Luego de 44 años, cierra la Casa de Salud Don Zatti del colegio Don Bosco
El lugar, que funciona desde 1980 en Rondeau 130, se dedica a atender a los sacerdotes mayores de edad o con problemas de salud. Serán trasladados a la enfermería de San Isidro, en Buenos Aires.
Marcando el inicio de una nueva etapa en la atención y cuidado de los religiosos adultos de la orden salesiana, en 1980, se inauguró la Casa de Salud Don Zatti del Colegio Don Bosco en Bahía Blanca. Este lugar, originalmente parte del sector de pupilaje, ha evolucionado y adaptado sus instalaciones para satisfacer las necesidades de la comunidad de sacerdotes internos a lo largo de los años, un fiel reflejo de años de dedicada evolución y adaptación.
El Padre Hipperdinger, de 83 años, ha sido parte integral de esta institución durante muchos años, aunque su historia con Don Bosco se remonta hacia su juventud.
"Cuando yo era muchacho, estuve de asistente, cuidando de los internos," recuerda el padre con nostalgia. Su dedicación y compromiso con la comunidad salesiana le han llevado a servir en diversas áreas, incluyendo como provincial y asistente en diferentes lugares.
Padre Hipperdinger
"La Casa de Salud Don Zatti era originalmente un sector de pupilaje, ha sido un refugio para aquellos que necesitaban cuidado. A lo largo de los años, ha albergado a muchos religiosos, incluyendo actualmente a cuatro residentes y dos ancianos brindándoles un ambiente cálido y familiar. Además, cuenta con un hermano más joven, de 68 años, que colabora con los internos", relató.
"Pero uno de los desafíos que enfrenta la Casa de Salud Don Zatti es la falta de instalaciones adecuadas para ciertas situaciones, como la necesidad de una bajada para los pacientes o salidas de evacuación en alguna emergencia. También cuesta a veces conseguir médicos de ciertas especialidades. Sin embargo, el compromiso de la comunidad para mejorar y adaptarse ha sido muy fuerte a través de los años".
Por estos días, el padre Rubén dio a conocer la noticia de que los internos de Bahía Blanca serían realojados en la Casa de Salud ubicada en San Isidro.
"Esta decisión es parte de una estrategia más amplia a nivel inspectorial, donde se consideraron la conveniencia y la eficacia de funcionamiento de las enfermerías. La reestructuración ayuda a mantener la misión de la comunidad mientras se enfrenta a desafíos logísticos y económicos. En Buenos Aires, la comunidad de ancianos participa activamente en la vida diaria, creando un clima de familia que es de gran importancia para la comunidad Salesiana. Este espíritu familiar se refleja en cómo las instalaciones están diseñadas y mantenidas, asegurando que los residentes puedan disfrutar de ver a los niños jugando en los patios escolares y la calidez de un hogar, creando un ambiente lleno de vida y energía. Acá hay una infraestructura muy grande funcionando para pocas personas, somos solo tres los que podemos, por ejemplo, sentarnos a compartir las comidas, los otros compañeros tienen problemas de salud graves o de movilidad".
Esta reestructuración también ha aumentado la participación de los laicos, quienes ahora asumen muchas responsabilidades de conducción que antes estaban en manos de los salesianos.
"Hoy en día, la mayoría de las obras están dirigidas por laicos, aunque seguimos siendo parte integral de la comunidad," señala el Padre Hipperdinger.
En la Casa de Salud local el equipo de cuidado incluye a cuatro enfermeras, dos cocineras (a veces tres), personal de limpieza y una planchadora. Además, hay un administrador que se encarga de las tareas diarias. Este equipo dedicado se asegura que los residentes reciban atención personalizada y de alta calidad.
"Las enfermeras aquí son excelentes en su dedicación y delicadeza," comenta el Padre Hipperdinger, destacando la importancia del personal en mantener un ambiente acogedor y de cuidado.
El padre también reflexiona sobre los cambios en la comunidad y la importancia de adaptarse a las nuevas realidades.
"Aunque los cambios no siempre son fáciles, están hechas para el mejor interés de la comunidad," afirma.
Cuando se le pregunta sobre lo que más va a extrañar de la sede de Bahía Blanca, responde con sinceridad: "Voy a extrañar a toda la gente aquí y las relaciones que he construido. Pero estamos convencidos de que estas decisiones se toman con el corazón, considerando lo mejor para todos y con la esperanza de mantener el espíritu y la misión de los Salesianos en el corazón de Bahía Blanca."
Al final del día, el Padre Hipperdinger tiene un momento de reflexión y oración, pidiendo a Dios por sus amigos, los seres queridos de aquellos que ha conocido y por las personas que están en guerra. Su dedicación y amor por la comunidad continuarán siendo una fuente de inspiración para todos los que lo rodean.