Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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Sin misterios: para bajar la inflación, hay que bajar el déficit fiscal

También se debería mantener un nivel de emisión que se aproxime al crecimiento del PBI, asegura un especialista local.

A pesar del mal dato de inflación de la semana pasada, la pregunta obligada ya no pasa por el diagnóstico, sino por la solución de un flagelo que sacude desde hace muchos años a nuestra sociedad.

Pero lo que para muchos se presenta como algo excesivamente complejo e intrincado, para el economista local Carlos Dabús no tiene demasiado misterio, aunque no significa que sea simple hacerlo: para reducir la inflación, no hay otra salida más que reducir el déficit y evitar una política monetaria excesivamente expansiva, es decir, no emitir tantos pesos.

“No hay demasiado misterio. La emisión de pesos por encima del crecimiento de la economía es la principal causa de la inflación en el largo plazo, y la causa de esa emisión generalmente es el déficit fiscal, producto de un nivel de gasto público que, como no se financia, con recursos propios, se lo hace con emisión”, explica Dabús, bahiense (de Bella Vista), profesor de grado y posgrado en la UNS y un estudioso de los procesos inflacionarios tanto en Argentina como en el resto de América Latina.

Claro que, como reza el refanero popular, del dicho al hecho hay un largo trecho. Y en materia de ajuste del déficit, vaya si lo hay.

“Reducir el déficit fiscal es algo que se dice fácil, pero que no es tan sencillo ponerlo en práctica, porque más del 70% del gasto público está dado por las jubilaciones y el gasto social, y ya se sabe que ajustar esas partidas es doloroso. Por eso, los gobiernos prefieren ajustar en inversión pública”, explicó.

Pero para Dabus, no todo pasaría por ajustar gastos, sino, también, por actualizar los ingresos del sector público.

“Me parece que hay margen para subir impuestos progresivos. Y en tal sentido parece preferible este tipo de opciones a tener un proceso crónico de alta inflación, ya que no solo es un impuesto regresivo, es decir, afecta más a los que menos tienen, sino que también tiene efectos perjudiciales sobre el crecimiento económico. Por eso, se trata de elegir el mal menor”.

También llamó a concentrarse en los ítems no prioritarios del gasto, de manera de obtener una baja del rojo fiscal.

“Insisto en que la clave está en una reducción paulatina y continúa del déficit fiscal acompañada de una emisión monetaria que acompañe al crecimiento de la producción, ya que de ese forma se podrán conseguir índices inflacionarios más en línea con los que tienen los vecinos de América Latina. Pero para eso hace falta tiempo y perseverancia, no hay magia ni resultados inmediatos. En tal sentido, me parece que pasar de una inflación del 102% anual a una de un dígito en el muy corto plazo no es factible”.

Acotó que ni la dolarización ni un nuevo Plan Convertibilidad como el de los ´90 son opciones convenientes para atacar el problema. Ambas alternativas implican entrar en un marco de policía económica muy difícil de abandonar, como lo demuestra la experiencia de la convertibilidad.

“Más aún, la idea de dolarizar me parece simplemente inviable, sencillamente ¡por qué no hay dólares! Además, es renunciar a que el Banco Central haga política monetaria, y por lo tanto fiscal (N de R: administración de la cantidad de dinero con propósitos reactivantes o de estabilización de precios), porque dependés de lo que haga la Reserva Federal de EE.UU. Esto implica renunciar a la posibilidad de hacer políticas anticíclicas que mitiguen los ciclos económicos, y en particular las recesiones”.

“Tampoco sirven en este contexto los congelamientos de precios y salarios. Solo eliminación gradual de las causas de la inflación, que son el déficit e incurrir en emisión sin respaldo, serán la solución a largo plazo que permita bajar la inflación de forma sostenible.”