Bahía Blanca | Miércoles, 27 de agosto

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La coronel hace historia

Tiene 52 años y tres hijos bahienses. Es una de las tres coroneles médicas del Ejército Argentino y la primera en asumir la dirección de un hospital militar para el que quiere recuperar importantes servicios. Quien espere ver en la coronel médica María Rosa Romero de Rocchi a una muy dura militar de alto rango se desilusionará. Nada en ella trasunta las rígidas actitudes que pueden suponerse de un miembro del Ejército.

Tiene 52 años y tres hijos bahienses. Es una de las tres coroneles médicas del Ejército Argentino y la primera en asumir la dirección de un hospital militar para el que quiere recuperar importantes servicios.






 Quien espere ver en la coronel médica María Rosa Romero de Rocchi a una muy dura militar de alto rango se desilusionará. Nada en ella trasunta las rígidas actitudes que pueden suponerse de un miembro del Ejército.


 Ella misma abre la puerta de la Dirección del Hospital Militar Bahía Blanca que termina de hacerse cargo, saluda con un beso, ofrece asiento en los cómodos sillones y café, y se dispone a la charla que tiene cierto límite de tiempo porque debe cambiarse y maquillarse para la formación de rutina.


 --¿Cómo comienza su historia en el Ejército?


 --En 1981, leyendo una revista, supe que se convocaban mujeres profesionales para ingresar al Ejército.


 --¿Tiene militares en su familia?


 --Mi abuelo fue policía de la provincia, pero desde niña me entusiasman los desfiles militares y todo lo relacionado con la disciplina y el orden.


 --¿Qué encuentra de común en la medicina y el Ejército?


 --La vocación de servicio. Por eso llegué al Comando en Jefe del Ejército (jamás olvidaré ese edificio gigante con sus escalinatas, me inscribí, rendí el examen e ingresé a la Escuela del Cuerpo Profesional Femenino, en Campo de Mayo. El 15 de abril de 1982, en plena Guerra de Malvinas, nos recibieron en el establecimiento donde cursé mi formación, que duró hasta fines de julio de ese año. Egresé con el grado de teniente en comisión y el 6 de agosto llegué a Bahía Blanca, destinada al Hospital de Evacuación 181.


 --¿Cómo fueron esos primeros años?


 --Difíciles. Cuando llegué con otras compañeras, muchos hombres nos miraban con asombro y otros ni se habían enterado de que había mujeres en la fuerza. Además, pusimos pautas y dimos el toque femenino. Por ejemplo, en el casino se colocaron alfombras para evitar el ruido de los tacos altos, aparecieron las flores y la música, se cambió la pintura y desapareció el aspecto lúgubre de algunas dependencias. Claro que no todos nos aceptaron, pero eso cambió y hoy todos somos camaradas luchando por el mismo fin.


 --¿Siempre en el mismo destino?


 --Me casé con un bahiense y pude quedarme aquí, en cambio, aquellas mujeres que llegaron a unidades de combate de sitios remotos sufrieron mucho más.


 --¿Alguna vez derramó lágrimas?


 --Sí, porque las órdenes, según como se impartan, hacen que una se sienta afectada, porque tiene otra sensibilidad. Más de una vez se me escapó una lágrima, pero un día le advertí a un suboficial que yo no lloraba por debilidad sino por impotencia. También en la vida civil los médicos hacen diferencias con sus colegas mujeres.


 --¿Ser directora significó una prioridad?


 --Es un orgullo y me siento en la etapa máxima de mi carrera.


 --¿Qué se propone?


 --Organizar este hospital tan chiquito pero con un núcleo humano disciplinado, con una gran vocación de servicio y espíritu de cuerpo. Representa una gran responsabilidad, porque los ojos están puestos en mí, entre otras cosas porque soy mujer. Este hospital, que nació en 1952, tiene algunos servicios disminuidos y otros que fueron prácticamente cerrados por falta de personal. Yo quisiera recuperarlos. La idea es, a corto plazo, empezar por el Diagnóstico por Imágenes y la Unidad de Terapia Intensiva y Cuidados Coronarios. Las especialidades quirúrgicas vendrían después, de la mano de esas dos.


 --¿Y una vez conseguidos esos servicios?


 --Me gustaría impulsar una residencia geriátrica para muchos oficiales de las Fuerzas Armadas de la tercera edad que por razones familiares, económicas o sociales, transcurren sus últimos años en soledad.


 --¿Por qué se ha perdido personal?


 --El problema radica en lo económico. Los institutos de formación militar siguen siendo los mismos, tienen la calidad de siempre, con la misma gente, pero los médicos que se reciben lo primero que preguntan es cuánto cobrarán, a diferencia de los de nuestra generación, quienes trabajamos muchos años ad-honorem con el único fin de obtener experiencia. El sueldo de un médico teniente primero hoy ronda los 2.500 pesos.
--¿Cómo repercutió la llegada de los estudiantes de Medicina de la UNS?



 --Positivamente. Nos dan prestigio y me encantaría que este hospital fuese el lugar de residencia de estos mismos estudiantes cuando se reciban. La experiencia nos permite acercarnos a la comunidad. Sueño con un Hospital Militar de puertas abiertas para todos, no sólo en salud, sino también en lo académico y científico.


 --¿Ejerció más allá del Ejército?


 --Trabajé en el Hospital Municipal dos años y en el Privado del Sur durante nueve. Dentro de la institución militar se está al servicio los 365 días del año porque estamos preparados tanto para el tiempo de paz como para el de guerra.
Verónica Saeta



 
Protagonista

Nacida en La Plata hace 52 años, María Rosa Romero está casada con Alberto Antonio Rocchi, con quien tiene tres hijos: dos mujeres, que cumplen estudios universitarios, y un varón de ocho años. El 18 de diciembre de 1980 se recibió en la Universidad de La Plata y en julio de 1982, egresó con el grado de teniente del Ejército Argentino. Desde el 14 de febrero último es directora del Hospital Militar Bahía Blanca.


Aquella charla con la presidente












 El 27 de diciembre del año pasado, María Rosa Romero fue recibida por la presidenta de la Nación, Cristina Fernández, junto con las otras dos coroneles médicas del Ejército Argentino: Alicia Amato y Beatriz Edreira.


 Si bien admite que la idea de conversar con la máxima autoridad del país la inhibía, define al encuentro como muy ameno.


 "La presidente me impresionó como una persona inteligente, muy íntegra y con una oratoria perfecta. Hablamos de nuestros tiempos de estudiantes, de nuestros logros y objetivos. Dijo sentirse orgullosa de que haya mujeres en el Ejército y nos instó a seguir trabajando".