Bahía Blanca | Miércoles, 31 de diciembre

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Jugó en Olimpo, fue campeón con Racing y hoy es presidente, utilero y albañil en el club que lo vio nacer

La vida de Gustavo Bou sigue ligada al fútbol, pero desde otro lado: es “el hombre orquesta” en Defensores del Barrio Nebel, que representa a la ciudad Concordia, participa en la Copa de Entre Ríos y busca trascender de la mano de la “Pantera”.

Fotos: Facebook club Defensores del Barrio Nebel y Archivo La Nueva.

La última vez que vino, a mediados de marzo de este año, colaborando con donaciones que él mismo trajo en un camión para una Bahía Blanca arrasada por la inundación, manifestó que era “jugador y presidente”, pero ahora le agregó algo más: “Hoy también soy utilero, albañil y ayudo en todo aquello que haga falta en el club”.

Gustavo Bou nunca deja de preguntar por la situación actual de nuestra ciudad y por Olimpo, donde fue el artífice del ascenso en la temporada 2012-2013, pese a que consume los días trabajando para el club donde se formó y el que comanda desde hace algunos años: Defensores del Barrio Nebel, ubicado a 300 metros del río Uruguay, sobre la avenida Chajarí y a 20 cuadras del centro de Concordia.

En esa campaña del aurinegro en la B Nacional, el 7 entrerriano disputó 35 cotejos y marcó 8 goles, llegando después al fútbol grande, festejando en estadios repletos, jugando Copas internacionales y consagrándose en Racing como máximo artillero del plantel en el torneo final de Primera 2014 (10 conquistas en 15 encuentros).

Después de dejar a Olimpo y a Bahía a mediados de 2013, su nombre sonó en reiterados mercados de pases, pero mientras su carrera iba en ascenso (Liga de Quito, Gimnasia La Plata, Racing, Tijuana de Méjico, la MLS de Estados Unidos y un paso fugaz por Talleres en 2024), la insistencia del aurinegro en el plano profesional se iba desvaneciendo.

“Alfredo (Dagna, presidente olimpiense) me llamó en varias oportunidades y me hubiese gustado volver, pero nunca se dieron las condiciones. Hoy, a los 35 años, le puse fin a mi carrera como futbolista profesional; solo sigo jugando con mi club en la Liga local. Estoy en otra faceta y por suerte no extraño estar compitiendo al máximo nivel”, declaró la “Pantera” cuando pisó suelo bahiense hace más de 9 meses.

Hoy, lejos de los flashes, Bou se sigue calzando los botines en un contexto muy distinto, pero cargado de sentido. Defiende los colores de su club en la Copa Entre Ríos, además de cumplir un rol dirigencial clave.

--Ser presidente y jugador al mismo tiempo no es muy común en los tiempos que corren.

--Es cierto, pero ser el líder de un club no significa sacarte fotos todos los días o levantar un cartel que diga “Acá estoy”. Al menos yo no soy así, trabajo de domingo a domingo, sin horarios, siempre por y para Nebes. Estamos reconstruyendo la cancha de Primera, conseguimos poner el césped sintético y la gente se acerca porque ve que hay un proyecto y ganas de trascender.

“A los chicos del barrio hay que ofrecerles herramientas para que se acerquen al club y se queden, que tengan oportunidades de jugar y divertirse. Hoy siento que el formador y el dirigente es lo más importante para que una institución crezca, y en ese paso estoy, aprendiendo, luchando y disfrutando”.

Su realidad actual dista mucho de la que vivió en el profesionalismo. No solo integra el plantel, sino que también se hace cargo de tareas que exceden largamente lo futbolístico. “Hoy soy jugador, utilero, presidente, albañil y todo aquello que haga falta en el club”, explicó, dejando en claro el compromiso que asumió con Defensores de Barrio Nebel.

En los últimos días se viralizaron imágenes que reflejan esa faceta: se lo vio trabajando codo a codo con otros colaboradores en tareas de mantenimiento y construcción dentro del predio. Según detallaron medios locales, Bou participa activamente en el cerramiento del club para avanzar con la obra del muro perimetral, un paso clave para el crecimiento de la institución.

Hoy, sin contratos millonarios ni estadios llenos, el delantero encontró otra forma de vivir el fútbol: desde el esfuerzo cotidiano, el compromiso barrial y la pasión intacta por el juego. Un cambio de escenario, pero no de esencia.