La esquina que fue una postal de la ciudad y que hoy es un lugar descuidado y degradado
Avenida Colón y Brown, una vista espléndida de la ciudad y su arquitectura cuando despuntaba el siglo XX.
Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
Las tarjetas postales marcaron toda una época. Esos tarjetones estandarizados de 9 x 14 cm, con una cara ilustrada con una fotografía o dibujo y la otra en blanco para escribir se convirtieron en una manera práctica y sencilla de reemplazar a una carta. Tenía como desventajas admitir un texto corto –más un saludo que otra cosa--, y que cualquier podía leerlo. Tenía a favor que el envío costaba la mitad que una carta tradicional.
De nuestra ciudad hay postales de fines del siglo XIX y las hubo hasta los 80. Los edificios más habituales de esas tarjetas eran el palacio Municipal, el teatro Municipal, el banco Nación, el club Argentino, la estación Sud, la plaza Rivadavia, el parque de Mayo, el puerto de Ingeniero White y, en particular, algunas esquinas que reflejaban el movimiento urbano, las llamadas “postales animadas”, donde aparecía gente, el tranvía o los Mateos.
La esquina de la avenida Colón y Brown, con vista hacia O’Higgins, fue una de las más retratadas. De este lugar trata esta nota.
Un palacio, varias cúpulas
“Para no decepcionar a los habitantes, el viajero elogia la ciudad de las postales y la prefiere a la presente, aunque cuidándose de contener su pesadumbre ante los cambios: reconociendo que la magnificencia de Maurilia convertida en metrópoli, comparada con la vieja Maurilia provinciana, no compensan cierta gracia perdida, que se puede disfrutar solo ahora en las viejas postales”. Italo Calvino, Las ciudades invisibles
No era la calle Brown una de las más transitadas de principios del siglo XX. Sumó movimiento en 1920, con la habilitación de la estación del ferrocarril Rosario Puerto Belgrano (Brown y Estados Unidos), y en la década del 30 como alternativa para ir hasta el Policlínico, actual hospital Penna.
En su cruce con la avenida Colón tenía un particular atractivo: el palacio construido en 1909 por la compañía de seguros La Previsora, monumental edificio diseñado para servir como hotel, resuelto con un estilo neoclásico, con enormes columnas, marquesinas de hierro y vidrio en sus accesos y una balaustrada como coronamiento. Era un testimonio contundente del progreso edilicio local.
La otra esquina la ocupa una vivienda de dos plantas, con acceso en la ochava, construida en 1910 en estilo art nouveau, decoradas sus fachadas con flores y girasoles.
La vista hacia calle O’higgins permitía ver dos cúpulas. La del palacio Bahía Blanca (O’Higgins y Brown), en cuya planta baja funcionaba el bar América –el más lujoso de Sudamérica—y en los pisos superiores el hotel Royal. Más alejada, la pequeña cúpula de la llamada Casa del Ángel, en Brown y Arribeños, edificio del arquitecto catalán Joaquín Saurí en 1906, una joya del art nouveau. En fotos posteriores se advierte la silueta del hotel Italia, luego de sumar dos pisos al que fuera el hotel Alemania.
Palacete y esquina con girasoles, cúpulas y mansardas justificaban, largamente, ser una de las postales de nuestra ciudad.
El momento en que está (Sí, el presente)
"No tiene sentido dividir las ciudades en estas dos especies, sino en otras dos: las que a través de los años y las mutaciones siguen dando su forma a los deseos y aquellas en las que los deseos o bien logran borrar la ciudad o son borrados por ella". Italo Calvino, Las ciudades invisibles
De aquella esquina moderna y atractiva, queda todo y nada. Todo, porque los dos edificios siguen estando. Nada, porque han sido maltratados y descuidados en el tiempo, intervenidos de manera inadecuada a pesar de su condición de estar inventariados como bienes patrimoniales.
Tampoco se ven aquellas cúpulas, no existen más. La primera fue demolida en 1936, la segunda afectada por un incendio. Además el paisaje ha sido modificado con el edificio Taberner, en O’Higgins y Brown, terminado en 1959.
En particular el palacio de La Previsora está en ruinas, desocupado, sin uso y sin destino. Su condición original de hotel ya no existe ya que ha sido readecuado cuando en 1980 se inauguró en el lugar un Paseo de Compras que ocupó todas sus plantas.
Ha perdido su terminación superior y sus fachadas están en tan mal estado desde hace cinco años está rodeado por un cerco de chapa, de carácter preventivo. Esa obra funciona además como un escaparate para la pegatina de afiches, lo cual lo convierte en un verdadero mamarracho.
El segundo edificio ha sido ocupado por distintos comercios. Desde hace unos años un kiosco ha pintado de un color completamente inadecuado la planta baja y le ha colocado una cartelería exagerada y abusiva. Es un ejemplo de la inutilidad de declarar bien patrimonial a un edificio si después todos se desentienden de su destino.
Final
Podría resultar ilógico esperar que una esquina luzca la misma forma luego de transcurrido un siglo. Sin embargo, sí es habitual que eso se verifique en su “centro histórico”, donde se busca conservar y mantener los edificios fundacionales, pioneros, que aportaron una estética diferente. Pero para eso se deben conjugar varios elementos. Entender el valor de esos bienes para la memoria y la identidad de un lugar. Tener una normativa que evite cualquier acción agresiva sobre ellos, generar propuestas para que los propietarios se interesen por su mantenimiento. Nada de eso ha ocurrido. Ni con esta esquina ni con ninguna otra.
El paisaje urbano es clave a la hora de tener una ciudad atractiva, que hable de buena manera de sus habitantes, que despierte sensaciones agradables. Cerca de cumplir 200 años, Bahía Blanca sigue alejada de mantener esa conducta.