Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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El bahiense que fue la figurita difícil de Titanes y muñeco de los chocolates Jack

Rodolfo Di Sarli —sobrino del compositor de tangos Carlos Di Sarli— marcó toda una época y, aún hoy, su figura forma parte de una de las colecciones de culto más buscadas por los aficionados.

Con Martín Karadagian, el creador de Titanes en el Ring. / Fotos: Archivo La Nueva.

Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

   Objetos de culto. Así se define a ciertos muñecos o juguetes que han sido parte de la infancia por muchas generaciones y que, hoy, son buscados por coleccionistas y nostálgicos. En esa línea se ubican los muñequitos que, a modo de sorpresa, venían dentro los míticos chocolatines Jack, aparecidos a principios de la década del 60.

   De las varias series de sorpresas que instrumentó la fábrica que comandaba Felipe Fort, hubo dos que fueron por demás exitosas y cuya demanda se verifica, hasta hoy, en los sitios de venta por internet.

Historia viva: La tradicional revista de Titanes en el Ring, con Rodolfo Di Sarli en la tapa.

   Una de ellas es la que incluyó a los personajes creados por Manuel García Ferré: Anteojito, Hijitus, Larguirucho, el profesor Neurus y Calculín, entre otros.

   La otra es la de los protagonistas del exitoso programa Titanes en el Ring, con las celebradas peleas de catch.

   Es en esta segunda propuesta donde aparece el único bahiense que tiene su muñequito. La referencia es a Rodolfo Di Sarli, el entusiasta y temperamental relator de Titanes en el Ring, con un estilo que se encargó de dotar de vida, pasión y entusiasmo a cada pelea.

   Di Sarli nació en Bahía Blanca, el 26 de noviembre de 1920, ciudad donde cursó sus estudios primarios y secundarios.

   A los 18 años se mudó a La Plata, con la idea de estudiar Veterinaria, aunque muy pronto siguió su verdadera vocación, relacionada con el teatro, la radio y la locución.

   Una corriente artística que era propia de su familia: su tío, Carlos Di Sarli (1903-1960), apodado El señor del Tango, también nacido en Bahía Blanca, fue uno de los intérpretes y compositores más reconocidos de la historia de la música ciudadana, con tangos como Pobre buzón, Bien frapee y Bahía Blanca.

Los primeros pasos

   A comienzos del 40, Rodolfo (Rolo para su familia) comenzó a trabajar en el Teatro Argentino. En 1950 ingresó a Radio Provincia y, luego, pasó a Radio El Mundo. Pero fue en 1962 cuando su vida laboral dio un giro completo. Ese año, Martín Karadagian, el creador de Titanes, le ofreció ser el relator de las peleas del exitosísimo programa de TV. Aunque en principio dudó en aceptar la propuesta, sería el trabajo de sus siguientes 30 años.

   Di Sarli se apasionó tanto que estudió todos los secretos del catch, le puso nombre a muchas de las tomas que hacían los luchadores y su relato llenaba de épica cada combate.

   Porque, además, iba viendo el ritmo de cada pelea y hacía de guía-apuntador de los luchadores, con indicaciones de cómo actuar según el momento. Su relato, comentan algunos analistas, era el 50 % del espectáculo.

  Algunos criticaban su recurso de utilizar “palabras poco conocidas” y lo tildaban de “florido”. A la Momia —uno de los personajes más populares— la definía como espectral y fantasmagórica.

Jorge Bocacci, el presentador, aseguraba: “Titanes nunca hubiera llegado a lo que llegó sin la voz de Rodolfo".

   Hubo dos hechos adicionales que ayudaron a crear el mito de Di Sarli.

   Primero, cuando Titanes sacó un álbum de figuritas que causó sensación. Llenarlo era llevarse una pelota de cuero, la Nº 5. Pero como ocurría siempre, había siempre una figurita difícil. En este caso más que difícil: se dice que nunca nadie siquiera la vio. ¿Cuál era? Claro: la de Rodolfo Di Sarli.

   Paulina Karadagian, hija de Martín, contó que su papá le llevaba cajas y cajas de sobres, pero nunca logró llenar el álbum por la falta de esa figurita.

   La segunda circunstancia que lo hizo popular es haber formado parte de la colección de muñequitos Jack de Titanes en el Ring.

   Fue en 1973, época dorada del programa, cuando la fábrica Fort firmó un acuerdo con Titanes por una serie de 20 luchadores para ser incluidos como sorpresa en sus chocolatines. Fue tal el boom que pronto agregaron otros 18.

Todos los personajes de Titanes en el Ring incorporados por los clásicos muñequitos.

   Di Sarli aparece en esa colección, con su bigote tradicional y traje gris clarito. Los muñequitos eran de plástico, pintados a mano y un tanto rústicos. En el caso de los Titanes, un matricero realizaba las muestras y Fort le pedía a Karadagian el visto bueno.

   Con el paseo del tiempo, los Titanes de Jack comenzaron a ser buscados por coleccionistas. Antes de existir Internet se conseguían en algunas ferias.

   Hoy, las redes sociales se encargan de ofrecerlos desde distintos puntos del país. Los precios son variables y dependen del personaje. El muñequito de Rodolfo Di Sarli-Relator se consigue por unos 2.500 pesos.

   El relator bahiense falleció el 23 de junio de 2001. Vivía en La Plata.

El Hombre Invisible y los anteojos estroboscópicos

   En el año 1956, Carlos Fort —hijo de Felipe y padre del mediático Ricardo— viajó a los Estados Unidos buscando ideas para producir una golosina. El resultado fue un chocolate, del tamaño de una pequeña caja de fósforos, con un vano que incluía una sorpresa.

   Los chocolates Jack pesaban 14 gramos. Cada muñequito medía 3,5 centímetros.

Paulina Karadagian dijo que su papá le llevaba cajas y cajas de sobres, pero nunca logró llenar el álbum: le faltó la figurita de Di Sarli.

   En la película Granizo, protagonizada por Guillermo Francella, uno de los personajes es capaz de anticipar las condiciones climáticas con una precisión absoluta. Para eso recurre a muñequitos Jack, de la colección de García Ferré. En el film, es la figura del profesor Neurus la que le permite anticipar el clima.

   Martín Karadagian peleó, una vez, contra el Hombre Invisible. Di Sarli relató la pelea usando unos anteojos de soldador, a los que llamó anteojos estroboscópicos, que le permitían ver a quien nadie veía. Fue tanto el realismo, que hasta hubo ofertas para comprarle esos lentes.

   Cuando Karadagian murió, en 1991, Canal 9 contrató a Di Sarli para relatar las peleas de la World Wrestling Federation, empresa norteamericana que trasmitía lucha libre. El Cortito, nombre con el que Di Sarli bautizó uno de los golpes de Karadagian, se convirtió entonces en el shortie.

En una imagen más cercana en el tiempo, Di Sarli aparece junto a algunos de los luchadores del cacht.

   Cristina Di Sarli, hija de Carlos Di Sarli, guarda buenos recuerdos de su primo Rodolfo, más allá de haberlo tratado poco. “Salvo que sean tangueros, mucha gente se acuerda más de Rodolfo que de papá”, señala a La Nueva. desde su casa en Buenos Aires.