Bahía Blanca | Lunes, 21 de julio

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Estación Spurr: una joya de la arquitectura que va camino a la ruina

El propietario es el Estado Nacional, pero no le interesa ni se ocupa de su cuidado. Visitar hoy el lugar situado en Villa Rosas es desolador. Sólo queda la historia escrita.
 

El destino de la estación se verifica de manera contundente. / Foto: Rodrigo García-La Nueva.
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Audionota: Natalia Marinelli

Salvo la estación Bahía Blanca Sud —avenida Cerri al 700—, no hay en nuestra ciudad una estación que tenga el valor patrimonial, arquitectónico e histórico que la ubicada en Villa Rosas con el nombre de Spurr.

Es cierto que no le han quedado posibles competidores: todas las estaciones urbanas del ferrocarril han corrido peor suerte.

Las de Ingeniero White y Noroeste fueron destruidas por el fuego; desguazadas las de Loma Paraguaya, Maldonado y Villa Olga y vandalizadas las de Bordeu y Garro.

La estación en tiempos de esplendor

Todas han corrido el destino de la mayoría de los bienes del ferrocarril, en un proceso de destrucción que comenzó con la estatización del servicio y que fue teniendo golpes fatales en el tiempo, al punto que hoy sólo está operativo el 10 % de los tendidos ferroviarios.

Lo cierto es que visitar hoy la estación Spurr es algo desalentador y desolador. Porque su camino a la ruina se verifica de manera contundente y cada día que pasa su deterioro es mayor.

El Ferrocarril del Sud estableció —en el año 1903— una parada a la altura de Villa Rosas, un par de años antes de que salieran a remate los primeros lotes del barrio.

El lugar se consolidó rápidamente porque tenía la ventaja de estar cerca del puerto, con lo cual cientos de trabajadores podían establecerse cerca de su trabajo.

La primera estación era una precaria casilla de chapa.

Yuyales y depósito de basura son parte natural de la escenografía del lugar.

Recién en 1927 comenzó la construcción del nuevo edificio, acorde a la “importancia que va adquiriendo el pueblo en diversos órdenes progresistas”.

También por ser “uno de los puntos de convergencia más importantes de la vasta red ferroviaria en relación al desarrollo agrícola e industrial de la zona”.

Este diario indicó —aquel año— que se trataba de una obra de estilo arquitectónico “sencillo y sobrio”, aunque no por ello “carente de líneas estéticas”.

Una estación de paso, intermedia, que tenía en planta baja los locales de salas de espera, boletería y encomiendas y en la planta alta la vivienda del jefe de estación, con tres dormitorios, recepción, cocina y patio.

El conjunto

Spurr es una estación que se destaca por su variedad de componentes. Es única en ese sentido. A su edificio principal, cuya fachada está revocada, se suma una casilla de espera auxiliar, por tener dos tendidos de vías.

Esa casilla de madera es un modelo valioso de arquitectura utilitaria, diseñada con el fin de dar protección y visibilidad a los que esperaban el tren. En su sencillez constructiva reside su mérito.

La casilla auxiliar, destruida
La casilla original: una obra de arte

Después está el puente peatonal, de hierro, prefabricado, preparado para sumar más elementos, como una cubierta o barandas.

El conjunto se completa con cuatro carteles identificatorios, una casilla de señales de líneas modernas con cubierta plana, un baño alejado del edificio y las señales que eran parte del manejo del sistema.

Lo que queda

Si el párrafo anterior genera entusiasmo por el conjunto, toda esa maravilla arquitectónica está destruida.

El edificio principal ha sido tapiado para evitar usurpaciones; tiene en uso un local al frente que sirve de casilla de descanso a los choferes de una empresa de ómnibus.

La casilla auxiliar y las de señales están destruidas. De los carteles, dos han sido vaciados, uno tiene sus letras cerca de caer y el único sano cambia de colores, según lo intervengan hinchas del club Olimpo o del club Villa Mitre.

El entorno es patético. Yuyales, depósito de basura, se han robado los alambrados que separaban las vías y el andén, hay grafittis, el puente de hierro es intransitable (se quitaron los carteles que decían prohibido el paso) y en el edificio principal faltan tejas y maderas.

Todo está dado para que el camino a ruina sea cada vez más rápido e inevitable porque, además, no existe nadie que se interese por el lugar, gestione un uso o evite lo que parece inevitable.

Los títulos

“Me llamo Máximo Décimo Meridio, comandante de los Ejércitos del Norte, general de las Legiones Félix, leal servidor del emperador Marco Aurelio”. La pomposa declaración es un clásico de la película Gladiador. Título y designaciones de alguien que lo había perdido todo.

La estación Spurr podría también presentar importantes pergaminos: “Me llamo Spurr, soy bien patrimonial de la municipalidad de Bahía Blanca, Monumento histórico de la Nación y Patrimonio cultural de la provincia de Buenos Aires”.

Sin embargo, también está en la arena, abandonada a su suerte, sin destino.

¿De quién es la responsabilidad de salvaguardar el conjunto? Es una de las preguntas del millón.

En principio de Trenes Argentinos Infraestructura, nombre de fantasía de la Administración de Infraestructuras Ferroviarias Sociedad del Estado (ADIF), aunque ese organismo —dependiente del Ministerio de transporte de la Nación— no se ocupa de los ramales fuera de servicio, como es el caso del de Spurr.

La empresa Ferro Expreso Pampeano es concesionaria del riel, pero no de las estaciones.

La municipalidad de Bahía Blanca tuvo —en alguna época— el edificio en comodato; es decir, en préstamo, que fue cuando lo utilizaron los scouts de Villa Rosas.

Los andenes, depósito de yuyales
Los últimos años de uso del lugar

Por ser Patrimonio Nacional, el Estado debería gestionar acciones a favor de la preservación del lugar, responsable de “su custodia y conservación”, gestionando créditos de fomento para su conservación”.

En definitiva, la situación de estación parece encuadrarse en la expresión latina Res nullius, que significa "cosa de nadie".

Aunque en este caso hay un propietario, el Estado Nacional, a quien no le interesa en absoluto ni se ocupa. Ante esa postura, quizá habría que buscar otras figuras legales que permitan revertir tan penosa historia.

Mientras tanto, cada día, menos queda.

El paso de Evita

María Eva Duarte de Perón (Evita) visitó Bahía Blanca en febrero de 1946, cuando acompañó a su marido, el general Juan Domingo Perón, en el cierre de su campaña presidencial.

Estaba entonces en un segundo plano y hay versiones encontradas sobre si en esa ocasión acompañó a Perón al teatro Municipal o si se quedó en el tren esperando su regreso.

La segunda visita fue en febrero de 1948, ya primera dama. Vino sola, inauguró el Jardín de Infantes Nº 1, almorzó en la localidad de Ingeniero White y habló desde el balcón del teatro Municipal.

Pero hay una tercera visita. Que fue más bien un pasaje. Ocurrió en abril del año 1950, cuando Eva decidió tomar unos días de descanso en la ciudad de Bariloche, luego de sufrir un desmayo por un cuadro de anemia.

En ese viaje, casi secreto, el tren se detuvo unos minutos en Spurr, durante los cuales Eva se asomó por la ventanilla de su coche y saludó a unos pocos vecinos anoticiados del hecho. Testigos de época dan cuenta de ese suceso.

El diario El Atlántico publicó la foto de Eva saludando en la estación Patagones, donde la formación también se detuvo, que sin dudas refleja una imagen similar a la ocurrida en Spurr.

Homenaje al hombre de mar

La estación rinde homenaje a Federico Spurr, hombre de mar, quien desarrollara una labor clave como subprefecto de Patagones y comandante del buque Villarino, recorriendo la costa patagónica en misión de reconocimiento y patrullaje.

Federico Spurr falleció el 26 de junio de 1894, a sus 44 años de edad y sus restos fueron inhumados en La Recoleta.

“Apasionado por el mar, amante del trabajo, entusiasta, celoso en el cumplimiento de sus deberes, valiente a toda prueba, amigo leal, corazón en el que jamás encontraron albergue las pasiones mezquinas, esposo y padre cariñoso: he aquí a grandes rasgos las condiciones del extinto capitán de navío Federico Spurr, cuyos restos venimos a entregar a la madre común”, dijo —en su discurso de despedida— el comodoro Clodomiro Urtubey"

El buque Villarino, una leyenda de los mares del sur

El valor de un estilo

La denominada arquitectura de la revolución industrial inglesa fue difundida a escala mundial en sus formas y tecnología, la cual se manifestó en nuestra ciudad con una jerarquía inusitada a partir de la presencia de dos empresas de gran porte: el Ferrocarril del Sud y el Buenos Aires al Pacífico.

Los ferrocarriles materializaron su infraestructura entre 1860 y 1890, con destino a los puertos de Rosario, Buenos Aires y Bahía Blanca.

Cuando el ferrocarril aparece en nuestro país, había operado mejoras considerables, tanto en equipo como en su arquitectura, un sistema logrado por la suma de diversos elementos.

De allí su arquitectura sin antecedentes respondiendo a los ejemplos de Inglaterra. Las estaciones de línea y terminales, los depósitos, las cabinas de señales, los tanques de agua, todo es fruto de ese diseño.

Las estaciones intermedias como Spurr, de plataforma única o doble quedaban determinadas por las vías y la forma de abordaje al tren.

Las primeras fueron casillas prefabricadas de madera o de chapas, luego suplantadas por ladrillo, hierro, teja o pizarra, con volúmenes netos, remates de hierro forjado y maderas caladas.

El equipamiento de la estación siguió el mismo criterio. Los puentes para peatones, con columnas de hierro fundido y vigas de celosía que sirven de barandas, fueron hechos con el bajo mantenimiento, la economía y la flexibilidad.

El montaje —en seco— primó en los elementos auxiliares, desde los postes de luz hasta los refugios de estación, de madera y chapa acanalada.

Olimpo-Villa Mitre, disputándose un cartel

Marcar el territorio. Esa parece ser la consigna de simpatizantes de los clubes Olimpo y Villa Mitre que han elegido uno de los pocos carteles que queda con el nombre de Spurr para manifestarse. Así, el elemento que era originalmente de fondo verde y letras blancas suele variar sus colores de manera habitual, convertido en en estampa aurinegra, reconvertido en un símbolo tricolor. Hasta ese punto, la falta de cuidado de algo tan valioso.