Miguel Angel Firpo: “Antes se arbitraba desde el carácter y la personalidad”
Con su temperamento y pasión, el zarateño fue fundador del Colegio de Árbitros. Un referente a nivel local, que se caracterizó por no pasar desapercibido.
Ingresó en La Nueva Provincia en 1995. Trabaja en la sección Deportes y fue colaborador en Regionales y Locales de este mismo medio. Se especializa en básquetbol. Formó parte del staff de la revista Encestando y Zona de Básquet durante 10 años. Tuvo experiencia en el programa Radial Contrabásquet, en Radio La Red.
Por Fernando Rodríguez
Twitter: @rodriguezefe
Instagram: ferodriguez_
(Nota publicada en la edición impresa)
Nunca pasó desapercibido, básicamente como árbitro, durante sus mandatos de dirigente o, en menor medida, cumpliendo funciones de comisionado técnico.
Miguel Angel Firpo dejó su selló en el básquetbol de Bahía y un poco más allá también. Fue árbitro nacional (ocasionalmente llegó a estar octavo) e instructor FIBA.
—¿Cómo le gustaría que lo recordaran?
—Como fui. A alguno no le habrá gustado algún momento mío, que lo tuve, y a otro sí. Es así. El mismo que alguna vez me dijo “con vos no se puede, no quiero que nos dirijas más”, después me pidió “por favor, vení vos, porque si tenemos que ganar vamos a ganar”. El que hoy te tira piedras, mañana te da de comer.
Temperamental, siempre transitando por la línea delgada entre lo correcto y lo impetuoso en busca de hacer respetar y cumplir sus ideales, Firpo marcó un camino.
El último miércoles, el Colegio de Arbitros de Bahía Blanca lo homenajeó, formalizando simbólicamente su retiro de la actividad, durante el partido que disputaron Estudiantes y Villa Mitre.
—¿Cuándo empezó a asumir el retiro?
—Fui dejando de a poco. Tal vez me costó más que otras actividades. Estaba muy metido.
—¿Fue su verdadera vocación?
—Creo que encontré varias cosas en el arbitraje y en el básquet, principalmente. Porque no fue solamente el hecho de dirigir.
Firpo, de 76 años, llegó a Bahía a los 35 años, proveniente de Zárate.
“Yo siempre veía a los árbitros de acá en los Provinciales y como Zárate generalmente no estaba involucrado en las definiciones, me tocaba dirigir los partidos más complicados”, recuerda.
En su ciudad natal, además de arbitrar, fue un –áspero- futbolista del club Paraná, donde también se desempeñó como entrenador, e incursionó como basquetbolista desde los 19 años hasta los 27.
“Tengo que agradecer a Bahía, porque si estaba en Zárate nadie me iba a conocer y tampoco quizá arbitraría. Lo que pasa en Bahía con el básquet dudo que pase en otros lugares del mundo”, destacó.
Cuestionado muchas veces por sus formas, no se puede negar que Firpo siempre empujó por el arbitraje, siendo el responsable de la creación del Colegio, en 1986.
—¿Fue mejor árbitro desde que se radicó en Bahía?
—Sí. Acá aprendí muchísimo con grandes árbitros, como el Negro García, (Roberto) Boubbé, Rodolfo (Gómez), el Panadero (De la Prieta), Marzialetti, (Roberto) Farroni, (Alberto) Commegna... Fui aprendiendo, porque como yo tenía una formación más cercana al arbitraje de Capital, compartía muchas cosas de ellos.
—¿Cuál era la diferencia?
—Eran más políticos que acá. Dirigían en otro contexto, donde había un respeto hacia el árbitro y ellos abusaban de eso. Acá también se los respetaba, pero sólo a los primeros. De a poquito fui entendiendo cómo era Bahía y la pasión que había.
—De todas maneras, usted siempre fue de temperamento fuerte.
—Bueno, era un poco mi característica. Al tiempo entendieron que yo entraba a dirigir, bien o mal. Después fui viendo la necesidad de formar un Colegio, donde los más jóvenes pudieran aprender y desarrollarse, con el apoyo de la institución. Por eso fue mi lucha.
—¿La creación del Colegio fue el mayor logro con el arbitraje, más allá de su carrera?
—Por ahí he sido criticado, pero hay que perseverar cuando uno cree que algo es justo. Y en ese momento encontré apoyo en los dirigentes de la Asociación, como (Jorge) Spinelli, (Roberto) Seibane, (Antonio) Cabello, (Rubén) Rábano, quienes me dieron la oportunidad de formar un Colegio. No podía ser la cantidad de partidos suspendidos, los informes que había y las quejas de los clubes. No se podía seguir así. En principio dudaron, una vez que lo entendieron, me dieron la razón y me apoyaron. Se formó una institución en favor del básquet, más allá que algunos árbitros no querían.
—Y los ayudó a mejorar.
—Sí, trajo un mejoramiento. La estructura está, si algún chico quiere progresar sabe dónde tiene que ir.
—¿Antes para dirigir había que tener más temperamento que técnica y conocimiento?
—Antes se arbitraba desde el carácter y la personalidad. También, estaban los que cobraban tres para acá, dos para allá y cuando la gente protestaba pitaban para el otro lado. Era otro contexto.
—¿Su temperamento cuánto lo benefició y en qué lo perjudicó?
—El jugador y el público se adapta cuando conoce al árbitro.
—¿Sintió miedo alguna vez en una cancha?
—Todo ser humano siente miedo, pero siempre estuve convencido que hacía lo correcto.
—¿Alguna vez tuvo que irse a las manos?
—Y si los dirigentes se van y los policías se hacen los distraídos... Yo nunca dije que pegué, sino que puse el puño y me pegaron un carazo (sic), je. Para atrás nunca me gustó ir.
—¿En qué son mejores los árbitros actuales?
—Hoy están más instruidos. Hay otro contexto, con gente más educada.
—¿Cuántas veces se fue sabiendo que no había dirigido bien?
—Hubo partidos que me volví a mi casa con la cabeza gacha. Aunque siempre involucro a la pareja, o ahora el trío. Cuando no hay un trabajo en equipo se nota. Y la gente lo advierte, pero al momento de insultar, no identifica. De todas maneras no creo que haya ningún árbitro que quiera dirigir mal. Cuando un jugador falla la gente se lamenta, si el árbitro falló en un pito, es un delincuente. Esto pasa porque la gente no tiene asumido que el error del árbitro es parte del juego. Eso sí, los que aparecen en los mejores partidos o en los más jodidos, esos son los mejores.
Así se retiró Miguel Angel Firpo, inflando el pecho, con sus aciertos y errores, aunque siempre defendiendo sus convicciones. Un apasionado.