El puente que perdió su lago
La obra cuenta una historia, la de un lago que ya no está, la de un cauce ausente.
Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
El puente es atractivo, simple, de forma curva y con poca elevación. Apenas siete escalones son suficientes para llegar a su reducido tablero. Está en el arque de Mayo, a pocos metros de la ex pista de atletismo del club Estudiantes. Debajo de la estructura solo hay tierra. Ninguna huella que indique la preexistencia de un cauce o el paso de una corriente de agua.
Por curiosidad o como un juego, igual hay quienes lo cruzan. Pero la obra tiene un porqué. En una época, por debajo de ese puente, pasaba el agua del lago.
Fue construido para permitir uno de los cruces en su parte angosta del lago del paseo, el que originalmente cubría gran parte del llamado Parque Municipal, la generosa porción de tierra diseñada como parque y donada por sus propietarios al municipio, dentro del que sería el primer barrio parque de Sudamérica, bautizado “Adornado”.
Ese lago original ya no existe, quedó fragmentado de manera definitiva a principios de 1950, cuando las máquinas excavadoras ingresaron al parque para abrir el canal Maldonado.
Hasta entonces ese tajo no existía: el arroyo aliviador había sido rellenado con tierra en 1906, para dar continuidad al barrio. Cuando llovía en la zona serrana y el Napostá se reconvertía en un arroyo furioso, desbordaba el dique construido en la zona del puente ferroviario y el agua inundaba el parque, llegando hasta la avenida Alem, y todo el sector de las villas.
Cuando se concretó la obra del derivador, el lago quedó dividido. Una parte del lado del monumento al general San Martín, la otra dejó de existir y el agua que corría por debajo del puente dejó de hacerlo.
Pero mientras otros puentes similares fueron demolidos en algún momento, este sobrevivió y da testimonio de esta historia.
Sus paredes laterales sirven hoy para contener murales, grafitis y leyendas. A su manera, habla.