Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

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La misteriosa fuente de Villa Harding Green

Donada por una familia del lugar, la fuente se edstaca por su original diseño.

“Los eucaliptus enormes del parque, las fuentes, las rosas rojas que le gustaban a mi padre, los bancos de piedra; todo lo tengo presente en el postrer amor de las cosas de antes”. Corina Parral, "Villa Harding Green".

La fuente está ahí: enigmática, cercada y sin agua. Ocupa el centro de la plaza Ernesto Parral, en Villa Harding Green, uno de los barrios más antiguos de la ciudad, con fecha de fundación en 1907, cuando salieron a la venta los primeros lotes.

La obra es un misterio. Primero, al tratar de interpretar que representa.

Consta de un plato de material, que tiene una parte que se curva hacia adentro, generando dos pequeños cuencos. De ellos se eleva un elemento vertical, que se puede asimilar al tronco de un palo borracho, en cuya parte superior se advierten tres tiras que sostienen una especie de bolsa o pañuelo o lo que fuera.

Toda la obra está contenida dentro de una gran pileta circular, todo el conjunto rodeado por una verja de hierro. La fuente no funciona, no tiene agua, ni quieta ni en movimiento. El gabinete de un tablero que alguna vez ha servido para la instalación eléctrica está vacío. Si alguna vez hubo una bomba para hacer circular el agua, la misma ya no está.

¿Qué representa? No se sabe. Algunos hablan de un estibador, otros de algo que vierte agua en la fuente y hasta de Antoine de Saint Exupéry con su alforja con correspondencia antes de despegar del aeropuerto que funcionaba en el lugar.

Del chalet al paseo

De acuerdo a algunos vecinos, la fuente originalmente estaba en otro sitio, frente a uno de los tradicionales chaléts del barrio, donada por la familia Caro. En algún momento fue desarmada, estuvo tirada en un terreno de Araucanos y Pirovano hasta finalmente ser rescatada y rearmada en la plaza Parral, en la década del 90.

No se tiene certeza de la fecha de construcción de la obra, pero sí que es centenaria. Esa pauta la brinda una fotografía publicada en la revista Caras y Caretas de enero de 1920, donde se la presenta como parte de los “progresos edilicios” de la provincia y la define como “una fuente artística existente en los jardines de la plaza”.

La fuente en pleno funcionamiento, 1920

 La imagen muestra el detalle, no menor, de estar en funcionamiento, con un atractivo juego de chorros de agua y una especie de aro en la parte superior del elemento vertical.

Hasta el año pasado la fuente lucía un color verde, el cual generaba la sensación de ser una obra resuelta en hierro. Hace unos meses se la pintó de blanco, lo cual le da un aspecto que quizá tenga más que ver con la mampostería y el revoque realmente utilizados en su ejecución.

El singular remate de la obra

La Villa

Si bien la Villa tomó con el tiempo la calidad de ser un “barrio obrero”, su concepción original en 1907 fue la de servir como un lugar de descanso, en contacto con la naturaleza, un barrio donde despegarse del ruido de la ciudad, “una puerta de escape”, según se dijo en 1910. Un espacio “silencioso y fresco, donde el espíritu del hombre de negocios se libre de las contrariedades de la labor diaria, repose respirando el aire puro de la altura y se recree de la contemplación de los encantos de la naturaleza agreste”.

Ernesto Parral (1873-1925), cuyo nombre lleva la plaza, fue uno de los principales impulsores del barrio, uno de sus primeros habitantes y constructor de los chalets que conforman una postal del lugar.

Uno de los característicos chaléts de la Villa

En 1911 la empresa del Buenos Aires al Pacífico habilitó una extensión del tranvía eléctrico hasta el barrio, recorrido que se convirtió en uno de los paseos favoritos de los bahienses. Tomaban el coche en la plaza Rivadavia para un recorrido de 20 minutos hacia la zona alta, con vistas al puerto y a las Sierras. En el barrio funcionaba un recreo, donde se podía tomar una cerveza, jugar al sapo y pasar una tarde distinta.