Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Las farolas de Daub: una obra de arte en la entrada al parque de Mayo

Nacido en Alemania y radicado en Bahía Blanca en 1923, Baltazar Daub fue uno de los herreros artísticos más destacados que tuvo la ciudad. Su calidad técnica y creativa dejaron un legado que hoy se puede admirar en el conjunto de farolas que luce la arcada de acceso al parque de Mayo.

Fragua, carbón, yunque, hierro y tenazas. Son algunas de las herramientas con las que trabajan los herreros artísticos. Se trata de un oficio antiquísimo, una de las ocupaciones protagonistas de la Edad Media. Nuestra ciudad cuenta con un rico conjunto de trabajos realizados por estos maestros herreros a principios del siglo XX, verdaderas joyas artesanales que vale la pena descubrir.

Un producto que ejemplifica ese legado lo conforman las farolas ubicadas en el portal de acceso al Parque de Mayo, tres luminarias de hierro: una sostenida por una cadena en el arco central, dos amuradas en los laterales. Hay que levantar la mirada para verlas. Hay que detenerse para apreciarlas. Hay que prestarles atención para admirar el trabajo realizado.

Las farolas de hierro en el portal del parque de Mayo

Han pasado 81 años desde su colocación en 1942, es decir que al menos cuatro generaciones de bahienses han pasado por el sitio y quizá no han prestado atención a esa presencia. Sin embargo, la memoria colectiva permite que siempre alguien aporte un dato relevante: “Esas farolas las hizo Daub”. Y si el portal no tiene un constructor definido –el mayor aporte de mano de obra fue de obreros municipales--, esas piezas de hierro tienen un autor reconocido: Baltazar Daub, un artista que las diseñó y modeló en su taller en nuestra ciudad.

El portal en 1942, año de su construcción

Golpe a golpe

La herrería artística consiste en calentar un metal para así volverlo maleable y poder forjarlo, es decir moldearlo a golpes de martillo. Las herramientas habituales son el fuelle para soplar el fuego, el yunque, martillos de diversos pesos, un tornillo de banco, herramientas para el corte, limado y conformado y una variedad de tenazas para sostener el hierro caliente mientras se lo trabaja.

Los estudiosos del oficio se refieren al herrero como “una persona con un perfil peculiar”, debido a la mezcla de la técnica que desarrollan para forjar el metal y un gran sentido de creatividad. Una capacidad para fabricar productos a partir del talento y la originalidad.

Herramientas e instalaciónes típicas de una herrería artística

El diseño –sea una reja de balcón, una farola, una baranda-- siempre acompaña al proyecto edilicio, lo cual exige que el herrero posea conocimientos de arquitectura. Se trata en definitiva de un artista.

Amor generacional

“Esas farolas las forjó mi abuelo”, menciona Alejandrina Daub en un comentario realizado sobre una fotografía del portal publicada en una red social. Su hermano, Sergio, da cuenta también de otras obras que realizó su abuelo. “Hizo la carpintería del Correo --primera cuadra de calle Moreno-- y las primeras columnas de iluminación del barrio parque Palihue. Yo tenía en mi poder una farola de su autoría que era una maravilla, un trabajo hermoso que lamentablemente me robaron”, agrega.

Farola del portal, vista inferior

Baltazar Daub nació en la provincia de Ziegelhansen, en Alemania, y llegó a nuestra ciudad en 1923, a sus 32 años de edad, en compañía de su mujer, Elizabeth Meier, y de su pequeño hijo Walter, de dos años de edad.

Se instaló en una típica casa chorizo de Zelarrayán 814 –todavía de pie— y al fondo del terreno, lugar generalmente asignado a la huerta y al gallinero, montó su taller de herrería, cuyo edificio también todavía existe.

La vivienda familiar de Zelarrayán 815, típica casa chorizo, y el galpón donde funcionaba la herrería.

“No trabajaba solo. A su lado estaba mi abuela Elizabeth, que se vestía con una especie de mameluco de cuero y se encargaba de dar vuelta la fragua. Trabajaba a la par de mi abuelo, en una época en que cada trabajo se forjaba a golpe y remache. Mi abuela era increíble”, señala Sergio.

Elizabeth Meier, Walter y Baltazar Daub, a poco de su arribo a nuestra ciudad. (Foto gentileza Sergio Daub)

En guías publicadas en nuestra ciudad en la década del 30, figura un listado de 50 herreros, sin detallar especialidades, pero dando cuenta de la demanda que existía en el rubro. Daub figura junto a nombres como Herminio Rech, Toti y Cruccianelli, José Volpe, Luis Ficcadenti, Vicente Ricciardi, Primo Marchesi y Rómulo Sinigaglia, entre otros.

Mi hijo el ingeniero

Baltazar falleció el 18 de junio de 1965, a sus 74 años de edad. Una breve nota necrológica publicada en ese diario daba cuenta de su oficio y destacaba además “su corrección de procederes y condiciones personales”.

Para entonces, su hijo Walter (1921-1977) se había recibido de Ingeniero Químico en la Universidad Nacional del Litoral, era docente de la Universidad Nacional del Sur y una suerte de celebridad local por los ensayos que realizaba con la cohetería, según diseños de su autoría y mediante ensayos que realizaba en el barrio Palihue y en el salitral de la vidriera, ante una numerosa cantidad de curiosos.

El ingeniero Walter Daub en uno de sus ensayos de cohetería

Sus búsqueda se relacionaba con la voluntad de perfeccionar el funcionamiento de los cohetes, los cuales posibilitarían el envío de naves al espacio, tecnología que alcanzó su punto más alto en 1969, con el envío de la nave Apolo XI, tripulada, a la Luna.

Final

Suele decirse que una persona sigue viva mientras se mantiene en la memoria de la gente. Baltazar y Elizabeth están presentes en la memoria de sus nietos y bisnietos y en cientos de vecinos que conocen su trabajo. Pero además sobreviven en su obra, en su legado material. Las farolas del portal, por caso, son una clara muestra de ese talento técnico y artístico. Y si bien en los papeles esas luminarias no están consideradas como bien patrimonial de la ciudad, son piezas que no necesitan de esa formalidad para ser reconocidas como tal.