Artes Visuales y una etapa superada
DEBIERON transcurrir más de diez años para que pudiera materializarse la ampliación del edificio que ocupa la Escuela de Artes Visuales de nuestra ciudad, en Zapiola 247. En diversas oportunidades, desde estas páginas se hizo referencia a las apremiantes necesidades de espacio que se presentaban al tradicional establecimiento, las cuales no podían ser superadas a menos que desde la administración central bonaerense se diera el visto bueno, obviamente, con la seguridad de contar con los pertinentes recursos.
AHORA, tal cual se consignara en nuestra edición del domingo pasado, la Escuela se encuentra en condiciones de aliviar considerablemente sus apremios, merced a la construcción de otras dos aulas, que estarán disponibles en mayo venidero. De todas maneras, mientras tanto, el instituto dio comienzo al ciclo lectivo, aunque sin haberse podido despojar totalmente del problema, a tal punto que no sólo ocupa su propia sede, sino que ha debido recurrir a un anexo y a dependencias que le proporciona la EGB Nº 7. Ello permite atender a una importante matrícula, compuesta por 800 estudiantes, mientras otros 200 fueron descartados, precisamente, por falta de espacio. Cabe resaltar que el establecimiento cuenta, asimismo, con un espacio contiguo, adquirido con esfuerzo por la cooperadora, pero insalvables dificultades económicas no permiten, al menos por el momento, su habilitación, lo cual habría hecho posible admitir a aquellos aspirantes que no pueden ver satisfecha su inquietud de capacitarse en las diversas carreras que allí se dictan.
DEBE tenerse en cuenta que la Escuela de Artes Visuales de Bahía Blanca es única en su tipo en una amplia región sureña del país, factor que incidió para que se aprobara la expansión del inmueble de la calle Zapiola. Inclusive, con la incorporación de las dos nuevas aulas, con capacidad para 45 alumnos cada una, se abren otras dos carreras, las tecnicaturas del arte del fuego y en ilustración.
ES PRECISO, finalmente, detenerse en un detalle puntualizado en la referida crónica. Quizás por esas cosas de la burocracia difíciles de explicar, en La Plata se habían confeccionado los planos con errores fundamentales: según lo explicado por el titular de la Cooperadora, profesor Daniel Cascallar, los cálculos estaban realizados sobre previsiones para una escuela primaria, cuando las características edilicias y las necesidades específicas --entre ellas, cañerías y piletas especiales debido al empleo de ácido nítrico en algunas materias-- son bien diferentes.
SALVADA esta sorpresiva contingencia, que pasa a formar parte de la inefable historia del centralismo administrativo, cabe reparar en lo auspicioso que significa para la educación artística de nuestro medio el imprescindible crecimiento de la Escuela de Artes Visuales que, desde 1996, lleva el nombre de Lino Enea Spilimbergo.