29 de febrero: ¿qué pasaría si no hubiera años bisiestos?
Cada cuatro años el calendario sufre un pequeño cambio. ¿Cuál es la importancia de los años que tienen 366 días?
Imaginate vivir en el hemisferio sur y celebrar Navidad con una nevada. O estar en el hemisferio Norte y recibir cada año en la playa y con 40 grados.
Eso le pasaría al calendario terrestre si no se adicionaran cada cuatro años un día más en febrero para tener así un año bisiesto. Es que ese día extra que se agrega a finales de febrero cada cuatro años, garantiza que los calendarios estén sincronizados con la órbita de la Tierra a nuestra estrella, el Sol.
Concretamente, el planeta Tierra tarda 365,24 días en completar su órbita alrededor del Sol, equivalente a 365 días, 5 horas, 48 minutos y 56 segundos.
Después de cuatro años, esas horas sobrantes suman casi día entero (23.262222 horas). Es por eso que existen los años bisiestos para ajustar el calendario de 12 meses y alinearlo con el ciclo solar. Esta es la adopción generalizada del calendario gregoriano que garantiza la sincronización de días y meses con las cuatro estaciones que vivimos anualmente.
¿Por qué cada 4 años febrero tiene 29 días?
Sin esta pequeña corrección cada cuatro años, el calendario se desalinearían progresivamente, afectando desde la planificación de cultivos hasta la regulación del clima, explica Infobae.
Incorporar un día adicional cada cuatro años mantiene el calendario alineado con el año sidéreo. Sin embargo, esta medida no es completamente precisa. Según el doctor Bob Craddock, geólogo del Museo Nacional del Aire y el Espacio del Instituto Smithsonian, al agregar un día bisiesto cada cuatro años, prolongamos el año calendario en más de 44 minutos, lo que eventualmente afectaría el alineamiento de las estaciones.
La introducción del año bisiesto se remonta al calendario juliano, propuesto por Julio César en el 45 a.C. Este añadía un día extra cada cuatro años para compensar el desfase entre el año solar y el calendario. Sin embargo, esta solución generaba un exceso de ajuste temporal.
En 1582, el Papa Gregorio XIII introdujo el calendario gregoriano, refinando el sistema juliano. Manteniendo la idea del año bisiesto, se estableció que si un año es divisible por 100 y no por 400, se omite el año bisiesto, eliminando algunos bisiestos innecesarios. Sin años bisiestos, el calendario actual acumularía un desfase y a lo largo de los siglos, este crecería significativamente, afectando las estaciones y desencadenando consecuencias en la agricultura, el clima y otros aspectos vinculados al ciclo solar, dice Infobae.
Puede sonar como un enigma, pero este ajuste hizo que el calendario sea aún más preciso y, a partir de ese momento, se conoció como calendario gregoriano. Debido a esta regla, el año 2000 fue bisiesto, mientras que los años 1700, 1800 y 1900 no lo fueron. La próxima excepción será en el año 2100.
El 2024, al ser divisible por 4, cumple con la condición para ser un año bisiesto. Este año, la tradición de agregar un día se convierte en una práctica que conecta la antigüedad con la modernidad, recordándonos la importancia de mantener la armonía entre nuestro sistema de medición del tiempo y los ritmos celestiales.
¿Qué pasaría si no hubiera años bisiestos?
Si el calendario no hiciera esa pequeña corrección cada cuatro años, gradualmente se desalinearía con las estaciones. Durante siglos, esto podría llevar a que los solsticios y equinoccios ocurran en momentos diferentes a los esperados.
El clima invernal podría convertirse en lo que el calendario mostraba como verano, y los agricultores podrían confundirse sobre cuándo plantar sus semillas.
Según detalla un artículo de National Geographic, si no se toma en cuenta este tiempo faltante, cada 12 años los calendarios sufrirían un desfase de tres días e incluso las estaciones no podrían empezar en el mismo mes cada año. Un verdadero caos que podría traer más de una complicación en diversas áreas de la vida. (Infobae)