Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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Retenciones a las exportaciones: cuando el destino es tan importante como el camino

“Con la demostración del impacto positivo de la baja de retenciones pretendemos, en realidad, generar un debate que precise cómo salir de la crisis”, dijo David Miazzo, economista jefe de la FADA.

La Argentina atraviesa un buen clima de negocios en el sector agrícola. / Fotos: Archivo La Nueva.

Guillermo D. Rueda / grueda@lanueva.com

   Los eventuales incrementos en los derechos de exportación a los principales cultivos de la Argentina que, de acuerdo con varias consultoras del sector, se concretarían a partir de la asunción del nuevo gobierno nacional, abre —otra vez— el debate acerca de las consecuencias respecto de una medida de esas características.

   “Con los derechos de exportación se puede mejorar el resultado fiscal pero, al mismo tiempo, se deteriora la balanza de pagos y la actividad económica, que son los caminos genuinos para que el país crezca”, indicó David Miazzo, economista jefe de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de la Argentina (FADA).

   El efecto que tiene un derecho de exportación sobre la producción de determinado bien es la de reducir su precio, y por la ley de oferta, su producción.

David Miazzo, economista jefe de la FADA.

   “Por el contrario, cuando se reducen los derechos de exportación, mejora el precio que percibe el productor, este tiene incentivos a invertir más y producir más, por lo que el resultado termina siendo más producción, más actividad económica, más exportaciones y más empleo”, agregó.

   “En este sentido, está claro que cuando se produce más, ingresan más dólares, que son los mismos que contribuyen a atender los compromisos del país”, dijo.

   “Si algo queda claro de la corrida cambiaria de los últimos dos años y de, prácticamente, todas las crisis económicas del país, es que el país necesita las divisas. Y los dólares los genera de manera genuina produciendo y exportando más, o los tiene que salir a pedir prestado, o debe incumplir sus obligaciones, tanto con los acreedores externos como con los propios argentinos”, explicó.

   “Nuestro objetivo para demostrar el impacto positivo de la baja de retenciones es, en realidad, generar un debate que precise cómo salir de la crisis”, agregó Miazzo, en diálogo con La Nueva.

   “Si se sale subiendo los derechos de exportación, lo cual desalienta la producción y la exportación y en el mediano plazo se termina con una caída o si de la crisis se sale produciendo en forma más genuina, por arriba (sic), con más empleo y generando dólares vía exportaciones”, detalló.

   “Es muy necesario dar ese debate, tanto por la necesidad social que tiene el país y como por la necesidad fiscal del Gobierno”, comentó.

A la baja, sube

   El primer impacto de bajar derechos de exportación, e impuestos en general, es que se genera un efecto productivo positivo y termina impulsando la producción.

   Este efecto se ejemplifica con el cambio que tuvo la producción agrícola, comparando las cosechas 2014/15, con derechos de exportación del 35 % para soja, 23 % para trigo y 20 % para maíz, además de restricciones a la exportación de maíz y trigo; vs. la campaña 2018/19, con derechos de exportación (a este noviembre) del 24,7 % para soja, 6,7 % para trigo y 6,7 % para maíz1 .

   En cultivos de verano, el área neta creció, entre la campaña 2014/15 y la 2018/19, en 400.000 hectáreas, con un aumento de 3 millones en maíz (un crecimiento del 49 % del área sembrada) y de 500.000 en girasol y una reducción de 2,8 millones en soja y 300.000 en sorgo.

   La mayor alza se produjo en los cultivos de invierno, donde el área implantada creció en 2,1 millones de hectáreas entre las campañas 2015/16 y 2019/20. El trigo creció en 2,2 millones de hectáreas, con un incremento del 51 %, mientras que cebada cayó en 100.000 hectáreas. En total, sumando los cultivos de invierno y verano, el área cultivada se incrementó en 2,4 millones de hectáreas.

   El incremento del área sembrada —de acuerdo con el estudio de la FADA—se tradujo en un incremento de las toneladas producidas.

   La producción de maíz creció en 23,2 millones de toneladas (69 % de crecimiento), la de trigo en 7,7 (68 % de crecimiento), la de girasol en 700.000 y la de maní en 300.000. Al mismo tiempo, soja cayó 6,4 millones de toneladas, cebada 900.000 y sorgo 1,5 millones. Así, la producción creció en 23,1 millones de toneladas.

   Tanto la campaña 2014/15 como 2018/19 fueron buenas en términos climáticos, pero con rindes superiores en la campaña 2018/19. Ese incremento de rindes puede ser resultado de una combinación de factores.

   Por un lado, el incremento promedio que vienen teniendo los rindes en los últimos 20 años, por mejoras tecnológicas y de manejo.

   Los rindes en soja se han incrementado en un promedio de 43 kilos por hectárea, por año, durante los últimos 20 años. En el caso del maíz, la mejora ronda los 144 kilos anuales y, en trigo, 22 kilos.

   En relación a la fertilización, que en 2018 fue un 37,9 % superior a la de 2014, y 73,9 % superior a la de 2015, la mejora de las rotaciones pueden haber contribuido a mejores rindes. Por último, el clima también puede haber tenido parte del efecto positivo.

   Para traducir este incremento de producción a dólares se homogeneizaron los precios, utilizando los FOB de este noviembre para valuar la producción de ambos períodos.

   “El objetivo fue valuarlo a precios actuales y evitar distorsiones por variaciones de precios. Así, las 23 millones de toneladas más que se produjeron, significaron U$S 3.097 más, sólo en este año, con los mayores aportes positivos de maíz y trigo y negativos de soja y sorgo”, contó Miazzo.

Los fletes y el empleo

   En términos de fletes, las 23 M/T significan que, este año, se habrán necesitado 769.200 fletes más para trasladar la producción, por nombrar sólo uno de los impactos de lo que significa la mayor producción.

   Trasladar estas 23 M/T a una distancia promedio de 260 kilómetros, con la tarifa nacional de referencia de este septiembre, significa un valor en fletes de $ 26.617 M. Este valor en fletes significa unos $ 10.809 M en impuestos.

   Sólo en el sector de transporte y logística, se crearon 17.500 puestos de trabajo entre 2015 y 2018 (último dato disponible) ligados a la actividad de transporte y logística de las cadenas agroalimentarias y agroindustriales.

   “Sólo en este sector, los puestos de trabajo relacionados a la carga agropecuaria significaron 279.680 en 2018, incluyendo asalariados registrados, asalariados no registrados y no asalariados como, por ejemplo, un camionero cuentapropista”, afirmó.

   Si se contabiliza la estimación para todas las cadenas agroalimentarias y agroindustriales, el incremento alcanza los 108.973 puestos de trabajo. Los mayores aportes son en servicios agrícolas, con 58.025; la producción y procesamiento de carne y productos cárnicos con 8.117 y la elaboración de productos de molinería, con 3.804 nuevos puestos, entre otros.

Aporte fiscal

   Comparando a nivel microeconómico, la campaña 2018/19 con la 2014/15, y tomando los mismos precios y costos para cada período, y aplicando las alícuotas de derechos de exportación vigentes en cada periodo, por cada peso que se redujeron los derechos de exportación, el Estado recupera —de manera automática por el impuesto a las ganancias y el impuesto a los créditos y débitos bancarios— el 51,3 % en soja, el 92,4 % en maíz y el 88,7 % en trigo.

   “El recupero automático es mayor a medida que baja la participación de las exportaciones en la producción de cada cultivo. Esto es así porque a nivel de productor recibe de manera directa la mejora de precios por menores derechos de exportación, pero el Estado sólo percibe ingresos por lo que efectivamente se exporta”, aclaró Miazzo.

En recaudación fiscal global, por cada dólar que el Estado dejó de recaudar de manera directa, aumentó en U$S 2,22 el valor de la producción.

   En el caso de soja, se exporta el 88,6 % de la producción (incluyendo harina, aceite y biodiesel, que también tienen derechos de exportación); en maíz se exporta el 66,6 % y en trigo el 55,5 %.

   Además del recupero automático, comparando las campañas 2018/19 vs. la 2014/15, por cada 1 % que bajaron los impuestos, por efecto de la baja de derechos de exportación, subieron 16,78 % las hectáreas cultivadas con maíz y 9,94 % las cultivadas con trigo. Además, por cada 1 % que bajaron los impuestos, subieron 23,41 % las toneladas producidas de maíz y 13,33 % las de trigo.

   “Estos ratios demuestran la reacción positiva de la producción a menores impuestos”, aseguró Miazzo.

“Si algo queda claro de casi todas las crisis económicas que hemos atravesado en estos años, es que el país necesita las divisas”, dijo Miazzo.

   En cuanto a la recaudación fiscal global, por cada dólar que el Estado dejó de recaudar de manera directa, aumentó en 2,22 dólares el valor de la producción.

   Según lo estimado en el documento El campo argentino en números (FADA, 2019), el aporte tributario de las cadenas agroalimentarias y agroindustriales durante 2018, de manera directa, fue de 11.591 millones de dólares, sólo a nivel de impuestos seleccionados que recauda AFIP.

La inversión

   “Uno de los impactos directos de la baja de los derechos de exportación es que el productor percibe un ingreso mayor por cada tonelada que produce, y esto le permite incrementar la inversión: utilizar mejores semillas, más fertilizantes, contratar más profesionales y tecnología de agricultura de precisión y comprar nueva maquinaria agrícola”, indicó.

   Dos indicadores directos de la inversión productiva de los productores agropecuarios son la venta de maquinaria agrícola y el consumo de fertilizantes.

   En el caso de los fierros, si se comparan los primeros tres trimestres de 2019 vs. los primeros tres de 2015, el incremento en las ventas fue del 81,4 %. En los primeros 9 meses de 2015 se vendieron 9.601 unidades de maquinaria agrícola, mientras que en los primeros 9 meses de 2019 se comercializaron 17.413

   Por el lado del consumo de fertilizantes, en 2014 se consumieron 3,1 millones de toneladas, mientras que en 2018 el consumo alcanzó las 4,3 M/T. Esto representa un incremento de la fertilización de un 37,9 %. Si la comparación se realiza contra 2015, el incremento fue aún mayor y alcanzó el 73,9 % .

   “La fertilización, más allá de verla como un ítem de inversión, es importante para mantener el nivel de fertilización de los suelos productivos, que es el principal activo que tiene un campo para producir”, sostuvo Miazzo.

La sustentabilidad

   La fertilización y la rotación de cultivos es parte esencial de las buenas prácticas agrícolas, porque reduce la aparición de malezas y plagas resistentes, y con la incorporación de gramíneas (como el maíz y el trigo) permite incorporar carbono al suelo.

   En la campaña 2014/15, la relación soja/maíz fue de 3,28, por lo que cada 100 hectáreas de maíz que había, había otras 328 de soja. En un lote promedio, en cuatro años, tres había de soja y uno de maíz.

   “Con la reducción de derechos de exportación, esa relación soja/maíz mejoró hasta alcanzar 1,88 en la campaña 2018/19. Por lo que, siguiendo la analogía anterior, en un lote promedio habría soja dos años y uno maíz”, explicó el economista de la FADA.