Bahía Blanca | Sabado, 27 de abril

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Sixto Laspiur: la calle del Noroeste, lugar de fondas, hoteles y paredones

Cada calle, cada barrio, cada esquina tiene una impronta, su manera de expresarse.

Fotos: La Nueva.

Es una calle distinta. Por paisaje, por conformación, por historia y por los cambios que fue teniendo con el paso del tiempo. Tomó el nombre del médico Sixto Laspiur en 1909, dejando su anterior denominación de Santa Cruz. Laspiur llegó a Bahía Blanca en 1839 y fue el médico del fuerte durante 43 años, hasta su fallecimiento en 1882.

Ese año ya era uno de los bordes del Bahía Blanca al Noroeste, el ferrocarril británico que llegó con sus rieles a Bahía Blanca en 1891. Al 400 se ubicaba la estación de trenes y la terminal del tranvía, transporte de pasajeros que llegaba hasta Villa Harding Green. Como consecuencia de esa presencia, el lugar estaba poblado de fondas, restaurantes, bares, hospedajes, hoteles y todo tipo de comercio que atendiera el incesante movimiento de gente. Primero se canceló el tranvía, años después el tren. El lugar dejó de ser lo que era.

El paisaje original de una calle con extraordinario movimiento de personas (Fotos gentileza Archivo de la Memoria, UNS)

Por ser orillera del ferrocarril, entre la avenida Colón y Juan Molina, una de sus líneas municipales está materializada por un paredón de casi un kilómetro, ladrillero, de dos metros de alto. El que ocultaba los galpones, talleres y demás edificios que componían ese mundo ferroviario.

Por eso caminar Sixto Laspiur sorprende. Su arquitectura, algunos (pocos) edificios ferroviarios, la ausencia de otros, la inesperada presencia del Diego del 86, un club camino al centenario.

El art decó aporta su glamour

En apenas seis cuadras es posible hallar cinco frentes art decó. Puede parecer llamativo, pero este diseño se repite por cientos y cientos en todos los barrios. Un estilo al que los estudiosos definen como “refinado, elegante y sensual”, que refleja parte del espíritu de una época, entre 1920 y 1940, de progreso técnico y económico, el período de entreguerras.

Contundente primera muestra. Geometría, recuadros bajo relieve, el tradicional abanico, los círculos concéntricos. Un estilo sinónimo de glamour, adoptado por Miami, Nueva York y por las estrellas de Hollywood. Una fachada distinta, marcando su presencia.

Otro medlo con un frente reducido, una vivienda desocupada, tapiada la ventana para evitar okupas, cruzada una cadena en la puerta. No hay cartel de venta o alquiler. Sólo la desocupación para una historia que se desconoce. Una joyita del estilo.

No siempre el art decó abarca toda la fachada. A veces es un gesto, un detalle. En este caso en el remate, de entrantes y salientes, escalonado. Y un aporte adicional: el diseño del poste para la electricidad, con una base para el medidor y un poste que se angosta hacia lo alto.

Pero la oferta no termina, sigue. A pura geometría y diseño.

La casa de patios, la vivienda de los gringos

Lo que siempre aparece, lo que siempre da gusto encontrar es la casa chorizo, la casa de los gringos. Recostada sobre una de las medianeras se ordena la tira de habitaciones. La puerta de ingreso con sus vidrios repartidos da paso a una galería cerrada que conduce a los locales del fondo, la cocina y el baño. Pero además la tipología suma otros componentes. El paredón a media altura con la reja sobre la línea municipal, los pilares marcando el ingreso, el patio al frente con un naranjo o un limonero. Cuando está todo, es un tesoro.

Otro paredón y su rejería. Centrada la puerta de acceso al patio, con pilares más elaborados, un juego de colores y, sobre la puerta de entrada, un arco de medio punto elevado forma parte de un frontis curvo, un guiño al barroco.

Otra casa chorizo, rosa sus molduras, cerrada a la calle por un paredón ciego que genera más seguridad, producto acaso de una mala experiencia que además llevó a sumar un alambre de púas. El remate más elaborado, con molduras y salientes.

En la variedad, el gusto

Difícil asignarle a algunas obras un estilo. Una casa alejada del modelo italiano, con una cornisa superior con dos filas de tejas. Revoque símil piedra, pintura en su zócalo y una rejería con triglifos que se repite en los pilares que rematan la casa y en la puerta principal. Dos curiosidades. La tapa del gabinete de electricidad con las siglas de las Empresas Eléctricas Bahía Blanca –concesionado el servicio al Buenos Aires al Pacífico— y a falta de un buzón un dibujo que da cuenta de esa existencia virtual.

Un imponente frente combinando revoque con paños de ladrillos. Tres puertas de acceso. Acaso una vieja pensión. La propiedad está a la venta. Pero en realidad no existe, es sólo fachada, el interior está vacío. Falta empujar ese muro para tener el terreno disponible.

Una rareza y algo más. Un cartel indicador de la mano de circulación. Un poco oxidado. Pero el nombre de la calle que figura no es Sixto Laspiur. ¿Un nombre anterior? ¿Santa Cruz?. No. Dice “Alsina”, con las letras dadas vueltas. Sabrá Dios como llegó a ese sitio.

Después, los detalles. Un mosaico con una Virgen, más viviendas cerradas con candados, un particular tratamiento al metal que cierra una cubierta interior y el ciego paredón que llega hasta Juan Molina, el que debería estar abierto, dejar de ser una barrera.

La vieja estación de chapa

“Vieja, cansada y vacía/Estás con tu soltería/Esperando en el andén;/Presagio del que regresa,/Se te quedó la tristeza/ De tu viaje a Guatraché”. Estación del Noroeste, Joaquún Andueza, 1949

Es el gran símbolo que ya no está. Que el fuego consumió, o el descuido, o el olvido. La vieja estación del Noroeste fue demolida el año pasado, luego de quedar de pie a pesar de ser arrasada por las llamas. Quedó el vacío y el recuerdo.

Los grupos de las murgas que solían utilizarla se encargaron de hacer una intervención sobre el lateral de un vagón que hace décadas está quieto el andén. El frente del viejo edificio es ahora un mural, casi en la misma escala del edificio que ya no está.

A pocos metros se ubica uno de los pocos galpones que ha sobrevivido, ocupado por una empresa, como depósito. El uso garantiza su supervivencia. Arquitectura utilitaria, industrial, sin más pretensiones que cumplir una función. En esa simpleza la semilla del movimiento moderno de arquitectura.

El aroma que se eleva

“Su olor medicinal dan a la sombra/los eucaliptus; ese olor antiguo/qué, más allá del tiempo y del ambiguo/lenguaje, el tiempo de las quintas nombra”. Adrogué, Jorge Luis Borges.

Si fueron terrenos ferroviarios es imposible no encontrar eucaliptus. Plantados por los ingleses, rápidos de crecimiento, sombra garantizada. La fotografía de este ejemplar no trasmite su verdadero tamaño. Falta la escala del hombre para admirar su altura y su porte. No todos han corrido la misma suerte. Unos metros más adelante, sobre la vereda, dos han sucumbido, quizá enfermos, quizás por riesgo, quizá sin sentido.

Tenis, fútbol y la magia del diez

De pronto aparece lo impensado. En bronce, el Diego, cabeza levantada, con el muslo empujó la pelota y luego la durmió en el pie. Está fuera de la cancha, detrás de un arco, una figura de 2,70 metros realizada por Carlos Benavídez. Es el Diego en el minuto 32 del segundo tiempo de la final del Mundial 86. Una pose que es un ícono. Fue colocada en 2007, la primera del país dedicada al Diez, que cuándo visitó la ciudad no hizo tiempo para conocerla, a la cual llegó la Dalma, tiempo después.

Finalmente, el ferroviario Tenis club, fundado en 1928, en tierras cedidas por los ingleses para la práctica de ese deporte y que extiende su historia hasta nuestros días, con plena actividad y proyectos. Es también un ejemplo del uso que se puede dar a estas tierras que llevan décadas en manos del Estado Nacional sin ninguna acción concreta a favor de la ciudad.

Final

Cada calle, cada barrio, cada esquina tiene una impronta, su manera de expresarse. Por eso caminar la ciudad es una manera de conocer su historia, de plantearnos interrogantes, de leer en sus capas el paso del tiempo.

En este caso apoyados en la arquitectura, el arte inevitable, el que está en las calles con la capacidad de trasmitir un relato. El poeta Octavio Paz lo definió de la mejor forma. “La arquitectura es el testigo insobornable de la historia, porque no se puede hablar de un gran edificio sin reconocer en él al testigo de una época, su cultura, su sociedad, sus intenciones”.