Bahía Blanca | Domingo, 05 de mayo

Bahía Blanca | Domingo, 05 de mayo

Bahía Blanca | Domingo, 05 de mayo

Hace 30 años, una bahiense deliró en vivo por "la mano de Dios" y el mejor gol de la historia

Se llama Rosana Carrica. Y fue la única vez que vio a la selección argentina.
Fotos: gentileza Rosana Carrica.

Por Belén Uriarte / buriarte@lanueva.com

   En 1986 Rosana Carrica miraba cada partido de la selección argentina desde su casa en Miami. Estaba hpnotizada por la habilidad de Diego Armando Maradona. Y un día le preguntó a su hermana Guillermina:

   —¿Por qué no vamos al Mundial?

   Rosana tenía entonces 21 años y llevaba 15 viviendo afuera; había nacido en Bahía Blanca, estudiaba psicología y trabajaba en un banco, como su hermana.

   Juntaron ahorros y fueron a una agencia de turismo. Y les ofrecieron ir a los cuartos de final, justo contra Inglaterra.

   A Rosana siempre le gustó el fútbol. Aunque su papá Hugo es de San Lorenzo, ella siempre hinchó por Boca como su hermana Guillermina, 4 años mayor. Seguramente por algún tío, dice. Su otra hermana Margarita es de River. Y su mamá Elba nunca fue muy fanática.

   Pero a los 4 siempre los unió el amor por la celeste y blanca. A pesar de la distancia, las costumbres argentinas estaban latentes en su casa y no hablaban en inglés para no perder fluidez en español.

   El sábado 21 de junio de 1986 Rosana y Guillermina partieron hacia México. Y al día siguiente estaban en el estadio Azteca para el gran acontecimiento.

   Rosana vestía una remera blanca que tenía estampada una pelota de fútbol, los colores nacionales y la inscripción "ARGENTINA, México 86". (A partir de entonces la siguió usando como cábala.)

   Las calles estaban repletas de argentinos y Rosana aprovechaba para fotografiarse con cualquiera: no importaba si no los conocía, importaban sólo los colores de la tierra que dejó a los 5 años cuando su papá debió irse para seguir con su trabajo como sastre.

   —Igual siento algo especial por Bahía: es la ciudad donde nací —dice a lanueva.com desde Carmen de Patagones, donde vive actualmente.

   Aquel domingo decisivo para el fútbol argentino Rosana se ubicó en la popular, a la altura de la mitad de cancha. No podía dejar de cantar, gritar y levantar sus brazos para continuar con "la ola" que recorría una y otra vez las tribunas.

   Las fotos tampoco cesaban: sacaba un rollo y ponía otro; todo tenía que quedar registrado. Más adelante, al verlas, se daría cuenta de que en una de ellas aparecían, por ejemplo, el bahiense Alfio "Coco" Basile y Reynaldo Carlos "Mostaza" Merlo.

   Rosana también disfrutaba de los tacos (que tenían un sabor diferente a los que comía en Estados Unidos) y cada tanto la euforia se mezclaba con el miedo. Como cuando entró la barra brava de Boca usurpando lugares (con el "Abuelo" José Barritta a la cabeza). O como cuando algún inglés se cruzaba con un argentino.

   Quería ganar y también quería paz. Veía banderas con mensajes violentos sobre Malvinas, piñas que iban y venían, sangre en los rostros y policías separando.

   Volvían los fantasmas del pasado: el dolor por una guerra que se llevó mucho más que un trozo de tierra.

   Al fin, el juez pitó y la pelota se puso en marcha.

   La mayoría de los mexicanos gritaba por Argentina... hasta que a los 51 minutos apareció "la mano de Dios" con el 1-0 de Maradona, y con ella la silbatina, la reprobación por hacer trampa. Rosana hacía oídos sordos: el gol había sido convalidado y su selección ganaba.

   —¿Te diste cuenta de la mano en es momento?

   —Yo no la vi, pero dudé cuando Maradona miró al línea para ver si el gol valía.

   Cuatro minutos más tarde la habilidad del "10" enmudeció al estadio. Agarró la pelota detrás de mitad de cancha y pasó a todo inglés que lo enfrentó hasta someter al arquero Peter Shilton: 2-0, el famoso barrilete cósmico. Estalló la garganta de Rosana.

   —Fue una cosa de locos, todo muy rápido. En la cancha me pareció un golazo, pero cuando lo vi por la tele tomé la real dimensión de lo que había pasado: era el mejor gol de la historia —recuerda hoy, con 51 años.

   Después llegó el descuento de Gary Lineker. Faltaban 9 minutos para el final. Y hubo suspenso y tensiones, pero Rosana pudo descargar toda su alegría. Como millones de argentinos.

   Sólo la policía detuvo, por un momento, la emoción nacional en México. Los desalojaron de las tribunas y Rosana y los demás hinchas siguieron con los festejos afuera.

   Después de cenar con su hermana, regresó al hotel donde paraban también dirigentes de fútbol y políticos.

Las hermanas sean unidas en la celebración.

  Rosana no pegó un ojo en toda la noche: la adrenalina seguía ahí. Igual que cierta bronca e impotencia por la guerra pasada y nunca pisada. Era la manera de descargar tanto llanto contenido.

   Porque ella la había pasado mal: la vivió en los Estados Unidos, que fue aliado de los ingleses.

   Ese 2-1 en cuartos 4 años más tarde fue más que un triunfo:

   —Fue sentir que en algo les habíamos ganado.

Al papel

   La experiencia de Rosana en México llegó a libro: el periodista Andrés Burgo incluyó algunos datos en El partido, que salió este año. 

Foto: Infobae

   "Una sola vez en mi vida fui a ver a la selección argentina y fue ese día contra Inglaterra", cuenta Rosana en un pasaje. Y agrega: "La gente tocaba bocina y veías banderas argentinas. Todo era muy emocionante".

   En otra parte del libro Burgo menciona el fanatismo de la bahiense por las fotos: "Entre las decenas de imágenes que reveló -todas inéditas en los medios y algunas con valor periodístico, como una del diputado nacional Carlos Bello, que moriría en 1989, tocando un bombo con los colores argentinos en la entrada al Azteca-, aparece la hinchada de Boca colgando una bandera en el alambrado de la tercera bandeja del Azteca: 'Muera la Tatcher (sic), el jugador número 12'".

Los goles de Maradona, registrados por Rosana

   El 23 de junio de 1986 Rosana tuvo que volverse por trabajo. Vio la semifinal contra Bélgica y la vuelta olímpica frente a Alemania desde su casa.

   En Miami se cerró la calle 8 y Rosana celebró con otros argentinos.

   Meses después volvió al país y se casó con Sergio Catellani, un exbasquetbolista de Estudiantes.

   —¿Cómo lo conociste?

   —Paró en mi casa de Estados Unidos cuando fue de viaje. Lo conocía a mi papá, que es de Patagones, y así comenzó todo.

   Tuvieron 3 hijas: Karina (27 años), Yanina (25) y Sofía (16). A todas les gusta el deporte, como a papá y a mamá. Rosana dice tener una deuda: ir otra vez a un partido de la selección argentina para ver a Lionel Messi.

   —Con Maradona se me paraba el corazón —dice—. Y ahora con Messi me emociono. No es lo mismo... pero es una cuestión de generaciones.