Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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La noche que Fito y Charly tocaron en La Barraca, por el simple gusto de cantar

A 30 años del lanzamiento del LP "El amor después del amor", se estrenó la miniserie que rescata la vida de Fito Páez. La obra se apoya en otra gran figura del rock nacional como es Charly García. Los dos actuaron varias veces en nuestra ciudad. Pero una presentación conjunta en 2002 derivó en un hecho que, por enorme, quedó muy cerca de ser parte de un sueño.

Fotos: Archivo La Nueva. y gentileza Sebastián Vilchez y Daniel Randazzo

“Escucho un tango y un rock y presiento que soy yo y quisiera ver al mundo de fiesta”. Yo no quiero volverme tan loco, Charly

“Dar es dar. Es solamente una manera de andar. Dar es dar, lo que recibes. Es también libertad”. Dar es Dar, Fito.

A sus 36 años de edad Lucas sospechó que uno de sus recuerdos más nítidos podía ser nada más que un sueño, un producto de su imaginación. Su memoria le indicaba que veinte años atrás, a fines de 2002, mientras regresaba de un boliche en calle Fuerte Argentino, pasada la medianoche, le llamó la atención la mucha gente fuera del pub La Barraca, mirando al interior del local, agolpada en la puerta, donde parecía que se celebraba una verdadera fiesta.

Intrigado, recuerda haber mirado por el vidrio y descubrir que arriba de una tarima cantaban, juntos, Charly García y Fito Páez. A pesar del gentío, no le resultó difícil entrar al local y allí, desde muy cerca, ver en vivo, en persona, a estos dos grandes del rock nacional.

Hace unos días Lucas recordó aquella vivencia, mientras miraba la serie sobre la vida de Fito, y dudó, dada la magnitud de sus protagonistas, si la misma había sido real o era producto de un sueño, de una fantasía.

Como en la película Yesterday --donde el protagonista descubre que ni Harry Potter ni Los Beatles existieron--, Lucas googleó buscando aquel recital. “Charly Fito Bahía Blanca 2002”, escribió. Nada. “Fito Paez recital Bahía Blanca”. Nada. No podía creerlo. Ese recuerdo que tomaba ahora una dimensión extraordinaria podía ser parte de un engaño de su mente. Recordó entonces que aquella noche de pronto inexistente estaba con su amigo de toda la vida. “Bruno, ¿vos te acordás de haber visto a Charly y Fito cantando juntos en La Barraca?”, le preguntó. “¡Claro! --contestó Bruno-- ¿Cómo no voy a acordarme? Entramos juntos, no lo podíamos creer”, contestó. La respuesta terminó por volver realidad el sueño y esa vivencia (maravillosa) llevó a tratar de rearmar lo ocurrido, 21 años después.

Tengo algo que darte en mi corazón

En 2002 Fito y Charly eran figuras legendarias. El amor después del amor –el álbum más vendido de la historia del rock nacional— cumplía diez años, lo mismo que el LP Yo no quiero volverme tan loco. A nuestra ciudad llegaron como parte de un espectáculo único, organizado en tres noches con el nombre “Bahía Vivo”, en el estadio del club Liniers, de la mano del productor Daniel Randazzo, que sumaba, además de Fito y Charly, a Diego Torres, Marcela Morelo, Victor Heredia, Juan Carlos Baglietto y Lito Vitale. La primera noche, el viernes 6 de diciembre, Charly abrió la serie. Una hora después, subió Fito.

 

Si bien los diarios mencionan que unas 3 mil personas disfrutaron de aquella primera noche, Randazzo, desde Buenos Aires, refiere hoy otra realidad. “Para lo que significaba ese espectáculo fue poca gente, no vendimos más de 1500 tickets. Eso sí, con cualquiera que hables te va a decir que aquella noche estuvo en el lugar”, comenta.

Charly arrancó su recital a las 22, vestido con un saco bordó largo, remera negra sin mangas con cola tipo pianista y pantalones negros muy ajustados. Diez dedos largos y flacos sobre el piano, con María Gabriela Epúmer en guitarra.

A la hora fue el turno de Fito, que arrancó con Tumbas de la Gloria y Circo Beat. Minutos después, lo inesperado. Charly, acaso aburrido, volvió a subir al escenario. Fue el delirio. Con Fito hicieron tres canciones, cerrando con Yendo de la cama al Living (“Podés saltar de un trampolín, batir un record en patín, podés hacer un gol y podés Llevar tu nombre al cielo”).

Antes de la medianoche los dos dejaron el escenario acompañados por una ovación. Habían dejado lo mejor de ellos y un poco más. Pero lo mejor de esta historia estaba por venir.

Cena, adrenalina y música

La historia que Lucas creyó había sido un sueño se empezó a gestar después del recital. Porque después de cenar en un restaurant céntrico Charly seguía con la adrenalina a mil, de muy buen humor y con ganas de seguir cantando.

“Estaba tan entusiasmado que del restaurant (Paparazzi, Lamadrid e Yrigoyen) nos fuimos a la Barraca (Fuerte Argentino 650, hoy Bronx). Charly le había pedido a su gente que le llevaran su teclado. Cuando llegamos al lugar había poca gente y en el escenario los instrumentos de un grupo local que había tocado más temprano. Charly fue directo al escenario. Yo me senté con Fito en una mesa. Cantó algunas canciones solo y le hizo señas a Fito para que lo acompañara. Ahí estaban otra vez los dos, en vivo”, recuerda Randazzo.

Randazzo, Carly, Epúmer y Fito, cenando en Paparazzi. De allí, a La Barraca

Otro testigo de aquel momento fue Fernando “Tero” Rabbione, propietario del pub. “Me acuerdo clarito de esa noche. Quedaba poca gente en el bar y de pronto llegó el representante de Charly y me pregunta si podía tocar. Le dije que sí, pero que no le podía pagar. Pero no era por plata el asunto. Al rato bajó de una combi, lo recibí, dejó la campera en mi oficina y se subió al escenario. El resto de la comitiva, incluido Fito Páez, ocuparon un par de mesas. Me acuerdo que el representante de Charly me hizo un pedido singular: necesitaban un baterista. Por suerte los chicos de la banda que había tocado todavía estaban en el pub, así que le hice el comentario del pedido al baterista”, menciona el empresario.

Rabbione recuerda que en pocos minutos el local se llenó. “Estaba casi vacío pero al rato salieron los chicos de los boliches vecinos y cuando vieron que estaban Charly y Fito entraron. En nada se juntaron 500 personas. El entusiasmo era tremendo, pero todo fue muy tranquilo. Cuando terminaron de cantar, después de más de una hora, se fueron enseguida”, señala.

Pero hubo un componente adicional. Minutos después el representante de Charly volvió al pub. En el apuro, el cantante había olvida su Montgomery. “Eso fue todo, increíble y tranquilo. Al ratito no quedaba nadie en el local, salvo los músicos de la banda que había tocado esa noche, esperando vinieran a buscar sus equipos, entre ellos el baterista, que había sido parte de algo único”.

La historia en primera persona

Aquella noche mágica tuvo un componente especial. Que no fue menor y que hoy permite tener una visión distinta, con detalles que de otra manera sería imposible conocer. Porque si bien Charly llevó su teclado y con eso le alcanzó para cantar sus primeros temas, en un momento sintió que necesitaba la batería. En la barra, mirando el show, estaba Sebastián, de 22 años, baterista de la banda que había tocado temprano. Charly lo invitó a subir para que lo acompañe.

Un buen show de Blakgamon. No imaginaban lo que venía

El relato que sigue fue escrito esta semana por el mismísimo Sebastián, dos décadas después y a las pocas horas de contactado para que recordaba aquella experiencia.  Lo hizo a través de un escrito que maravilla, emociona y nos transporta a aquel momento en piel y corazón. Charly y Fito en la Barraca, 2002, desde la mirada y el sentimiento del sorprendido baterista. Letra a letra, por Sebastián Vilchez, en diez partes.

Blackgamon en acción (I)

“Por aquel entonces Sergio, Juan, Daniel y yo teníamos una banda de covers llamada Blackgamon, la cual se encontraba en un momento de popularidad. Comenzó siendo un grupo de amigos del secundario que se juntaba en una habitación a hacer música. Gracias a la ayuda de seres queridos y con mucho ensayo hicimos un repertorio y comenzamos a tocar en fiestas y en bares.

Con el tiempo viajamos a otras ciudades y a la costa, llegando a tener presentaciones todos los fines de semana. Uno de los lugares de la ciudad donde actuábamos era La Barraca, donde siempre fuimos bien recibidos, donde las bandas podían tocar en vivo”.

Yo estaba en un club, no había casi luz (II)

“Esa noche (6 de diciembre de 2002), Charly y Fito tocaron en Liniers y nosotros nos quedamos con ganas de ir, pero coincidía el horario del recital con la prueba de sonido para el show en La Barraca. Mientras esperábamos para actuar, compartiendo el tiempo con amigos, fueron llegando algunas personas que habían ido al show y nos contaban que había estado increíble, a la altura de lo que se esperaba, con Charly y Fito compartiendo el escenario en el cierre.

Charly sube al escenario en Liniers y se suma a Fito.

Quedamos un poco desencantados por no haber podido ir, pero ya era hora de subir a tocar. Nuestro show estuvo genial y, como era habitual, nos quedamos disfrutando de la noche hasta que llegara el transporte para llevar los equipos.

En ese momento se acercó Roberto, nuestro manager, y nos pide que no desarmemos nada porque iba a venir Charly García a tocar unas canciones, que estaba de buen humor y que necesitaba que lo ayudáramos a conectar micrófonos e instrumentos. Nuestra respuesta fue "Claro, si, como no, seguro que va a venir". Pero como nos hablaba tan en serio y con evidente emoción confiamos en su palabra. "Va a venir", insistió”

Se vino la rumba del piano (III)

“Avanzaba la madrugada y la gente comenzaba a retirarse poco a poco cuando de repente llegó una persona con un teclado bajo el brazo y preguntó por los músicos. Era un teclado especial, con unos dibujos hechos con pintura de aerosol. Solo podía pertenecer a una persona en el país. Nos acercamos al escenario y nos comenzó a pedir detalles del audio, que quería un micrófono por acá y un amplificador allá. Preguntamos qué estaba ocurriendo y la respuesta fue una: “Charly está en camino”.

Fue en ese momento que su asistente me menciona que Charly iba a tocar unas canciones con su teclado pero que luego me iba a invitar a tocar la batería. Me explicó que serían bases simples, que solo lo siga y disfrute, que estaba todo bien. Yo tenía 22 años y si bien contaba con experiencia en el escenario por un momento pensé en lo que estaba por suceder. Charly era parte de la cultura nacional, su obra enorme y su música estaba en el inconsciente colectivo. Así que compartir escenario me generó mucha ansiedad, quería estar a la altura del compromiso y pasarla bien. Por otro lado, sabía que Charly se encontraba en un momento de muchísima intensidad y que podía suceder algo inesperado de un momento a otro y no quería ser yo quien lo ocasione. Traté de relajarme y que las cosas sucedan”.

Un escenario vacío, Un libro muerto de pena (IV)

“Con el bar casi vacío (éramos nosotros, nuestro manager, el personal y alguno que otro por ahí), escuchamos un ruido de puertas y gritos. Al mirar hacia la entrada lo vemos a Charly, rodeado de personas y buscando el escenario. La energía que tenía era indescriptible, mirando hacia todos lados sin importarle la gente, preguntando por el teclado y pidiendo le habiliten el sonido. Quedamos en estado de shock, viendo como comenzaba a usar nuestros equipos. Fue entonces cuando miramos a un costado y vemos a Fito Paez detrás nuestro, con las manos en los bolsillos, en una actitud muy relajada y sonriendo, en plan de disfrutar a su maestro. Lo saludamos y nos quedamos junto a él unos instantes. Cuando miramos al escenario el bar se había llenado, al máximo, no sabíamos de donde había salido tanta gente. Pero el motivo era claro: ¡Charly y Fito juntos, en un bar de la ciudad, a punto de brindar un show a los que estábamos ahí!”

Un aplauso para Sebastián (V)

“Nuestro manager nos llamó y nos llevó junto al escenario, detrás de una cinta puesta por la seguridad de Charly. Desde afuera nos pedían que los hiciéramos pasar, pero nada podíamos hacer, no era nuestro show, éramos espectadores de lujo, ¡El show era del maestro!

No recuerdo con que tema comenzó, pero fue solo a piano y voz y al primer acorde comenzamos a aplaudir. Nadie podía creer lo que estaba sucediendo. La gente en la calle se pegaba a la ventana tratando de ver, todos querían entrar pero la capacidad estaba superada. De pronto las puertas se cerraron.

Al rtimo de Charly, al ritmo de Fito. Sebastián fue parte de la banda

Luego de unos temas, Charly dispara unas bases con la batería electrónica, siempre de muy buen humor. Se me acerca entonces el asistente y me dice que me prepare. Charly toma el micrófono, agradece a los presentes y a nosotros por prestarle los equipos y pregunta por el baterista. Yo, sin saber qué hacer, levanté la mano y él, con una sonrisa, me mira y dice "Un aplauso para Sebastián que va a tocar conmigo unas canciones". ¡Cuánta humildad! ¡Sabía mi nombre!. ¡Por eso es el más grande!”

Yo quise el fin y había más; Yo quise más, no había fin (VI)

“Subo al escenario, la gente aplaudía y Charly me marcó el ritmo, me pidió que lo siga y comenzó a tocar “Tu Amor”. Por un instante quedé sin saber qué hacer, sentado en la batería, mirando al público. Entonces veo a mis compañeros de banda que me alentaban con sus manos. Casi sin darme cuenta estaba llevando el ritmo, simple pero contundente, con el genio a un metro frente a mí, mirándome de reojo y sonriendo, ¡un recuerdo imborrable! Siguió con Yo no quiero volverme tan loco y otros temas. En un momento comenzó a tocar Influencia y, si bien su ritmo es de rock, lo interpretó con elementos del tango. Ahí no pude seguirlo. No porque no pudiese sino porque no podía creer la versión que estaba creando. Me quedé sentado, viéndolo desde mi batería, asombrado por lo que estaba haciendo. Recuerdo sus manos características recorriendo el piano porque, por sobre todo, él es un estudioso, profesor de piano y, además, ¡tiene oído absoluto!”

Yo era un pibe triste y encantado de Beatles, Caña legui y maravillas (VII)

“Pero la noche recién arrancaba y en un momento Charly pide por Fito y con su dedo lo convoca al escenario. Fito se acerca y sonríe, cómplice, atento a cumplir los deseos de su majestad. Todos comenzamos a corear su nombre. Fito sube y pasa al teclado, Charly se para y pide una guitarra. Juan, mi compañero, le alcanza la suya. La conectan al amplificador, ya eran casi las 5 de la mañana y el rock volvió a suceder, ¡Y yo testigo y protagonista de ese momento!

Entre los tres hicimos una poderosa versión de No llores por mí Argentina. Para esa altura yo ya me encontraba cómodo, tocando fuerte y con más intensidad. Charly lo nota y me marca el ritmo. Luego comienza a solear con la guitarra de una manera tan natural que todos nos quedamos extasiados.

Seguimos con Funky, Me siento mucho mejor y Demoliendo hoteles, ¡la Barraca era una fiesta! La gente en la vereda era cada vez más espiando y escuchando lo que estaba sucediendo. En un momento Charly pidió unas bebidas, charló con la gente y pregunta que canción querían escuchar”.

Sweet Home Bahía Blanca (VIII)

“Por aquel entonces sonaba en la radio el disco “Demasiado Ego”, con una versión demoledora, en vivo, de Sweet Home Alabama. Lo llamo entonces a Fito y le digo si quería tocar esa canción, pero con la letra diciendo “Sweet Home Bahía Blanca”. Fito aprueba la idea y le comenta a Charly. ¡Fue increíble la versión que hicimos! Todo el público cantando y bailando, ¡Ahora sí, era un sueño cumplido!

Aunque seguíamos con ganas, hicimos un tema más y el show finalizó. Nadie quería que acabe, pero ellos venían de actuar en el estadio ¡Demasiada energía por un día! Se pararon, saludaron al público y la ovación fue total. Luego se acercaron hacia mí y le hacían señas al público para que me aplaudan. Yo no podía creerlo. Con mucha vergüenza recibí el aplauso. Fito se acercó, me abrazó, me felicitó y me acarició la cabeza. Luego Charly se fundió en un abrazo conmigo. Yo no quería soltarlo, ¡dame un poco de tu talento! pensaba. Luego de mira, sonríe y me agarra los cachetes. En ese momento quedé parado en la batería, tratando de procesar lo ocurrido, mirando al público y ellos mirándome. Todos sin saber lo que habíamos presenciado".

No sé si lo entenderás. Yo siempre estuve aquí (IX)

“Al bajar del escenario, veo a mi compañero Juan Pablo dándole la guitarra a Charly para que se la firme. Charly no tenía con qué, pero de pronto apareció un destornillador en sus manos. Se arrodilló, puso la guitarra en el piso y marcó el logo de “Say No More” en el cuerpo del instrumento, haciendo saltar la pintura, ¡Un momento de película! Esa guitarra sigue hoy día teniendo esa firma, una huella imborrable.

La guitarra que en 2002 firmó Charly con un destornillador: las iniciales de Say no more

Luego todo terminó. Así como llegaron se fueron, ayudados por la seguridad ya que el público quería quedarse con algo de ellos. Nuestro manager estaba exultante. "Les dije que iba a venir y encima vinieron los dos, ¿qué me dicen ahora?" Lo felicitamos y nuestra banda se quedó brindando, aunque el brindis duró poco ya que quedaba trabajo por hacer, ¡teníamos que desarmar todos los equipos!

Llegamos a nuestra sala de ensayo a descargar todo y contarles a familiares y amigos lo vivido. ¡Nadie podía creerlo! Como aún seguíamos emocionados decidimos ir a celebrar a un bar del centro, donde tocábamos habitualmente. Había pasado más de una hora y la noticia se había corrido: Blackgamon había tocado con Charly y Fito en La Barraca. Llegamos y todos querían saber los detalles, ¡Pero nosotros aun estábamos procesándolo! Charlamos y contamos lo que pudimos, brindamos y comimos y luego cada uno se retiró a su casa”.

Yo soy un vicio más. En tu vida soy un vicio más (X)

“Si bien las experiencias son intransferibles, esta historia quedó marcada a fuego en todos los que estuvimos presentes, sobre todo la humildad y el respeto de estos dos artistas enormes. Pocas veces en esta ciudad tenemos una experiencia de cantantes consagrados brindando su arte para unos pocos, en un momento tan íntimo. Mientras recuerdo esa noche, a pedido de Mario, y escribo estas líneas, suena en la radio Tu Vicio ¡Siempre presente el maestro!

Ah, casi lo olvido, aquella noche nos quedamos con un souvenir: el vaso en el cual Charly tomó su whisky. ¡Salud!”

Final

“Yo extraño esa fascinación/Un poster y una Gibson Les Paul/Que nunca voy a olvidar/Recuerdo un día como hoy/Me fui de casa a tocar rock & roll/Y no volví nunca más”. La Rueda mágica, Fito.

El grupo Blackgamon se separó un año después y cada músico siguió su camino. Sebastián se dedicó a su oficio, a estudiar música y producción y hoy tiene un proyecto de rock alternativo con canciones de autor. A pesar del tiempo transcurrido aquella noche sigue presente en la vida de cada uno de sus integrantes. ¿Se acordará Fito de aquel momento? No es posible saberlo. Trasladada la inquietud a su encargada de prensa, Jimena Arce, contestó que era complicado trasmitirle la inquietud. “Lamentablemente Fito está con una agenda demoledora y no hay manera de poder preguntarle”.

Lucas, que espió por el vidrio del pub. Sebastián, que tocó la batería, no estaban soñando. Ninguno de los dos. Eran simplemente parte de una realidad hecha sueño. Testigos de la noche que Fito y Charly hicieron música en la Barraca. Nada más que por el gusto y el placer de hacerlo.