Bahía Blanca | Jueves, 02 de mayo

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Las dos mujeres que cuidan la salud de la Fragata Libertad

María José Brussain y Bárbara Nestares son la médica y la bioquímica, respectivamente, de la embarcación más icónica de la Armada Argentina.

Fotos y videos: Pablo Presti y Francisco Villafáñez - La Nueva.

Una es médica; la otra bioquímica. Una ya tiene una Campaña Antártica en sus espaldas; la otra está viviendo sus primeras experiencias en altamar.

A ambas las une el amor por la bandera y la pasión por el próximo horizonte. La posibilidad de ser útil a su Patria más allá del terruño propio, sinónimo de seguridad. Y también algo que no puede obviarse tan fácilmente: en su campo, son de los mejores recursos humanos con los que cuenta la Armada Argentina.

La fragata Libertad tiene varias mujeres en su tripulación: marineros, suboficiales, oficiales, gavieros y demás. Diferentes estamentos, distintos niveles, un mismo objetivo. No quieren ni hablar de machismo en una profesión históricamente vinculada al hombre: de hecho, miran casi cuestionando, diciendo “¿de qué me estás hablando?”. Deconstrucción, le dicen; al menos, para quien mira desde afuera y con todos los prejuicios juntos. En este lugar, y si es que quedan, las diferencias entre los géneros permanecen en tierra.

María José Brussain (izq.) y Bárbara Nestares.

“Acá -afirman, orgullosas- uno llega por sus aptitudes personales y especiales. Una mujer es un igual en todo momento y en cualquier actividad que se lleve a cabo”.

La cuestión vinculada a la salud en la embarcación más icónica con la que hoy cuenta la Armada Argentina no es algo para tomar a la ligera: en medio de viajes que duran varios meses, la atención profesional médica, odontológica o, incluso, los controles y análisis bioquímicos, son absolutamente necesarios. La embarcación cuenta hasta con una suerte de quirófano para atender urgencias; sin ir más lejos, en el último viaje -previo a su paso por Bahía Blanca, antes de ingresar al dique sector en Puerto Belgrano- hubo que realizar una operación de urgencia por apendicitis.

Ahí es donde entra en escena María José Brussain. Joven pero ya veterana de varias campañas en distintas embarcaciones de la fuerza, es uno de los médicos de a bordo que, junto con otro profesional, cubre los turnos diarios. No solo viajó por algunas bases antárticas, sino que también trabajó en el Hospital Naval de Puerto Belgrano y sirvió junto a los Cascos Azules de la ONU.

“Uno llega por aptitudes especiales a este lugar. Después, como puede pasar en otros ámbitos, va a llegar un momento en que estemos muchos días a bordo, compartiendo varios días juntos y recorriendo distintos lugares -cuenta-. Es lo mismo que cualquier trabajo común y corriente”.

Para Bárbara Nestares, la idea es la misma. Bioquímica de profesión, su trabajo no es simplemente extraer sangre y analizarla; de hecho, normalmente esos estudios ya están hechos para el momento en que se alista la tripulación para embarcarse. Su labor también se extiende a realizar algunos análisis preponderantes, como la calidad del agua que se toma a bordo -normalmente se bebe un agua de mar, desalinizada-, la fumigación de la embarcación o hacer un stock previo de los medicamentos y elementos de salud que puedan necesitarse durante la travesía.

“Acá la mujer cumple las mismas funciones a bordo. Estamos totalmente integradas tanto en lo que se refiere a la plana mayor como para el resto de la dotación”, asegura.

 

Historias de la fragata: el marino, su hija, el elefante y la Barbie Mariposa

 

En la fragata, el sector destinado al cuidado de la salud dista mucho de ser gigante, pero cada centímetro está optimizado: cuenta con un quirófano, sala odontológica, sector de internación con una decena de literas y laboratorio bioquímico; todo en un sector que no tendrá más de 30 metros cuadrados, en el interior del barco. La idea es siempre que las atenciones se lleven a cabo en otros lugares, en tierra firme, pero las urgencias hay que atenderlas en el momento; incluso, para ello existe una suerte de tratado tácito de solidaridad internacional, dependiendo del país y puerto más cercano.

Pero hasta que la ayuda arribe, la atención corre por parte del persona de a bordo.

“Tanto la fragata como el rompehielos Almirante Irízar nos generan muchísima expectativas -asegura Brussain-. Yo había conocido este buque cuando estaba haciendo el curso de incorporación y tuve la oportunidad de hacer navegación corta; esta es la primera vez que voy a hacer el viaje y completar el año en el destino”.

Ser parte de esta tripulación, reconoce, genera muchísimas expectativas

“Fue una gran sorpresa porque no tenía prevista la posibilidad de navegar. Desde que llegué me sentí muy bien recibida; me siento muy contenida y muy contenta”, aclara.

Para ella, formar parte de la fragata y la Armada “no es un trabajo más, sino una forma de vida”.

 

Curiosidades de la fragata Libertad

 

“¿En qué lugar mejor que en un buque de instrucción uno puede brindarle atención a los cadetes y guardiamarinas que van a ser los futuros oficiales de la fuerza?”, explica.

Nestares, por su parte, asegura que “hay bastante trabajo en el área de sanidad”.

“Somos un grupo de ocho personas que trabajamos todos los días acá: cuatro enfermeros, dos médicas, un odontólogo y yo, así que nos complementamos muy bien. Tratamos de dar respuestas a las consultas que puedan surgir a bordo, aunque lo más frecuente son las cinetosis -mareo por movimiento- o vértigo”, señala.