Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

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Autos made in Punta Alta: la fábrica de Edgardo Silva

Nació un 13 de enero de 1939, en Buenos Aires. Sumó una gran creatividad a su oficio de chapista, para dar nacimiento a sus automóviles originales que al día de hoy siguen generando admiración.

Fotos: Archivo Histórico Punta Alta

Por el Archivo Histórico Municipal

   Un creador, muchas veces comienza su arte inspirado en algo que lo precede. Algo que conoce y le suma su talento, su arte y su tiempo.

   Edgardo Silva, puntaltense por adopción –nació un 13 de enero de 1939 en Buenos Aires- sumó una gran creatividad a su oficio de chapista, para dar nacimiento a sus automóviles originales que al día de hoy siguen generando admiración y sorpresa.

   Edgardo, hijo de Carlos Reinaldo Silva y Élida Correa, vivió parte de su infancia en Coronel Pringles, donde se instaló a instancias de su hermana mayor que emigró con su esposo hacia esa zona de la provincia de Buenos Aires.

   Desde temprana edad, inició su labor en taller de chapa y pintura, y en la década de 1960, viene a Punta Alta e instala junto a su hermano Carlos un taller en calle Rivadavia 120.

   El taller de los Silva, rápidamente funciona bien a nivel económico y se transforma en uno de los lugares de reunión de los aficionados al deporte motor del barrio circundante. Barrio en el que los muchachos se vinculaban con otros talleres como el de Ranieri Ortube, el de Nicolás Impollino y del reconocidísimo Héctor Santos “Coco” Ilacqua.

   Luego de casarse con Dora Elba Fiezzoni, Edgardo instala su taller en su casa de calle Pellegrini 421 separándose de su hermano que instala el propio en la primera cuadra de calle Paso.

Bandera de largada para la construcción artesanal

   El fin de la década de 1960 y el inicio de la de 1970 marca el auge de los fabricantes artesanales de automóviles llamados AFF (Armado Fuera de Fábrica). Edgardo Silva realizó modificaciones a diversos automóviles, pero la razón que lo llevó a destacarse fue la construcción de automotores construidos con mecánicas de industria nacional para los que Silva –inscripto como Constructor de automóviles- fabricaba su propio chasis y carrocería.

   Estos prototipos artesanales se patentaban y se registraban en el Registro del Automotor local, tanto motor como chasis, adjuntando la documentación de los mismos, demostrando y asentando que el diseño no era una copia.

   “Quizás todo esto comenzó cuando éramos chicos y vivíamos en General Lamadrid. Construíamos con nuestros amigos, pequeños TC, en madera trabajada, con suspensión independiente y ruedas directrices. […] Puede ser que en aquellos años haya prendido la idea de hacer estos autos. Pero no le quepa la menor duda: la satisfacción que nos da culminar una tarea de este tipo, carece de todo precio”, palabras de Silva, que se rescatan de un recorte de un diario de 1973.

Los NAMUNCURÁ Turismo: detalles y avances

   El prototipo artesanal que inició la serie de Edgardo Silva, fue el Namuncurá T 71 (La T de Turismo y el número corresponde al año de presentación del modelo).

   Le llevó un año de trabajo completarlo, de 1969 –donde comenzó con los bocetos del mismo- a 1970. La mecánica del T 71 fue tomada de un Renault Gordini 1093.

   El chasis realizado en estructura tubular y a él se adaptaron los elementos originales del Gordini: motor, caja de velocidades y dirección. El flamante prototipo fue presentado a la sociedad puntaltense en una exhibición en Casa Botelli e Hijo, comercio ubicado en Humberto 526, a la que asistió gran cantidad de allegados y público ávido de conocer la obra.

   El siguiente prototipo construido llevaría un motor Renault 1903: El Namuncurá T 72, basado en el anterior modelo y sobre la experiencia adquirida. El sucesor del T 71, cosechó elogios y comentarios positivos en las distintas exposiciones, como en la Expo Auto de Mar del Plata y fue vendido a un particular oriundo de la localidad de San Martín, Buenos Aires.

   Silva admitiría que muchos allegados le manifestaban que los autos que construía eran de mecánica pequeña y en su siguiente creación procuró preparar un prototipo que soportara un motor F-900. El Namuncurá T 73 se basaba en una carrocería de un Ford 1927, a la que se sumaba un chasis más robusto para aguantar mayor peso.