Comienza la recuperación de una obra emblemática de la ciudad
Se trata del edificio de Alsina y San Martín, conocido originalmente como el palacio de La Previsora.
Audionota: Romina Farías
Por Mario Minervino / [email protected]
Luego de años de presentar sus fachadas en un estado inadecuado, con decenas de fisuras arregladas con sellador, se han comenzado los trabajos de adecuación del frente del edificio de Alsina y San Martín, conocido originalmente como el palacio de La Previsora y luego como el edificio de La Acción, en relación a esas compañías de seguro que lo identificaron en distintas épocas.
La intervención incluirá la reparación de partes del frente en mal estado, un posterior hidrolavado y, finalmente, el pintado de las fachadas sobre ambas calles.
Todavía no está definido el color que se aplicará y la obra demandará al menos tres meses, plazo que está supeditado en parte al clima que permita trabajar de manera adecuada.
De esta manera recuperará parte de su esplendor uno de las obras más antiguas ubicadas alrededor de la plaza Rivadavia, construida por iniciativa de la compañía de seguros La Previsora en 1911, para servir como sede de sus oficinas, por un lado, pero también como edificio de renta con departamentos y oficinas.
Por su magnitud, el inmueble fue presentado como “El Palacio de la Previsora”, denominación que por entonces sólo alcanzaban al Palacio Municipal, construido entre 1904 y 1909, y al inmueble que ocupaba el hotel Sudamericano en avenida Colón y Brown, también construido por esa compañía de seguros.
“En breve, nuestra ciudad verá adornada sus calles con un edificio que puede ser considerado el primero elevado de los muchos que, en cercana época, engalanarán la city”. De esta manera anunció este diario la construcción del inmueble.
Además de impactar por su altura, organizado en planta baja y cuatro pisos, resultó por demás original el estilo elegido para su construcción. Se trata del art nouveau, primer estilo de vanguardia en la historia de la arquitectura, una reacción contra el Historicismo que llevaba a tomar modelos del pasado y también contra “la frialdad” de los edificios industriales.
Si bien el estilo tenía características bien definidas –inspiración en la naturaleza para decorar los frentes, formas orgánicas y la incorporación del hierro--, tomó diferentes nombres y características en distintas ciudades de Europa.
El edificio de La Previsora se emparenta con el desarrollado en Viena y Bruselas, donde se lo llamó Secesión, reconocible por la incorporación de pinturas, mosaicos y hasta estatuas decorando sus fachadas.
Tenía decoraciones abstractas, mayólicas decorando sus paños y las puertas de acceso trabajadas en hierro.
El autor del proyecto fue el arquitecto Julio Molina y Vedia (1874-1973), quien a sus 37 años de edad estaba pronto a abandonar su profesión. Molina y Vedia había vivido un par de años en nuestra ciudad, al ser nombrado primer rector del Colegio Nacional.
Su carácter controvertido hizo que ese paso fuese breve, renunciando a su cargo luego de sostener un fuerte enfrentamiento con las autoridades y docentes del establecimiento.
Aceptó proyectar el edificio de Alsina y San Martín porque su padre, Octavio Molina, era el propietario de La compañía de Seguros. Fue su última obra, ya que luego se dedicó a predicar sus ideas, fundar una “Sociedad de almas” y crear una (fallida) colonia anarquista en Paraguay, junto con sus amigos Xul Solar, Horacio Quiroga, Macedonio Fernández y Jorge Guillermo Borges (el padre de Jorge Luis).
Cuando murió, en 1973, a poco de cumplir 100 años, vivía como un pordiosero, en una modesta casa con paredes de barro.
Manos profanas
El palacio de La Previsora estaba rematado en la esquina por la figura de una mujer sosteniendo una antorcha, símbolo de la compañía, mientras que una cúpula remataba su frente sobre calle San Martín.
Sin embargo, esa ornamentación fue retirada a los pocos años, posiblemente por cuestiones de seguridad.
En 1936 La Previsora fue declarada en quiebra y el edificio pasó a ser propiedad del banco de la Provincia de Buenos Aires que, atendiendo “el estado deficiente de su frente”, decidió, en 1940, su completa “modernización”.
La intervención consistió en el retiro de todos los ornamentos, incluso las coloridas cerámicas, generando una suerte de lenguaje moderno.
“Su estilo no concordaba con los actuales. Suprimidos sus adornos, ha quedado transformado en un suntuoso edificio de líneas sobrias y sencillas”, mencionó el nuevo propietario, aunque reconoció que el diseño original había marcado en su época, “una pauta de progreso y superación a la ciudad que salía de su sueño pueblerino”.
La realidad es que la fachada del inmueble conformaba una verdadera obra de arte y su supuesta “modernización” lo convirtió en un híbrido que poco y nada aportó al paisaje de la ciudad.
Si se quiere conocer el arte que lo inspiró, se pueden admirar las puertas de hierro en los accesos por calle San Martín y Alsina, muestra pura del art nouveau. También los interiores del edificio dan cuenta de ese lenguaje arquitectónico.
Queda ahora la expectativa de su puesta en valor. Sería interesante que los propietarios también dispongan de alguna exigencia relacionada con los comercios que ocupan su planta baja, cuya cartelería demasiadas veces afecta de manera negativa la estética de todo el conjunto.