Grimberg: “El mejor plan ganadero que existe es el que conjuga previsibilidad y rentabilidad”
El presidente del IPCVA dijo que el sector debe incorporar tecnología si pretende crecer. También que es más importante incrementar la relación vaca-ternero que el número de cabezas.
Periodista. Círculo de Periodistas Deportivos de Bahía Blanca. Fue redactor de la revista Encestando (1985-2000). Desde 1987 trabaja en el diario La Nueva Provincia (hoy La Nueva.). Pasó por las secciones Deportes, La Región y La Ciudad, donde se desempeña actualmente. Está especializado en periodismo agropecuario desde 2001. Miembro de la Asociación Bonaerense de Periodistas Agropecuarios. Responsable de las páginas webs de la Asociación de Ganaderos (AGA) y de Abopa.
“Más de una vez se habla de programas ganaderos cuando, en realidad, el mejor plan que existe es el que conjuga previsibilidad y rentabilidad. Si se dan esas circunstancias, y las condiciones climáticas ayudan, aparecen dos factores: el primero es que el ganadero podrá invertir y, el segundo es que alguien desde afuera del sector verá la forma de ingresar para invertir”.
La declaración corresponde al Méd. Vet. Jorge Mario Grimberg, presidente del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA), acaso el dirigente bahiense de mayor representatividad a nivel nacional de la actualidad.
“Si miramos hacia adelante hay muchas cosas por hacer y para aprender aún en ganadería. Somos concientes de que existe un avance en la tecnología que debemos aprovechar. Por eso entiendo que el sector tiene mucho para crecer tal como, en su momento y aún hoy, lo hace la agricultura”, indicó.
Grimberg —en diálogo con La Nueva.— recordó que en nuestro país la ganadería es un bien cultural y que los productores, cuando llegó la soja por ejemplo, corrieron la frontera hacia el norte para no desprenderse de las vacas y seguir en la actividad.
“La ganadería también genera arraigo. Hoy, con el avance de la tecnología, se puede tener acceso a internet, incluso a internet satelital, con todos los beneficios que conlleva. Pero para eso debemos mejorar los caminos rurales, ya que no sólo se utilizan para la circulación de la ruralidad, sino para el turismo y hoy no están en las mejores condiciones”, señaló.
—Con la apertura de las exportaciones de carne vacuna de diciembre último apareció la previsibilidad, al menos por ahora…
—Claramente. No podés estar haciendo un novillo pesado y que de un día para otro te cierran la exportación. Hay que mantener los mercados abiertos para sumar países que se interesen por nuestra carne. Hoy existen muchos y diferentes nichos para que uno produzca, pero para eso no hay que cambiar las reglas de juego a mitad de camino.
—¿Cuál es tu visión respecto de la ganadería en el sudoeste bonaerense?
—En la zona sur estamos hablando de una zona mixta con predominancia de la ganadería; es casi un 70 %. El clima juega fuerte, pero hoy la zona tiene posibilidades de invertir en pasturas que le permitan cierta previsibilidad, especialmente en su fuerte: cría y algo de recría, y un poco de engorde.
—Más de una vez comentaste que el objetivo de la ganadería es llegar a un ternero por vaca por año...
—Eso es lo ideal. Tener una vaca que no te de un ternero es pérdida de tiempo y de dinero; de todo. Hoy existen sistemas de estacionamiento de servicio, tacto, revisación de toros, sanidad y generación de adecuada alimentación para preñar. Y esto es clave: si la vaca no come no se preña, o sucede muy poco.
“Lamentablemente, la relación vaca ternero en la Argentina sigue siendo del 60-65 %. Es decir, si cada 100 vacas producís 65 terneros tenés muchas que no hacen nada en todo el año. Algunas veces se dice que hay que aumentar el stock, aunque acá hay que hacer una aclaración: la Argentina llegó a tener poco más de 62 millones de cabezas (NdR: en 2007) y por distintas razones, entre climáticas y políticas, hoy estamos en alrededor de 54 M/C.
“Pero lo fundamental en la relación vaca-ternero es que hoy existen unas 22 millones de vacas y el año pasado, por la sequía, se vendieron 2,5 M/V. También es cierto que, desde el punto de vista reproductivo, se rejuveneció el rodeo porque quien vendió esa vaca vacía, o vieja, de manufactura o conserva, trató de reponerla con una vaquillona; con una nueva.
“Ahora, si tengo 22 millones de vacas y produzco 13 millones de terneros salta la importante cantidad improductiva. Con sólo 2 M/T más, hacia adelante contaríamos con una producción de carne relevante para exportar y para consumo interno. A esta altura está claro de que si crecemos en número de cabezas, pero no en la relación vaca ternero, tampoco sirve de mucho”.
—¿Cómo se trabaja respecto de las cuestiones medioambientales?
—Lo analizamos desde la visión de la Unión Europea, desde donde se pretende el cumplimiento de varios ítems como bienestar animal, sustentabilidad y la regulación 2023/1115, de la Unión Europea, que exige que los animales provengan de campos que no hayan sido deforestados.
“Tuve la posibilidad de dialogar con representantes de esos países (el último 3 de junio, en Bruselas) y están firmes en la decisión de comenzar el 1 de enero de 2025. Entiendo que es probable que se corra hacia adelante, ya que la medida se toma desde 2020 y para nosotros sería ideal desde 2023. Pero es un tema complejo.
“Hay otras cuestiones. Por ejemplo: si un campo se quema por cuestiones naturales, ¿cambia la condición? Otra. En la Mesopotamia se han plantado muchísimos árboles con miras a la industria papelera. Ahora, ¿cuando se los tala cambia el estatus del campo? En ocasiones aún no se conoce la respuesta, aunque sí está claro de que la idea es la protección del bosque nativo.
“La resolución también exige trazabilidad respecto del origen del animal. Si un ternero viene de una zona donde hubo deforestación no puede ser engordado y vendido a la Unión Europea. En este caso, los bovinos comprados deben venir de zonas libres de deforestación para terminarlo y, finalmente, venderlo.
“Son medidas que, lamentablemente, si no las cumplimos los clientes dejarán de comercializar. Pasa a ser una condición de compra o venta; ya no se trata de estar de acuerdo o no”.
—¿Imaginás un país sin vacunación antiaftosa?
—Empecé la actividad gremial en 1989 cuando me llamaron de Carbap para trabajar en el nuevo sistema de vacunación. Me pareció una buena idea. Y tal es así que la fundación de Bahía Blanca (Fubarosa) fue una de las primeras, ya que teníamos la experiencia de la vacunación de zona buffer del río Colorado, y con Luciano Miguens (NdR: ex titular de SRA entre 2002 y 2008) recorrimos muchos lugares explicando de qué se trataba. Desde entonces se permitió a la Argentina ser libre de aftosa con vacunación, aunque tuvimos un período sin vacunación que duró un año y pico; luego hubo que volver a armar todo.
“Hoy contamos con un sistema que, en muchos casos, funciona con piloto automático. En Bahía Blanca y Coronel Rosales hay vacunadores que están desde el principio y conocen a todos los campos, a la gente y demás”.
—¿Es una presión que Brasil haya dejado de vacunar?
—A ver. Brasil ya no vacuna, aunque en la frontera con Paraguay y con Uruguay lo sigue haciendo. Entiendo que si le va bien con la medida puede llegar a influir sobre Paraguay, Uruguay y nosotros, fundamentalmente por un tema de movilidad e intercambio comercial. Vale agregar que Bolivia también abandonará la vacunación.
“Una derivación de este tema es que hay países, como Japón y la República de Corea, que sólo compran animales desde la barrera del río Colorado hacia abajo. Pero ahí no tenemos una cantidad de hacienda suficiente para exportar. Es decir, han salido muy pocas toneladas cuando se trata de clientes de un potencial muy interesante.
“Son medidas (de la UE) que si no las cumplimos los clientes nos dejarán de comprar. Ya no se trata de estar de acuerdo o no”.
“Cuando arrancamos se trataba de un plan de erradicación y, ahora, dar un paso hacia adelante no es tan sencillo. Es decir, no hay consenso entre todos los actores para dejar de vacunar. Sí existe un cambio de estrategia por parte del Senasa, porque ahora se prevé vacunar primero a los novillos, que son alrededor de 2,5 millones y, luego, a los terneros con dos dosis. Y el resto quedará con una sola. Pero esto hay que terminar de charlarlo, sobre todo por las fechas”.
—¿Cómo es la situación en Uruguay?
—Tienen todo el país libre de aftosa con vacunación. La única diferencia es que cuentan con identificación individual electrónica y nosotros no.
—Justamente, ¿cuál es tu opinión sobre la trazabilidad electrónica?
—Senasa decidió incorporar, a partir del 1 de enero de 2025, la caravana electrónica para todos los terneros del país. Es un formato que, al cabo de 5 o 6 años, te permite cubrir prácticamente a todo el rodeo. La decisión de CRA (Confederaciones Rurales Argentinas) es que el sistema sea voluntario, no obligatorio. Igualmente, muchos productores ya lo están utilizando.
—¿Cuál es el costo de cada caravana y quién se hace cargo?
—Cuesta alrededor de U$S 1,20 por animal y es responsabilidad del productor. Y acá lo que se debe aclarar es que quienes tengan animales en campos que exporten a la Comunidad Europea y para la Cuota 481, deberán contar con este sistema por la exigencia de trazabilidad.
“La única excepción correrá para quienes estén registrados en el Visec, que es un sistema de trazabilidad para garantizar que la producción provenga exclusivamente de campos libres de deforestación”.
Sobre promociones, consumos y calidades
—¿Cómo se promociona un producto ya instalado como la carne argentina?
—Todos los países exportadores siguen yendo a las ferias mundiales y hacen fuertes apuestas de difusión en las redes sociales, donde hoy se hace la diferencia. La Argentina debe seguir presente en esos sitios porque, además, es muy importante en el actual contexto. No es difícil verlo de otro modo si lo que se pretende es tener cada vez más mercados.
—¿La carne argentina es la mejor del mundo?
—Si la miramos desde lo premium, sí. No hay otra semejante. Y tiene algo fundamental: el 80 % de la vida del animal se hace a campo, a cielo abierto. Eso le da un plus que otros países no tienen.
—¿La exportación seguirá firme?
—El país exporta el 30 % de la producción y el restante 70 % va al mercado interno. De ese 30 %, poco más del 70 % tiene a China como destino y, en menor proporción, Israel, la Comunidad Europea, Chile y otros.
“Los valores de la exportación a China, que hoy sigue comprando manufactura, conserva y algo de premium, no son buenos, pero así está el mercado. En 2023 se exportaron alrededor de 950.000 toneladas de carne vacuna y para este año se prevé un poco menos si se observa la marcha actual de la faena”.
—Si se produjera más, ¿crecería el volumen exportable?
—Seguro. Los Estados Unidos exporta un millón de toneladas, pero importa la misma cantidad. Vende la carne más cara a Japón y a la República de Corea y compra para hamburguesas. Aquí hay que decir que, ahora, la carne argentina está entrando allá por sus bondades de un gusto distinto, bien diferente al de ellos.
—¿Te preocupa la caída en el consumo de la carne vacuna en el país?
—Debemos precisar por qué cae el consumo. Y ahí aparecen tres o cuatro causas. La primera es que en 2023 se comercializaron 14,5 millones de toneladas de faena, en una menor oferta, ya que quien tenía un animal para llevar a más kilos lo vendió antes porque no tenía pasto como consecuencia de la sequía. Segundo: hay un cambio en el hábito. La gente hoy come 18 kilos de cerdo (NdR: por habitante por año) y 47 de pollo. Y 48, dos más dos menos, de vacuna. Ahora, si se suma todo estamos en 115 kilos de proteína animal, acaso el más importante del mundo.
“También está el tema económico, pese a que la carne tiene un valor razonable. Una pizza, que hoy vale 10.000 pesos, representa casi un kilo y medio de carne. Insisto: hoy la carne vacuna al mostrador no está cara respecto de otros productos.
“El otro tema importante es que la población argentina sigue creciendo, pero no se aumenta la producción cárnica. Y acá, entonces, volvemos a plantear la relación vaca-ternero del inicio de la charla”.