Bahía Blanca | Martes, 24 de junio

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“Ni es cielo ni es azul”, la novela donde conviven el amor, el desarraigo y el crimen

Fernando Blasco Martínez es periodista –egresado del Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica (ISER)- y está radicado en París luego de haber vivido varios años en Barcelona.

Fernando Blasco Martínez, autor del libro “Ni es cielo ni es azul”

“Le llamaban Manuel, nació en España, su casa era de barro, de barro y caña. Las tierras del señor humedecían su sudor y su llanto, día tras día”. Manuel, Joan Manuel Serrat.

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Fernando Blasco Martínez es periodista –egresado del Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica (ISER)— aunque ha ejercido poco esa profesión y sí ha desarrollado mucho su condición de escritor. Radicado desde hace tres décadas en Europa, primero en Barcelona, actualmente en París, ha publicado Ni es cielo ni es azul, editorial Equidistancia, a la que define como su novela “más compleja”, a partir de la historia de Nicolás y Cecilia, dos personas que se conocen en circunstancias muy particulares, que coinciden en la necesidad de encontrar su destino, y que terminen siendo parte de una compleja trama que involucra al amor, el desarraigo, la amistad y la lealtad. 

Todo comienza cuando Nicolás sube su nueva novela al sitio Amazon y allí el descubre que se ha vendido un único ejemplar, en un pequeño pueblo de Córdoba. Ocasionalmente en nuestro país, decide viajar a ese lugar para conocer a ese único lector.

Entrevistado por La Nueva. en su estudio de París brinda algunos detalles de esta obra y también de sus costumbres y modismos a la hora de escribir.

--¿Cuál es la situación personal de los protagonistas de la novela, quienes viviendo en lugares tan dispares como el Gran Buenos Aires y París terminan teniendo un singular encuentro en un pequeño pueblo de Córdoba?

--La situación surge a partir de Nicolás, un escritor que no ha logrado publicar ningún libro y que no se siente a gusto en París --las expectativas que tenía eran falsas o exageradas--, y si bien no tiene el deseo urgente de volver a la Argentina, tampoco encuentra el lugar donde vivir. Es un hombre desarraigado. El caso de Cecilia, la otra protagonista, tiene algunas similitudes. Hace un tiempo decidió que no quería vivir en Quilmes y se mudó a Villa del Totoral, en el Norte cordobés, donde la literatura y la naturaleza están al alcance de su mano.

--¿Cuál es el eje central del libro, la historia de fondo que usted buscó trasmitir?

--Leyendo la novela me di cuenta de que el tema principal es la manera en que lo masculino y lo femenino se buscan y se rehúyen. Lo masculino representado por Nicolás, por París, lo urbano, el ruido, la prisa, el artificio y el prestigio, lo femenino por Cecilia, Villa del Totoral, el silencio, la paz, los grillos y los amaneceres. Los dos desean lo que no tienen, y a la vez lo temen.

--El protagonista no se siente escritor pese a que terminó dos novelas. ¿Siente una frustración porque sus libros no se lean?

--Nicolás quiere sentirse escritor y trabaja para eso. Pero él necesita la confirmación en la mirada del otro, del lector, y saber que lo que escribe modifica de alguna manera el mundo en el que vive. Se puede interpretar como inseguridad o la necesidad de un espejo en el cual mirarse. Un lector es el que termina de darle entidad a un texto y cuando esto tarda o no se da es una frustración. 

--¿Qué lleva a la protagonista a instalarse en Córdoba?

--Supongo que cuando terminó los estudios se enfrentó a una vida de rutinas urbanas, de viajar dos horas para ir a trabajar, de volver enjardinada en tres colectivos durante otras dos horas, de tener un acceso difícil al silencio y al tiempo propio. Por el azar de las relaciones y por una cierta mirada romántica del campo decidió probar suerte en Villa del Totoral.

Temas entrelazados

“No había vuelta atrás. Se había enamorado de esa chica demasiado joven, demasiado distante, demasiado argentina. No tenía ninguna duda de que eso le traería problemas, faltaba saber qué dimensión tendrían”. Ni es Cielo ni es azul, Fernando Blasco Martínez.

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--Ha publicado cerca de 20 novelas. ¿Por qué ha mencionado que “No es cielo ni es azul” se trata de la más compleja que ha escrito? 

--Usualmente, mis novelas se componen de dos historias que se desarrollan paralelas y terminan por entrelazarse. La estructura de Ni es cielo ni es azul es similar pero son muchos los temas que la atraviesan. No es sobre el exilio, pero habla del exilio, no es sobre el abuso, pero también aparece en la trama, como el hecho de trascender, la amistad, la lealtad, la venganza. Es compleja en el sentido de que son muchos temas entrelazados los que la componen.

--A partir del encuentro entre el escritor y su única lectora toda una trama de situaciones. ¿Se trata del amor, del odio, de la venganza, hasta acciones criminales?

--Nicolás se pone el desafío de escribir una novela negra, pero se siente sin autoridad porque nunca vivió de cerca una muerte, ni mató a nadie. Por eso se pregunta si para escribir ese tipo de literatura debe ser capaz de matar. Y comienza a escribir la novela, que se va alimentando de las situaciones que vive, adaptadas al lenguaje y a las necesidades literarias. No sé si lo que quieren los personajes es entender sus vidas, o mejorarlas, hacerlas más suaves o más vivibles.

--Nicolás descree de las plataformas digitales para publicar un libro. ¿Habla eso de cierta postura tradicional?

--Descree de las plataformas digitales porque ofrecen una distribución a medias y desconfía del algoritmo. La otra mitad, tal vez tan importante como tener un libro, es que el lector sepa que existe. Personalmente pienso que el libro digital abre una nueva puerta de la edición, que no va a reemplazar a la tradicional pero que puede ser una alternativa. De hecho permite la aparición de pequeñas editoriales y eso está muy bien. Solo que hay que tener cuidado de no creer que por estar al alcance de todos, un libro va a vender.

--El título del libro es muy atractivo. ¿Cuál es el mensaje que buscó trasmitir con esa descripción de un falso cielo?

--Es un titulo consensuado con la editorial, el original era “Igual que la calandria”, pero creo que con Ni es cielo ni es azul ganó interés y simbolismo. La frase es una cita del poeta Argensola y habla de que nada es lo que parece, ni en la vida ni en la novela. Ni París es el prestigio para Nicolás, ni el amor es simple, ni el regreso es posible.

“Si no escribo lo siento en el cuerpo”

“Porque ese cielo azul que todos vemos,/ni es cielo ni es azul. ¡Lástima grande/que no sea verdad tanta belleza!”. Bartolomé Leonardo de Argensola (1562-1631),

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Blasco Martínez se fue muy joven a Barcelona, donde vivió 20 años, una ciudad a la que considera, junto con Buenos Aires, su lugar en el mundo. Las circunstancias de la vida lo llevaron luego a París, donde reside hasta el presente.

--¿Qué lo impulsó a dejar nuestro país hacerlo?

--Mi abuelo era de Barcelona y en mi casa se escuchaban palabras en catalán y anécdotas. Por otro lado, con diez años escuché una canción De Serrat, Manuel, que me cautivó y me hizo formar, una imagen personal, muy poética, de Barcelona. Cuando en 1986 le otorgaron a Barcelona la organización de las Olimpíadas del 92 yo me propuse vivir esos Juegos. Cuando llegué, la ciudad estaba levantada en obras, con un ambiente de fraternidad que nunca había vivido. Mi búsqueda era la de mí mismo, la de mis raíces, y la  de ser vecino del mar.   

--Usted es periodista, ¿siente que esa es su profesión más importante o le cabe más la de escritor?

--Soy periodista de título, pero apenas ejercí la profesión. En España casi no hay acentos extranjeros en los medios, hice mi programa sobre cultura latinoamericana en Badalona durante diecisiete años  y ahora uno de entrevistas en YouTube, Café Zoom. La de escritor sí, porque la desarrollé a través de veinte novelas, más algunas piezas teatrales y poemas casi inconfesables. Pero creo que una es complemento de la otra, no son excluyentes.

--Ahora vive en París. ¿Le resultan difíciles esos cambios de países, de costumbres y hasta de lenguaje? ¿Le gustaría volver a la Argentina? 

--Cada cambio de país implica un montón de cambios, estimulantes al principio y eso relativiza un poco la dificultad. Cada uno de ellos significó tanto esfuerzo como crecimiento y todos valieron la pena. Volver a la Argentina es un deseo que durante muchos años tuve muy vivo y presente en todo momento. Ahora, después de treinta años de vivir fuera, ocupa menos espacio, pero sigue en mi corazón, pero para realizarlo tendrían que cambiar muchas cosas. París es una hermosa ciudad, pero no es la mía. Mis ciudades son Barcelona y Buenos Aires. 

--¿Cuál es su metodología de trabajo como escritor? ¿Encuentra un tema, es metódico, escribe para que lo lean o por el gusto de escribir?

--Escribo cada día, al menos una página, es mi objetivo diario, que cumplo casi siempre. Una vez que la historia tiene una estructura en mi cabeza, avanzar se hace mucho más sencillo, porque los personajes me acompañan en todo momento y las ideas van apareciendo a lo largo del día. Escribir es una necesidad física, si no escribo lo siento en el cuerpo. Cuando estoy por terminar una novela la sensación es contradictoria. Por un lado quiero terminarla para que exista, por el otro sé que cuando la termine va a ser un nuevo exilio: ya no voy a vivir en esa historia, ni voy a ver a los personajes. Escribo porque me divierte, me hace sentir bien y es una manera de trascender.

“Ser padre significa renunciar a una buena parte de la vida propia”

--Tiene dos hijos que entiendo son chicos. ¿Eso ha sido un cambio en su vida?

--Luna y Bruno don dos seres de maravilla. Tienen 3 años y medio y una energía inacabable. Es un oficio muy cansador el de padre, pero a esta altura empiezan a ser personitas y la ternura y el asombro que dan valen largamente la pena. La vida cambia mucho, porque aparece el miedo, que antes casi no existía, y también porque la elección que hicimos con su madre, Julia, es que crezcan sin pantallas, y eso implica dedicarles mucha más atención, tiempo y esfuerzo. Ser padre significa renunciar a una buena parte de la vida propia, implica una movida multiplicada y llego al final del día agotado y feliz. Están creciendo bien y dicen pechito argentino cuando se señalan el esternón.

--¿Cómo ve a la Argentina hoy?

--Mafalda tiene una frase que sigue vigente: Lo urgente no da tiempo a lo importante. Aparentemente hay señales de recuperación a nivel macroeconómico pero a la vez que la pobreza sigue creciendo a niveles inaceptables. Llevamos varias décadas de ineptitud y de corrupción. Me preocupan mucho algunas actitudes del gobierno, visos autoritarios, nada nuevo en la Argentina, pero que se los ejerce sin prejuicios, casi con orgullo. La lectura positiva que hago es que la irrupción de Milei los dejó a todos desorientados; nadie sabe muy bien qué está pasando ni donde ponerse. Me gustaría pensar que merecemos algo mejor, que todavía no conocemos.

--Última: ¿Es lector? ¿Cuáles son sus autores o libros preferidos, los que lo han marcado o de alguna manera guiado?

--Siempre he disfrutado de la lectura. Llevo un par de años leyendo menos de lo que me gustaría, porque el poco tiempo que tengo lo dedico a escribir. A eso se suma el hecho de que en Paris no hay librerías en castellano, de manera que me veo forzado a comprar formato ebook, una experiencia a la que le faltan al menos dos sentidos que complementan la lectura y que son importantes, el tacto y el olfato, El primer autor que me deslumbró fue Dostoievski. Después me enamoré de varios autores, Dalmiro Saenz, Tomás Eloy Martínez, Adolfo Bioy Casares, Juan Marsé, Manuel Vázquez Montalbán, Bernardo Atxaga, Quim Monsó, Daniel Pennac, Milan Kundera. También lo hicieron Jasques Brel y Joan Manuel Serrat.