Breitschmitt: “Con una mayor previsibilidad se podrá recuperar el stock bovino”
El presidente del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA) se mostró convencido en el devenir de un camino diferente para la ganadería. Pero aclaró: “La tendencia se debe consolidar”.
Periodista. Círculo de Periodistas Deportivos de Bahía Blanca. Fue redactor de la revista Encestando (1985-2000). Desde 1987 trabaja en el diario La Nueva Provincia (hoy La Nueva.). Pasó por las secciones Deportes, La Región y La Ciudad, donde se desempeña actualmente. Está especializado en periodismo agropecuario desde 2001. Miembro de la Asociación Bonaerense de Periodistas Agropecuarios. Responsable de las páginas webs de la Asociación de Ganaderos (AGA) y de Abopa.
“El mensaje fundamental es que la producción bovina no conoce tiempos políticos”, dijo Georges Breitschmitt, presidente del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA), consultado acerca de la necesidad de recuperar el stock bovino, uno de los objetivos más anhelados en el sector y que, por múltiples razones, no puede concretarse desde hace décadas.
“Por eso necesitamos previsibilidad a largo plazo. Con cuatro años podemos ver si hay un cambio y, con ocho, si se consolida la tendencia”, añadió.
“Queremos que todos los tomadores de decisión entiendan que precisamos faros a largo plazo para volver a tener, al menos, esas 10 millones de cabezas que perdimos y que no podemos recuperar. Pero estamos convencidos de que con previsibilidad se va a conseguir”, sostuvo.
Los datos actuales cotejados entre la secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación (SAGyP); el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y el propio IPCVA, indican que la cantidad de bovinos en todo el país es de alrededor de 51,6 millones.
Como lo que importa es la comparación, otras referencias citan que en el año 1969 había 48,3 millones de cabezas; en 1977, 61,1 M/C; en 1989, 50,7 M/C; en 1997, 59,9 M/C; en 2005, 60,8 M/C y en 2011, 48,2 M/C.
En otras palabras, hoy el país tiene 10 millones de cabezas menos en relación a 1977, hace casi 5 décadas. Bonus: para un período semejante la población argentina creció de 27 millones de habitantes en los ochenta a los actuales 46 M/H (Censo nacional 2022).
“También suelo abordar el tema a partir de una comparación histórica fuerte: entre los años 1940 y 1950, Brasil y la Argentina tenían exactamente el mismo stock, unas 50 millones de cabezas. Hoy, ellos están en 230 millones y nosotros seguimos en esas 50”, comentó Breitschmitt, en diálogo con La Nueva. en Tres Arroyos, durante una jornada a campo del IPCVA.
“Desgraciadamente, hemos tenido muchos altibajos. En los últimos 15 años, solo por mencionar un segmento más reciente, tuvimos restricciones, cupos y cortes prohibidos”, aseguró.
“Pero esas medidas ya no existen más y el buen momento que vivimos ahora, con buenos precios por ejemplo, es producto de esas medidas tomadas hace cuatro u ocho años, donde la falta de oferta y una buena demanda generan estos valores”, explicó el productor de Carabelas, en el distrito bonaerense de Rojas, que en representación de la Confederación Intercooperativa Agropecuaria (Coninagro), asumió la presidencia del organismo en abril último en reemplazo del Méd. Vet. bahiense Jorge Mario Grimberg.
—En el ámbito de la demanda el mercado interno sigue firme y el externo se consolida. ¿Cómo se evita la tensión entre los dos?
—El primer punto es romper la dicotomía entre mercado externo y mercado interno. Se complementan y hay vasos comunicantes entre uno y otro. Para el productor esto es buenísimo, porque tiene un mensaje claro: si no tengo consumo interno, cuento con la exportación; y si la exportación se me cae, puedo tener consumo interno. Es una cuestión de equilibrio.
“Hoy estamos en un mercado interno consolidado volviendo a los 50 kilos por habitante por año y tenemos una demanda externa también fuerte, con toda la variedad de productos que podemos vender en el mundo”.
—Respecto de la demanda externa, ¿cuáles son las perspectivas y los mercados que buscan consolidar?
—Tenemos una variedad de destinos: los Estados Unidos y Europa buscan calidad; China quiere volumen e Israel trabaja con el Kosher (NdR: cortes de carne de animales que cumplen estrictas leyes judías). Además, estamos trabajando en la certificación Halal (NdR: proceso que garantiza que un producto, alimento o servicio cumple con las leyes y principios islámicos) y buscamos abrir definitivamente la exportación de menudencias en China.
“Hay países que aún hacen retrospectivas y necesitamos que nos abran el mercado, como es el caso de Indonesia. También Oriente Medio se está consolidando como demandante de carne de calidad, algo que observamos cuando acudimos a la feria Gulfood (en Dubai, en febrero último)”.
—¿Qué se necesita en términos de política interna y fomento a la producción para sostener este crecimiento?
—La menor intervención posible para que el ganadero tenga previsibilidad y produzca. No podemos permitir que la gente salga del sistema, porque un productor agropecuario que se va no vuelve. Además, debemos comenzar con la retención. Esto implica empezar a plantar, un poco como se hace en la forestación, para tener más madres, mejorar los índices de preñez y destete y lograr ponerle más kilos a los terneros. En ese sentido, hay que recordar que la Argentina tiene la faena con menos kilos de toda la región”.
—Un tema recurrente es el mito de que la carne es cara. Más allá que existe una mayor comprensión del tema, ¿cómo trabaja el IPCVA desde lo comunicacional respecto de esa percepción?
—Es cierto que cuando sube un poco la carne es noticia, pero cuando el precio estuvo frenado durante dos años nadie dijo nada. Acá la pregunta clave es: ¿cara con respecto a qué? Siempre se hace la famosa comparación con el kilo de helado, con la pizza o con un alfajor. Lo que hay que ver es el valor nutricional de ese kilo de carne y cuántos platos podemos hacer.
“Ahora, concluyo que la carne en la Argentina sigue siendo barata. De hecho, el consumo se encuentra en 50 kilos por habitante por año justamente porque estamos viendo una leve mejora en los índices del poder adquisitivo”.
—Más allá del costo, ¿cuáles son las características que buscan promocionar?
—Siempre difundimos las cualidades de la carne, su importancia en el deporte, en la salud y en el crecimiento. Recientemente, un expositor (NdR: el economista Martín Rossi, de la Universidad de San Andrés) hacía un análisis interesante sobre por qué en Sudamérica, especialmente en Brasil, en Uruguay y en la Argentina, tenemos tantos buenos jugadores de fútbol y, según afirma, es porque nacen en lugares donde, si bien tenemos bajos ingresos, todo el mundo consume carne y se logra ese desarrollo físico y neural que les permite tomar decisiones en milésimas de segundo en un partido. Es decir, la carne tiene injerencia hasta en esas circunstancias.
¿Un vínculo entre el consumo de carne y el talento futbolístico?
Un estudio de economistas de la Universidad de San Andrés, al que aludió el presidente del IPCVA, Georges Breitschmitt, indagó a partir de una curiosa hipótesis: “Uno juega como come”. En tal caso, la pregunta es: ¿existe un vínculo entre el consumo de carne y el talento futbolístico?
“¿Por qué tenés a cuatro de los cinco mejores jugadores de la historia en una zona minúscula? Cuando vos ves a las grandes figuras del fútbol, como Pelé, Di Stéfano, Maradona, Messi y Cristiano Ronaldo notás que cuatro nacieron por acá nomás, que son las regiones pampeana argentina y gaucha brasileña”, dice el Dr. Martín Rossi, quien junto a su colega, el Dr. Christian Ruzzier, investigaron sobre la relación entre el fútbol y la carne (por la proteína) y arribaron esa curiosa conclusión.
“Lo que hicimos es preguntarnos por qué sucede esto. Y la hipótesis es que hay muchos pobres y los pobres comen carne a diferencia de otras regiones”, asegura.
“Hay mucha gente que cuando vos decís: ‘¿Por qué hay tanto talento futbolístico que sale de esta región?’ te responde: ‘Por la pasión’. Pero yo digo: ‘Es verdad eso, pero viajen un poco, muchachos, porque cuando vas a otro lado, la pasión es la misma”, indica.
“Acá tenés dos niveles. Uno es que el fútbol requiere capacidades intelectuales; o sea, no todos los deportes son iguales. El fútbol exige tomar decisiones rápidas en contextos cambiantes”, agrega Rossi, en una charla ofrecida en el streaming de Infobae.
“Entonces, hay que tener capacidades cognitivas desarrolladas, las cuales se logran con el consumo de proteína y, además, tienen el costo de oportunidad súper bajo. Quiero decir, como es muy difícil que puedan llegar a triunfar en el terreno educativo, la salida es patear la pelota”, amplía.