Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

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El Parque Noroeste, obras de mejora y preocupación por el futuro de un galpón

Nuevas obras realizadas por el municipio refuerzan el plan de puesta en valor del sector. Pero la posible demolición del que fuera el taller de Montaje puso en alerta a los vecinos.

Fotos: Emmanuel Briane-La Nueva.

Tal cual lo había señalado en su momento el intendente Federico Susbielles, la municipalidad comenzará esta semana obras de mejora y puesta en valor del denominado Parque Noroeste, un espacio verde de 35 hectáreas delimitado por calles Rondeau y Juan Molina, entre Sixto Laspiur y Malvinas.

La intervención tiene que ver con la realización de la iluminación de todo el sector, una mejora clave para potenciar su uso y mejorar las condiciones de seguridad. 

Se trata de otro paso hacia la consolidación definitiva del paseo como sitio de recreación y encuentro, luego de la importante labor que vienen desarrollando los vecinos desde hace al menos dos décadas, labor que comenzó a consolidarse en 2011, cuando la comuna logró la transferencia de las tierras y procedió a la demolición de gran parte del paredón de dos metros de alto que rodeaba su perímetro.

A partir de esa apertura se hizo visible un espacio que desde fines del siglo XIX y hasta casi fines del XX fue ocupado por instalaciones ferroviarias, un verdadero complejo industrial destinado a la reparación de máquinas y vagones, primero en manos de los ingleses, luego en manos del Estado nacional –en 1948, y privatizado en los 90. 

Desafectado de todo servicio en 1996, el lugar quedó completamente abandonado y poco a poco se transformó en un complejo fantasma. 

Comenzó así una historia de vandalización, a partir de la cual se fueron robando los elementos que formaban los galpones, desde sus cubiertas, pasando por su carpintería y todo lo que se pudiesen quitar. 

Por otro lado, el Estado nacional organizó varias subastas, vendiendo galpones metálicos enteros, herramientas, muebles y rezago ferroviario.

Fue entonces que comenzaron a tener protagonismo los vecinos. De manera individual primero, formando comisiones y foros después, sumando instituciones y ONGs, para poner freno a ese desmanejo y reconvertir el lugar en un parque. 

En un momento el municipio hizo un estudio de situación y decidió demoler casi la totalidad de los edificios existentes, todos en pésimo estado, por conformar un riesgo para quien transitara por el lugar.

Quedó de pie la estación de trenes, sobre calle Sixto Laspiur al 400, incendiada y demolida en abril de 2022, y parte del imponente galpón de Montaje. A partir de allí los vecinos comenzaron la plantación de árboles, se encargaron de limpiar el lugar y de comenzar a torcer su historia.

Alertas por el galpón

En las últimas semanas hubo reuniones entre funcionarios municipales y vecinos del barrio, para ponerlos al tanto de la puesta en marcha de la mencionada obra de iluminación, para luego avanzar de acuerdo a un proyecto realizado hace un par de años por profesionales de la Universidad Nacional del Sur.

Fue en esos encuentros que los vecinos tomaron conocimiento de la intención de demoler el galpón de Montaje, que además de su precario estado general resultó dañado en el temporal de diciembre del año pasado. Esa posibilidad puso en alerta a los vecinos, completamente en desacuerdo con esa medida.

“Ese galpón es el emblema del parque, el único que queda en pie. De ninguna manera hay que demolerlo, porque además no corre riesgo alguno de caída”, señaló a este medio Jorge Luna, un referente del barrio.

“Lo que históricamente se ha hecho en la ciudad es colocar vallas o demoler. Siempre son salidas facilistas. Hay edificios en mucho peor estado que el de Montaje y se han recuperado. Este tiene paredes de 90 centímetros, no tiene fisuras. Nuestra idea, además, es generar un parque temático relacionado con el ferrocarril y esta es la pieza clave para ese armado”, agregó.

Qué eran los talleres

“Los talleres invisibles”. Así definió la historiadora Ana Miravalles al complejo industrial que por décadas se mantuvo escondido detrás de ciegos paredones. 

Decenas de galpones, viviendas y edificios auxiliares eran parte de esta planta destinada a la reparación y reconstrucción de locomotoras, coches, vagones y furgones, y que sumaba varias actividades anexas, por caso la clasificación y almacenaje de piezas y material que se aprovechaba para fabricar herramientas, tuercas, calderas, eje de vagones.

“Como por efecto de magia la chatarra de chacarita desmantelada se remodela y ajustada a nuevo vuelve de un sueño de herrumbre a la bendición de los trigales para mover la producción a los puertos”, señaló una crónica de 1956.

Entre esos muros trabajaron hasta 1.200 obreros, distribuidos en las áreas de desarme y montaje, calderería, electricidad, herrería, mecánica, carpintería, aserradero, pintura, hojalatería, soldadura, remachado, fundición y modelado, entre otras actividades. 

 

De todo eso, nada existe. “Lo que parece haberse desvanecido en el aire no es únicamente una parte significativa de nuestro patrimonio, sino también nuestra propia conciencia de lo que sucedió. Al borrarse los edificios se borra la base material para la memoria y la identidad, no solamente la de los varios ferroviarios, sino también la de todos nosotros, habitantes de esta ciudad amnésica”. Ana Miravalles, Los talleres invisibles.