Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Delincuentes sexuales: la necesidad de tratamientos específicos y controles

El psiquiatra y neurólogo Enrique De Rosa Alabaster se refirió a la forma en que se debe abordar terapéuticamente a las personas condenadas por este tipo de delitos.

Fotos: Pablo Presti y Archivo LN.

   A fines del mes pasado, en el marco de un juicio por jurados, la Justicia bahiense le impuso 40 años de prisión a Esteban Nicolás Gaitán, luego de ser declarado culpable de cuatro abusos sexuales registrados en la zona del barrio Pedro Pico.

   La resolución de la jueza del Tribunal en lo Criminal Nº 2, Mercedes Rico, contuvo un aspecto novedoso en esta instancia, ya que hizo lugar al pedido de la abogada Viviana Lozano (representante de una de las víctimas) y ordenó que Gaitán sea sometido a un tratamiento psicológico o psiquiátrico.

   Incluso, durante las palabras finales del juicio, el propio acusado había solicitado “ayuda”.

   Como con cada caso aberrante de delitos sexuales, surgen interrogantes naturales acerca de la efectividad o no de la terapia, o la posibilidad de llevar adelante un tratamiento sostenido en un sistema carcelario que está colapsado.

   La cuestión no resulta menor porque la estadística marca que el Departamento Judicial Bahía Blanca tiene la mayor tasa de denuncias por violaciones (31 hechos cada 100 mil habitantes) y se ubica cuarta (1.006 causas en 2021) sobre la cantidad total de abusos sexuales genéricos en toda la provincia.

   “La realidad es que en nuestro medio no hay un tratamiento específico para los abusadores sexuales o los delitos sexuales. ¿Cuál va a ser el tratamiento? Una especie de psicoterapia que, si no está centrada o dirigida a la problemática, no va a servir”, considera el psiquiatra y neurólogo Enrique De Rosa Alabaster.

   El profesional, que también se desempeña como perito forense y médico legista, agrega que “esto es aplicable, por ejemplo, a la mecánica. Si usted lleva un auto y el que lo arregla no entiende que es un tema de carburación, por más que revise todo el auto y se lo llevemos semanalmente, el problema no lo va a ver”.

   “Los delincuentes sexuales son un área muy específica y concreta, y donde los protocolos de trabajo que hay en el mundo son específicos. De hecho se utilizan cárceles monovalentes, es decir, solo para delincuentes sexuales. Está bien que tenga el tratamiento, pero ¿esto va a permitir que el sujeto tenga algún grado de reeducación? Creería que no”.

   De Rosa señala que no hay programas que trabajen el tema de manera concreta.

   “Cuando uno puede poner sobre un trabajo límites o expectativas, esa tarea puede tener algún éxito. Cuando no están, posiblemente, no termine nunca o bien no sea específico”.

   “Tiene que haber protocolos específicos sobre el tema, entiendo, por ejemplo, que una de las variables es la gran reincidencia que tienen. Trabajar sobre un primer aspecto, que es el diagnóstico concreto del sujeto, pero también del sujeto en ese tipo de delitos. Si yo lo tomo simplemente como lo que sin duda debe tener, que es una parte de personalidad antisocial, psicopática y demás, estoy trabajando sobre una especie de gran mar, pero sin saber específicamente qué estoy pescando en ese mar”.

Cómo trabajar

   “Los protocolos que hay en el mundo en estas cárceles monovalentes, que hay en España, Inglaterra y hasta en la India, hablan sobre trabajar la intolerancia a la frustración. No es un tema de doctrina o perspectiva de género, es trabajar sobre factores que en el fondo son de índole neuropsicológica, por ejemplo, cómo controlar la impulsividad, la tolerancia o no a la frustración, o la ira, es decir, son tareas que tienen que ver más con la unión de lo comportamental-conductual que con la esencia de por qué hace eso”, sigue diciendo.

   Para De Rosa, “si me quedó con un tratamiento de 20 años sobre la razón de por qué una persona hizo eso, muy factiblemente voy a descubrir que tuvo un pasado de persona abusada, aunque no sea de manera sexual, porque pudo sufrir abuso psicológico o físico, pero si no trabajo en que deje de entender que frente a sus necesidades, deseos o angustias actúe sobre la otra persona, no hago eso”.

   Indica que en estos lugares se trabaja sobre variables más comportamentales, “cómo sostener, cómo intermediar o cómo poner frenos. Bastante parecido, si se me permite la licencia, a cómo se trabajaría otro comportamiento compulsivo, que pueden ser las adicciones. El adicto no deja de sentir deseo por el consumo, pero sí empieza a aprender una serie de frenos transicionales que le permiten trasladar ese impulso a otro lugar”.

   También reconoce que el trabajo sobre ellos es de supervisión constante.

   “Hay que desarrollar las herramientas que se les va dando, con objetivos específicos y, por supuesto, luego del tiempo que pasan en prisión, un seguimiento absoluto. Es pensar que esta persona va a tener toda la vida algún tipo de control, pero el primer trabajo sería hacerlo dentro de la cárcel”.

Reincidencia

   Ante la implementación de tratamientos que no son específicos, el profesional sostiene que existe la posibilidad de que esa clase de comportamientos se repitan.

   De Rosa explica que existen programas a nivel nacional que se implementan, pero que no están dirigidos especialmente a esta problemática. 

   También califica de positivas las experiencias como la del Complejo Penitenciario Federal de Senillosa (Neuquén), destinado únicamente al tratamiento de internos condenados por delitos sexuales.

   “Ese debería ser el camino, pero siempre se alude a déficit presupuestario, como si no fuera un problema de ese tipo que una persona viole y mate a otra. Es el gran balance que hay que hacer en cuanto al crimen, no hay una posibilidad de que el tratamiento de estos sujetos sea económico”.

   En ese sentido, describe carencias advertidas durante recorridas realizadas en penales de la provincia de Buenos Aires.

   “Se tiene tan naturalizado un sistema tan primario, que en el fondo las cárceles siguen siendo únicamente de castigo. Cuando hablamos de protocolos para el tratamiento de delincuentes sexuales, suena muy lejano, pero no lo es tanto”. 

   “Las experiencias positivas, como por ejemplo la de Los Espartanos (equipo de rugby de detenidos que busca la inclusión y resocialización) funcionan, pero hay una especie de abatimiento y de pensar que no se puede hacer nada con esa población, que es muy grande. Existen carencias de todo tipo y lo que uno plantea suena a un lujo asiático”.

Inhibiciones

   Acerca de la estructura psíquica de los delincuentes sexuales, De Rosa afirma que “el cerebro tiene una serie de funciones que actúan prácticamente, como frenos de frenos. Cuando uno no tiene frenos inhibitorios de cierto tipo, simplemente por que le faltan, y esa carencia tiene que ver con abusos en la infancia, desnutrición o una serie de cuestiones, la conciencia moral no logró establecerse”.

   "Esto último se refiere a lo que uno tiene incorporado como lo que es bueno o malo", agrega.

   Finalmente dice que “cuando el sujeto no tiene eso que le permite anticipar el daño que le provoca a los demás, no es solamente un tema de altruismo, sino que es su propia supervivencia. Cuando esto último está cuestionado por el individuo, porque su vida no vale nada, ahí tenemos lo que se llama comportamiento psicopático, antisocial y demás”.

El fin de la pena y aprovechar el tiempo

   Reclamo. “Como particular damnificado, en reiteradas ocasiones y en distintos casos pedimos que se someta al acusado a tratamientos psicológicos y psiquiátricos. Esta es la primera vez que lo brindan y tiene que ver que en sus últimas palabras, durante la audiencia de cesura, el procesado prestó la conformidad”, dice la abogada Viviana Lozano.

   Objetivo. La letrada agrega que “el fin de la pena es conseguir la reinserción social y que el sujeto entienda que está mal lo que hizo y modifique sus conductas. Si yo lo único que hago es ingresarlo a un penal, tenerlo durante años y no someterlo a tratamiento hasta tanto la condena quede firme, pierdo muchos años de trabajo”.

   Demoras. Lozano indica que “hay casos que han transcurrido más de 10 años hasta que la sentencia queda firme, con lo cual si a los 12 sale en libertad, cuánto tiempo tuvo de tratamiento. No sirvió de nada ese tiempo sin asistencia y no me asegura que la reinserción social sea posible. Es necesario ese trabajo, se necesita voluntad y recursos humanos y materiales para que en este tipo de delitos intentemos modificar ese tipo de conductas”.

   Necesidad. “El tiempo dirá si el tratamiento sirve o no, pero no podemos bajar los brazos antes de tiempo. Es necesario que lo hagan y una vez cumplida la condena evaluar si sirvió o no”.