Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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La adicción a los juegos de azar y la problemática de las apuestas digitales en Bahía

Desde el Centro de Prevención y Asistencia al Jugador Compulsivo alertaron sobre las "nuevas" tentaciones.

Fotos: Pablo Presti y Emmanuel Briane-La Nueva.

Por Pablo Andrés Alvarez / palvarez@lanueva.com

   Las apuestas en los juegos de azar tienen miles de años: se han descubiertos dados primitivos hechos de huesos de ovejas del año 3500 A.C. Y el Imperio Romano llegó a decretar que los niños debían aprender el arte de las apuestas. 

   Sin embargo, el deseo desenfrenado de jugar fue considerado patológico por la Asociación de Psiquiatría Americana recién en 1980. Y la Organización Mundial de la Salud lo incluyó dentro de los trastornos de los hábitos y del control de los impulsos 12 años después, en 1992.

   La realidad es que ese tipo de adicción sigue generando problemas de distinta índole, tanto para quien la padece como también para su entorno. 

   Por tal motivo hace más de 15 años fueron creados en el ámbito provincial varios espacios que brindan contención y orientación al respecto.

   En nuestra ciudad, el Centro de Prevención y Asistencia al Jugador Compulsivo se conformó el 11 de mayo de 2011, como parte de un programa desarrollado conjuntamente por el Ministerio de Salud y el Instituto Provincial de Loterías y Casinos.

   Funciona en Lavalle 229, de lunes a viernes de 9 a 17, y cuenta con los licenciados en psicología Fernanda González Silvetti, Ana María Blanco, Florencia Calatayud y Damián Rodríguez Ponte.

   “Los juegos han cambiado con la llegada de la tecnología. Y eso agrava el problema, porque el abanico es mucho más grande. Antes se jugaba a la lotería o a la quiniela y ahora hay muchísimas opciones, incluso muchas que se pueden realizar desde el propio hogar, donde nadie los ve”, reconoció Damián Rodríguez Ponte.

   Y añadió: “Las ofertas son cada vez mayores y están al alcance de la mano. Hoy abundan los juegos virtuales, que generan la misma adicción en las personas, porque no pueden parar de jugar. A veces se quedan toda la noche jugando y faltan a sus trabajos o a clases tratando de conseguir una meta que les fija ese juego, circunstancias más que crecen hasta convertirse en actos compulsivos”.

   El de Bahía es uno de los 10 centros que funcionan en territorio bonaerense y que ofrece asistencia gratuita.

   “Tenemos espacios de terapia individual, grupal y taller de pintura, como así también entrevistas de orientación a familiares o allegados de las personas con esta afección. Muchas veces quien se acerca no es la persona que está sufriendo esta enfermedad, sino alguien que forma parte de su entorno más íntimo que se percata de este problema. Y a partir de ahí empezamos a trabajar”, señaló Rodríguez Ponte.

El primer paso

   “Definiría a la adicción al juego como un goce fuera de sentido. Esa persona dice que juega porque le gusta, que juega porque necesita dinero o que juega porque una vez ganó y quiere más. La compulsión no tiene tanto que ver con cuánto tiempo se invierte o cuánto dinero se pierde, sino en que esa persona quiere hacer otra cosa que no sea eso y no puede dejar de hacerlo”.

   El facultativo señaló que el problema no es de sencillo reconocimiento.

   “No todos logran tomar conciencia o dimensionar la problemática. Piensan que es normal o que lo pueden manejar. Por eso estamos preparados para atender todas las requisitorias. Hay algunos que tienen un lapso de lucidez y piden ayuda y hay otros que no lo reconocen en ningún momento, ni siquiera después de empezado el tratamiento”.

   Generalmente piden ayuda en momentos muy críticos, en los que se ven sin salida.

   “Ocurre cuando pierden un monto significativo o cuando hay una situación terminal de pareja o de familia. Si no sucede algo así, es muy difícil que esa persona recurra a una ayuda. Y si viene arrastrado por los familiares, es raro que dispongan hacer un tratamiento”.

   Por eso, el primer gran paso es reconocer la adicción.

   “Obviamente que no todas las personas que van a un bingo o a un casino son jugadores compulsivos. Se convierten en eso cuando el juego deja de ser un juego y ya no existe placer, freno o límite y simultáneamente se genera una situación aislante. A esas personas les molestan las compañías, y por eso generalmente están solos, porque se sienten incomprendidos y no quieren que nadie perturbe ese momento. Por eso, uno de los primeros rasgos es el aislamiento”. 

   La adicción al juego tiene un grave problema, que es no hablarlo, no poner en palabras qué le pasa a ese individuo. 

   “A muchos les da vergüenza reconocerlo o directamente no se asumen como jugadores compulsivos. Son curiosas las primeras entrevistas, porque la persona que viene sólo puede hablar de juego, sobre lo que gana o lo que pierde. Todo queda en ese círculo, cuando en realidad la persona es un todo y hay que abordarla como tal. Y se debe dilucidar cómo nació esa compulsión, porque generalmente hay hechos desencadenantes, que serían algo así como duelos no elaborados. Es todo un desafío para nosotros avanzar en ese sentido”.

   Según Rodríguez Ponte, la persona adicta sabe inconcientemente que va a perder. 

   “Muchos ponen la excusa de ir a recuperar lo que perdieron, pero saben que van a engrosar la deuda. El jugador compulsivo sigue hasta que no tiene nada para perder. Mientras tenga algo en el bolsillo, va a seguir. Mientras tenga alguien a quien acudir para resolver las deudas que contrae, va a seguir. Es curioso porque esa sensación de quedarse sin nada, a veces es pacificadora. Porque recién ahí pueden dejar de jugar, al menos ese día”. 

   “En terapia hemos escuchado muchísimas historias diferentes. Pero la gran mayoría confluye no sólo en lo que perdió económicamente, sino en lo que perdió socialmente. Pierden el trabajo, la familia, los amigos, vínculos con los hijos y hasta bienes patrimoniales sensibles a los sentimientos de esa persona. Pierden hasta sus proyectos de vida”.

La autoexclusión

   La autoexclusión es una herramienta destinada a proteger a las personas que voluntariamente decidan dejar de concurrir a salas de juego, autorizando a que su ingreso a las mismas sea rechazado. Es decir, es una acción voluntaria que puede tomar quien considere necesario controlar su juego mediante la solicitud de ser excluido de las actividades del casino, salas de juego, o sitios online.

   “Es una herramienta importante, pero hay que tener claro que no remueve la raíz del conflicto. Sólo abre un paréntesis de dos años. Si en ese tiempo, la persona no acude a un tratamiento, después de ese tiempo podría volver a jugar”.

   El trámite es personal e irrevocable. 

   “No lo puede pedir otra persona, pero suele significar el primer paso de pedido de ayuda. Hemos denegado autoexclusiones porque nos damos cuenta que es más un pedido para satisfacer a alguien cercano que por decisión propia. Y si se lo damos, el problema se va a agravar, porque esa persona va a jugar en otros ámbitos que no suelen ser legales”. 

   Rodríguez Ponte reconoció que se han dado situaciones insólitas en gente que se autoexcluyó, pero que no afrontó la problemática en forma terapéutica. 

   “Han llegado a ir disfrazados a las salas, para esquivar los controles. O cambian su apariencia física, tiñéndose el pelo o dejándose la barba, por ejemplo”.

   “Es útil para algunos casos, pero no borra el vínculo adictivo entre la persona y el juego. No es la cura ni mucho menos. Hay gente que después de la autoexclusión invierte esos dos años en trabajar sobre la problemática y mejora muchísimo su relación con el juego y existen otras que sólo abren un paréntesis para saldar sus deudas y luego vuelven de la misma manera”.

   “Para salir de esta situación es indispensable comenzar un tratamiento terapéutico. Es prácticamente imposible que un jugador compulsivo salga por si solo de la situación en la que se encuentra, porque siempre encuentra justificativos para seguir haciéndolo”. 

Las nuevas tentaciones

   La adicción al juego, ludopatía o juego patológico es un desorden adictivo caracterizado por una urgencia psicológicamente incontrolable de jugar y apostar, que de forma persistente y progresiva afecta negativamente a la vida personal, familiar, laboral y al tiempo de ocio.

   Desde que aparecieron las apuestas por internet ha aumentado progresivamente el gasto en el juego y los problemas derivados de dicha actividad, como el juego patológico.

   Está demostrado que la disponibilidad de los juegos y su accesibilidad facilitan la adicción. Es el caso de los juegos on line, que permiten jugar a través de cualquier dispositivo conectado a la red durante las 24 horas del día, lo cual hace que sea mucho más accesible que el juego presencial. 

   Además, la privacidad que les caracteriza actúa como factor favorecedor, ya que las personas pueden jugar delante del ordenador de su casa, desde tablets o aplicaciones en el móvil, sin preocuparse de lo que puedan pensar las personas  que están alrededor.

   Una de las tipologías de juego que más ha aumentado son las apuestas deportivas on line. Su incremento se explica porque, más allá del fácil acceso y mayor privacidad, los juegos cuyas ganancias no se basan solo en la suerte y cuya recompensa es inmediata son potencialmente más adictivas.

   “Con estos nuevos juegos es más complicado el trabajo. Por ejemplo, el que va a jugar a una sala, tiene un horario de apertura y cierre que respetar, se tiene que trasladar hasta el lugar, tiene que llevar dinero y se tiene que vestir, por ejemplo. Con los juegos actuales que abundan en internet, ni siquiera se tienen que levantar de la cama o salir de su casa y lo tienen las 24 horas los 7 días de la semana”.

   De todos modos, el jugador compulsivo no suele cambiar de juegos, porque la virtualidad no le genera esa adrenalina que siente en una sala presencial.

   “La ludopatía virtual es algo en algún punto novedoso que comenzamos a encontrarnos ahora. Pero lo que prima es el jugador que va a una sala. Con la pandemia la demanda bajó muchísimo. Para muchos sirvió como un límite y fue tranquilizador. Es un paréntesis, ya que donde el mundo vuelve a funcionar se retoma el punto donde se estaba”.

   “Por lo tanto, lo que está generando la virtualidad es la incorporación de más jugadores compulsivos, de menor rango etario, porque cada vez son más jóvenes”.

Diferencias

   Hace poco tiempo entró en vigor la nueva lista de enfermedades determinada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), en donde figura la adicción a los videojuegos en el apartado de desórdenes mentales. Aunque aún genera controversia, la clasificación ha sido bienvenida por los profesionales de la salud mental, quienes consideran que esto permitirá estandarizar diagnósticos, tratamientos y la evaluación de cifras a nivel nacional.

   Es preciso señalar que esta incorporación, que forma parte de la undécima Clasificación Internacional de Enfermedades de la OMS (ICD-11), nace a partir del debate de expertos en torno al tema, la recopilación de datos, evidencia, testimonios y casos clínicos en niños, adolescentes, jóvenes y adultos. 

   La ludopatía se vincula más a los juegos de azar: tragamonedas, máquinas simuladoras de carreras de caballos, etc., pero siempre muy vinculado a la obtención de dinero.

   Es decir, los ludópatas persiguen el dinero. En cambio, la adicción a los videojuegos "no tiene que ver nada con el dinero", sino el escape a un mundo distinto de la vida real, en donde se tiene una vida paralela, con dinero, éxito o logrando diversas metas y objetivos, complementa. 

Datos sueltos

** En nuestro país se estima que hay casi 100 mil máquinas tragamonedas.

** En la provincia de Buenos Aires existen 11 casinos, 45 bingos, 4370 agencias de lotería y 90 agencias hípicas.

** Hasta 2016, la Argentina ocupaba el noveno puesto entre los países con más tragamonedas del mundo, según un informe de The Gaming Technologies Association, institución que agrupa a fabricantes australianos de ese tipo de máquinas. Se ubica detrás de Japón, Estados Unidos, Italia, Alemania, España, Australia, Reino Unido y Canadá.

** De acuerdo con datos del Instituto de Lotería bonaerense, el 65% de las personas asistidas entre 2005 y 2017 llegaron por problemas con las máquinas tragamonedas (5.022), cifra que asciende a más del 79% si se suman los adictos a la ruleta electrónica (1.050) y al hipódromo electrónico (64). Es decir que ocho de cada diez ludópatas bonaerenses son adictos a las diferentes variantes de las “maquinitas”.

** Por otra parte, el 90% de los jugadores compulsivos son empleados, el 5% jubilados y el 2% amas de casa. Siete de cada diez ludópatas tiene deudas y la mitad asiste diariamente a una sala de juego.