Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Del otro lado del mostrador: ¿cómo combaten la inflación los almacenes en Bahía?

Los aumentos obligan a los comerciantes a ingeniárselas para mantener sus negocios en pie. La Nueva. recorrió barrios bahienses para hablar con ellos, quienes contaron sus experiencias.

Alberto, dueño de un minimercado en Cooperación II. (Fotos: Pablo Presti - La Nueva.)

   “Vendés, vendés, vendés y llega fin de mes y no te queda nada. Lo único que te queda es lo que comiste y pagaste”.

   Así describió Alberto, dueño de una despensa en el barrio Cooperación II, su forma de lidiar con la inflación, mientras se mostraba indignado por la situación que atraviesa el país.

   Si bien los clientes se ven afectados por la suba de precios, la inflación alcanza también a quienes venden y deben ingeniárselas para paliar la situación. Lo fundamental, según dicen, es mantener el negocio en pie. Y muchos no lo han logrado: llama la atención la cantidad de comercios barriales, de esos que habían permanecido en el mismo sitio por varios años, que tienen las puertas cerradas y los vidrios cubiertos con cartones. 

   El INDEC informará hoy los números de la inflación de agosto que, según las proyecciones, reflejarían una baja en comparación a julio. De acuerdo a los datos recabados por el CREEBBA e IPC Online, entre los rubros más afectados en Bahía Blanca se encuentran los bienes y servicios varios, así como alimentos y bebidas. 

   Alberto atiende desde hace décadas su autoservicio en Panamá al 3400. “Gracias a Dios trabajo bien, pero ni siquiera le puedo decir a mi vieja de ir a cenar algún lugar. No se puede, no te da porque lo que te gastás hoy lo sufrís en 20 días”, dijo.

Heladera vacía destinada a la venta.

   Además, contó que constantemente debe actualizar los precios porque sino no le alcanza para reponer la mercadería, ya que los valores de los proveedores son “muy caros”. 

   Al frente de ese comercio Alberto ya sobrevivió a dos crisis inflacionarias. “Esta es mi tercera vez con la inflación: la primera fue la hiperinflación de los militares y la segunda la de Alfonsín. Me derrumbaron las dos. Y ahora con experiencia la estoy zafando para mantener, porque crecer, no crecés”, explicó. 

   La principal diferencia radica en que ahora puede mantenerse en contacto permanente con los distribuidores que le van informando sobre los aumentos en las listas de precios: “Todo es así ahora, por WhatsApp”, dijo el hombre, mientras mostraba la conversación con uno de sus proveedores que le sugería un aumento del 17 %.

El chat de Alberto con su proveedor.

   Contó también que los comentarios de sus clientes van “desde palabras hermosas hasta palabras horribles” y se quejó porque “siempre la cara visible es uno, porque por ahí vienen y te dicen: ‘Alberto, esa masita la pagué $ 100 la semana pasada…’ y qué querés que le haga”.

   A pocos metros del local de Alberto, se encontraba Franco acomodando la mercadería en un polirubro. 

Franco.

   Para lidiar con la inflación, en ese comercio “compramos mercadería y la guardamos para stockearnos”, contó el joven, ya que “cada vez que vamos al mayorista encontramos los precios al valor que los vendemos, entonces se complica”. Tienen como proyecto “cambiar la etiquetadora”, porque la remarcación de precios es cosa de todas las semanas. 

   Cada cliente que pasaba por ese negocio se llevaba poca mercadería: lo justo y necesario. “La gente se queja mucho, pero es lo normal ya, está naturalizado. Dicen que nada se mantiene en el mismo precio y que cambia todas las semanas y es cierto”, concluyó Franco.

   Por su parte, Analía, una comerciante del barrio Universitario, dijo que hace mucho tiempo que atiende en ese lugar. “Es un bajón todo este tema, pero no nos queda otra, hay que seguir para adelante”, manifestó. 

Analía.

   Sobre los precios, dijo que “antes se marcaba con el 30 % –por encima del valor del mayorista–, pero ahora no puedo marcar menos del 50 % porque no tengo la plata para reponer después y además tengo muchos gastos fijos”.

   “La gente está disconforme con este tema, porque la plata que tenés hoy no te rinde. Todos se quejan”, explicó. Sin embargo, reconoció que la ubicación de su comercio, en 12 de Octubre al 900, es estratégica por su cercanía con la universidad. Por eso, aunque las ventas bajaron, “no me puedo quejar”. 

   En un sector más alejado del centro, la realidad es diferente.

   Claudia, dueña de un autoservicio en Esmeralda al 500, contó a La Nueva. que debe tener en cuenta otros factores a la hora de aumentar los precios de la mercadería: “La gente no puede”, advirtió. 

Claudia.

  Por eso, tiene que buscar la manera para que los valores no impacten tanto en la economía de los vecinos del barrio Thompson. “El pan dentro de todo lo mantenemos –ejemplificó–. No puedo ponerlo a $ 300 porque acá hay familias que tienen muchos chicos y ¿cómo hacés? Porque con 1 kilo de pan no comen todo el día”.

   De todas formas, cada vez que reponen mercadería, deben hacerlo con los precios actualizados. “Cuando vos vas al mayorista, pagás determinada cantidad de pesos, pero cuando vas a los quince días pagás el 25 % más”, observó.

   “Tratamos de pasarla, no más. Es mantenerse y gracias a Dios nosotros lo estamos haciendo”, concluyó la comerciante.

   Una situación similar es la de Sofía. Dijo que para sus clientes en el barrio 1° de Mayo es complicado seguir el ritmo de los aumentos constantes, por lo que intenta actualizar de a poco.

Sofía.

   “Actualizo muy poco la mercadería, porque tampoco le puedo ‘arrancar la cabeza’ a la gente –consideró–. Hay familias que tienen más de 6 hijos acá”.

   Sin embargo, la mujer que hace 6 años se encuentra al frente del almacén en 17 de mayo al 1600, observó también que la situación es difícil para los comerciantes. “Hay muchos negocios que han cerrado acá, a mí me da pena”, finalizó.  

   Por último, en un negocio ubicado en calle Paunero al 1500, se encontraba Raúl. Era un momento con poco movimiento y eso fue lo primero que destacó el hombre al ser consultado por la situación económica actual. 

Raúl.

   “No se ve nada de gente acá. Ese es el tema. Está todo muy parado”, dijo.

   Además contó que es uno de los primeros comerciantes de la zona de Villa Ressia ya que hace 28 años que trabaja en ese lugar.

   Y explicó que no paga alquiler y que eso le permite estar un poco más tranquilo: “Gracias a Dios no me puedo quejar, trabajo bien, no lo que yo quiero pero bueno”.

   “El tema de comprar mercadería y reponer es del día a día, traigo un poquito de casa cosa. La voy peleando, no queda otra”, comentó. Y explicó que las verduras son las que más aumentan: “Es un desastre”.