Roma no paga traidores
La frase, del siglo II antes de Cristo, se puso de moda entre los libertarios para cuestionar a presuntos impuros en las filas de Milei. Pero el mayor imperio de la Historia se construyó en base a traiciones.
Jefe de Noticias de La Nueva. Analista político y conductor del programa de actualidad "Allica y Prieta a las 12" que se emite por La Nueva Play. Ha hecho coberturas políticas en el país y en el extranjero.
En una reciente visita a Italia, frente a su par Giorgia Meloni, el presidente Javier Milei dio uno de sus encendidos discursos y lo coronó con la siguiente frase:
"El que viene con agendas propias y no acata la línea del partido es expulsado. Voy a tomar una frase de aquí: 'Roma no paga traidores'".
No solo resultó ovacionado por el auditorio sino que esas palabras encandilaron a sus seguidores, que las empezaron a utilizar en las redes sociales para cuestionar con toda dureza a los dirigentes de La Libertad Avanza que se atreven a correrse aunque sea mínimamente de la bajada de línea presidencial.
La frase viene del siglo II antes de Cristo y se le atribuye al cónsul romano Cepión, quien no podía doblegar al caudillo lusitano Viriato, por lo que sobornó a tres de los hombres de confianza de éste último para degollarlo. Cuando fueron a buscar su recompensa, Cepión liquidó las expectativas de los traidores con esa sentencia. Ocurrió durante la conquista de lo que hoy es Portugal.
Sin embargo, la Historia (y sobre todo, la política) tiene sus matices. La construcción de Roma, desde la era republicana hasta la etapa de mayor expansión del imperio, está plagada de traiciones, sin las cuales no hubiera existido semejante desarrollo.
En este resumen, tres de los capítulos más significativos de esa saga.
El rapto de las sabinas
En el siglo VIII antes de Cristo, uno de los fundadores de Roma, Rómulo, estaba preocupado por la escasez de mujeres dentro de la incipiente población, lo cual ponía freno al crecimiento demográfico y planteaba debilidades futuras respecto de sus vecinos.
Según la mitología, simulando amistad, el primer rey romano invitó a un pueblo cercano, los sabinos, a que se unieran a un banquete que incluía juegos y demostración de destrezas. Los anfitriones emborracharon a sus visitantes varones, los enviaron de vuelta a su aldea y les raptaron a las mujeres.
Cuando los sabinos se dieron cuenta de la traición, les declararon la guerra, donde se impusieron las huestes de Rómulo que, a partir de entonces, pudieron ampliar sus posibilidades de procreación y le dieron vida a una tribu que, de otro modo, estaba condenada a la extinción.
Rómulo, dicho sea de paso, había quedado como único monarca de Roma tras asesinar a su hermano Remo, quien no respetó (traicionó) un acuerdo sobre cómo moverse dentro de los límites sagrados de la ciudad. En la Antigüedad era más común la competencia entre hermanos que la fraternidad.
El asesinato de Julio César
Julio César, quien vivió entre los años 100 y 44 antes de Cristo, es la figura más importante de la historia romana. General brillante y político hábil en extremo, sus campañas militares expandieron el dominio de Roma por casi toda Europa, incluyendo a la indomable Galia (hoy Francia) y penetrando en las inasibles Britania y Germania (Inglaterra y Alemania).
Su popularidad y su victoria en la guerra civil contra su exaliado Pompeyo aumentaron su poder hasta conseguir el cargo de dictador perpetuo, restando poder al Senado y dando comienzo al fin de la etapa de la República.
Pese a que se trató de una época próspera para Roma, las intrigas políticas, los intereses cruzados y los celos personales motivaron a un grupo de patricios a organizar un complot que terminaría con el asesinato del líder.
Entre los conspiradores (traidores) se encontraba Marco Bruto, a quien Julio César consideraba un hijo, al punto que la leyenda asegura que mientras el dictador caía ensangrentado por las puñaladas, dijo: "Tu quoque, Brute, filii mi!" ("Tú también, Bruto, hijo mío").
Luego del crimen, Marco Antonio, fiel a César, exhibió al pueblo el cuerpo del difunto y pronunció un panegírico relatado maravillosamente en la literatura por William Shakespeare e interpretado en el cine por el magistral Marlon Brando.
La muerte de Julio César es un hito fundamental en la historia de Roma, porque a partir de su muerte toma el poder Augusto, quien aniquila definitivamente a la República e instaura la era Imperial.
Calígula, el emperador depravado
Calígula fue el tercer monarca de Roma en la etapa Imperial, aunque tuvo un gobierno efímero, entre los años 37 y 41 después de Cristo.
Cruel, inhumano, perverso, atemorizó tanto al pueblo como a las cortes y la literatura moderna lo recuerda como el promotor de brutales orgías.
Un complot patricio, otro más, terminó con la vida de Calígula y promovió al poder a su tío Claudio, quien restauró el orden y expandió las fronteras romanas con la conquista de Britania. Es decir, esa traición contra Calígula permitió al Imperio retomar su senda de crecimiento.
No obstante, en el año 54 Claudio también fue asesinado por sus enemigos internos, probablemente por envenenamiento con la complicidad de su círculo íntimo. ¿Quién sería su sucesor? Nerón.
Pero dejemos la Historia acá.
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Las disputas de poder, las traiciones y los complots, así como los acuerdos transitorios o duraderos entre fuerzas divergentes, son el simiente de la política occidental, cuyo origen hay que buscarlo en Roma y Grecia antiguas.
En los códigos actuales, se le dice traidor a quien se aparta de un camino que nos parece correcto, pero no al que se aleja de un espacio diferente y se incorpora al nuestro.
En el caso libertario argentino, cualquier acusado de traidor es merecedor de una persecución implacable, especialmente en las redes sociales. El hostigamiento tuitero es una de las especialidades de los trolls de Milei, a quien muchas veces vitorean con la arenga imperial "Ave Miller", tomada del "Ave César", la clásica reverencia a los emperadores de Roma.