, el 25 de enero de 1997.

 BUENOS AIRES (NA) -- Hace diez años, un escopetazo en la boca hacía de la muerte del acaudalado empresario Alfredo Enrique Nallib Yabrán uno de los episodios más cuestionados y controvertidos del país.


 A los 53 años, el magnate se descerrajó el disparo fatal en una de sus estancias entrerrianas donde permanecía prófugo de la justicia, acusado de haber instigado el crimen del fotógrafo José Luis Cabezas, el 25 de enero de 1997.


 Con el rostro irreconocible por la deflagración, el cuerpo apareció el 20 de mayo de 1998 poco después del mediodía en el baño de la estancia San Ignacio, situada a unos treinta kilómetros de Gualeguaychú.


 De inmediato, la noticia generó una ola de sospechas sobre su veracidad y comenzó a rodar la hipótesis de un suicidio fraguado (ver aparte).


 Cinco días antes, el juez de Dolores que investigaba el asesinato de Cabezas, José Luis Macchi, había librado la orden de captura internacional contra él. Silvia Belawsky --la esposa de Gustavo Prellezo, un ex policía acusado de haber disparado contra el reportero gráfico-- le había enrostrado la planificación del homicidio.


 Yabrán sabía que ordenarían su captura con suficiente antelación gracias a la perspicacia de uno de sus abogados, el ex camarista Guillermo Ledesma. También era consciente de que no iba a poder esconderse por mucho tiempo y sentía que sus vínculos políticos, que tantos frutos le habían dado en su vida comercial, se iban evaporando.


 Esa mañana, don Alfredo --como le decían sus empleados-- estaba absolutamente tranquilo y se dispuso a preparar una abundante picada para compartir con sus caseros Leonardo Aristimuño y Andrea Biordo, como antesala de un asado que nunca llegó a la mesa.


 El arribo de una comisión policial que pretendía detenerlo fue el detonante del desenlace.


 Yabrán se escondió en el baño con su escopeta preferida y ni bien escuchó que un agente aferraba el picaporte de la única suite del casco, lanzó el disparo que resonaría en el país entero.


 El jefe de la División Departamental de Concepción del Uruguay, comisario principal Alberto Ceves, fue quien se topó con el cadáver.


 Si bien la cara no tuvo contacto directo con el disparo de la escopeta --marca Baikal, calibre 12.70, dos caños superpuestos--, los perdigones que se diseminaron por la boca y sus esquirlas le deformaron completamente el rostro.


 Según consta en la autopsia, el cráneo presentaba al menos 32 impactos de perdigones.


 Yabrán había logrado mantenerse casi en el anonimato hasta el 23 de agosto de 1995, cuando el entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, lo responsabilizó ante el Congreso de liderar "una mafia enquistada en el poder".


 La denuncia pública se canceló sigilosamente tres años después, cuando el ya ex funcionario firmó un acta-acuerdo con la familia Yabrán donde le pedía disculpas por haberlo acusado de mafioso.


 A partir de esa imputación, la imagen del enigmático y poderoso hombre de negocios era la presa más codiciada de distintos medios. Y fue Cabezas quien la obtuvo mientras Yabrán caminaba por las playas de Pinamar, junto a su esposa. Esa foto ilustró la tapa de la revista "Noticias", del 3 de marzo de 1996.


 "Sacarme una foto a mí es como pegarme un tiro en la frente", había dicho don Alfredo a sus allegados, dando a entender que para hacer negocios "importantes" era necesario tener un rostro casi anónimo.