Anécdotas de familia: según su sobrina bisnieta ¿cómo era el Santo argentino Artémides Zatti?
Para Ana María Zatti el Enfermero de los pobres es más que un lazo de sangre, es una misión de vida. "Era un hombre muy divertido, hacía chistes y curaba con su alegría”, dijo. Es recordado por la familia por su contextura física, su optimismo y por ser muy cariñoso.
Ana María Zatti tenía 2 años cuando Artémides murió y, claro está, no lo recuerda. Era muy pequeña. Sin embargo, lo siente más cerca que nadie. No solo porque algunas anécdotas familiares impactaron en su corazón o porque la unen lazos de sangre sino más bien porque ella siente que él la eligió.
“El me eligió a mí y yo lo elegí a él y estoy muy agradecida por eso”, contó a La Nueva.
El parentesco de Ana María viene por este lado: su bisabuelo Juan era hermano de Luis, el papá de Artémides. De hecho, fue Juan quien invitó a su hermano Luis y a toda la familia, quienes estaban en Italia, a vivir a Bahía Blanca.
"Le adelantó con sus ahorros el viaje para que pudieran venir. Llegaron el 9 de febrero de 1897. A los 3 días estaban en Bahía Blanca, en calle Lavalle 237, en un conventillo de inmigrantes”, comentó.
Ana María conoce y difunde de forma constante la vida y obra de su familiar, el denominado Enfermero de los pobres, quien nació en Italia, vivió tres años en Bahía Blanca y pasó casi toda la vida en Viedma y fue recientemente canonizado por el Papa Francisco, lo que lo convirtió en el único argentino laico Santo.
Sabido es que antes de ser enfermero Artémides quiso ser sacerdote. Sin embargo, mientras llevaba sus estudios adelante contrajo tuberculosis. Fue entonces cuando prometió a María Auxiliadora que si lo curaba entregaría su vida a los pobres y enfermos. Y así lo hizo. Se curó y cumplió.
Hasta acá lo que, con más o menos detalles, conocemos la mayoría de las personas sobre este hombre recordado por su generosidad y sacrificio y por su labor al frente del Hospital de Viedma, donde cuidó a miles de personas.
La historia menos conocida, acaso, es aquella que se teje en las anécdotas de la familia y que se traspasa de generación en generación, casi como un susurro que va tejiendo identidades.
¿Qué se dice de Zatti en la intimidad? ¿Cómo se lo recuerda en la familia?
“Cuando él estaba en Viedma venía a visitar a su mamá, a su papá y a todos sus parientes. Allí estaba mi padre con sus hermanas”, contó.
“Recuerdo siempre que hablaban mucho de su aspecto físico, decían que era un hombre muy grande, como de un metro noventa, con manos y pies muy grandes. Usaba bigote y tenía un hombro más caído que otro, aparentemente por un problema de cadera. Se destacaba la gran felicidad que irradiaba Don Zatti. Era un ser de luz”, rememoró Ana María.
Contó que el Santo era un hombre muy divertido.
“Eso corre en las venas de todos los Zatti, yo también soy así, Tenemos sangre muy alegre, somos muy positivos, muy vivaces. Los hermanos y hermanas de mi padre, cuando nos reuníamos en familia hacíamos chistes, era una algarabía y un jolgorio. Siempre miramos bien la vida, con salidas muy alegres”, señaló.
Ana María es docente y se jubiló como psicopedagoga infantil, tarea que desempeñó 36 años en simultáneo con su labor en las aulas.
“Las anécdotas eran esas, cada vez que venía se divertían mucho. Era muy cariñoso con sus padres y amaba mucho a su mamá. Era un hombre que curaba con su alegría, su medicina era la alegría, la sonrisa, el chiste, el cuento, la actitud positiva frente a la vida. Eso siempre se habló en mi casa”, expresó.
Ana María lamenta que las generaciones siguientes no supieran valorar a Don Zatti.
“Él amaba a su prójimo, tenía una entrega total. En una sociedad posmoderna, convulsionada, donde prima el materialismo, en la que valés por lo que tenés y no por lo que sos; el individualismo, ese yo me sano y el otro que se embrome, las virtudes como tender una mano al prójimo se han ido perdiendo. No todos, pero en la generalidad, en la sociedad se manifiesta así. Don Zatti era todo lo contrario”, dijo.
De rodillas en el Santo Sepulcro, en Jerusalén.
La mujer brinda charlas para destacar estas virtudes ante los niños y jóvenes, especialmente.
“Zatti tenía la sencillez y la humildad de los grandes. Él decía que en cada mirada de esos pobres y enfermos veía a Jesús. Creí, prometí y sané, es la frase. Creyó en Dios, prometió que iba a dedicar su vida a los enfermos y los pobres y les dedicó 50 años de su vida”, subrayó.
Su sobrina bisnieta se enteró de la canonización de Artémides a las siete de la mañana de un sábado, en Semana Santa, por un amigo periodista que tiene un programa de radio.
Junto a su esposo, ya fallecido, en Jerusalen, un viaje muy especial.
“Él me mandó un mensaje y me dijo ¿Escuchaste que santifican a Zatti? Cuando me desperté y lo leí me lloré la vida. No podía parar”, confió.
En sus charlas generalmente termina muy emocionada y movilizada.
“Di charlas en Don Bosco, en María Auxiliadora, en muchísimos colegios y lugares. Hace poco di una charla a un grupo de 40 jóvenes misioneros de Temperley, de 17 y 18 años, que estaban en Sierra de la Ventana. No conocían a Zatti y se enamoraron de él. Esto es multiplicador. Yo solo soy el instrumento y todos los demás multiplican. Yo les digo evangelicen a través del ejemplo de Don Zatti”, añadió.
“Yo no soy solo portadora de apellido, soy portadora de amor y comunicación espiritual con Zatti. Somos una misma cosa. Es el gran amor de mi vida desde hace muchísimos años. Cada vez lo llevo más dentro mío, él lo sabe y sé que me cuida”, destacó.
Ana María viajó por el mundo. Aquí en Abu Dabi.
Hace 7 años, un 27 de octubre, Ana María estuvo en Italia hablando de Zatti en el Congreso Mundial de Historiadores Salesianos al que asistió junto a la directora del Archivo Salesiano Patagónico, una amiga suya.
“Hablaron los historiadores y una noche nos tocó hablar a nosotras. Yo hablé de Zatti casi una hora, porque cuando hablo no soy yo, él evangeliza a través de mi cuerpo y termino muy quebrada. Me eligió y yo le respondí”, aseguró.
Luego comentó su sorpresa al ver que en Bahía Blanca había tenido poca repercusión la canonización de Zatti: “¿Estuvo tres años viviendo un Santo y la ciudad no se moviliza? ¿Qué le pasa a Bahía Blanca?”, cuestionó.
En Roma, Italia, en el país de nacimiento de Zatti.
Ana María contó que recibe muchos menajes de gente que está enferma, desesperada.
“Voy a las casas, les dejo estampitas, les hablo, los tranquilizo, lloro con ellos. Yo les digo que pidan la gracia y si él se la concede, entonces que vayan a Viedma, donde están sus restos, en la capilla del colegio Don Bosco y agradezcan. Creer prometer y sanar”, expresó.
Cómo comenzó a evangelizar: lo hizo por todo el mundo
Hace 22 evangeliza la vida de Don Zatti. Le pidió una gracia y le prometió que si se la concedía iba a evangelizar y a hacerlo conocer. No fue un problema de salud sino algo queprefiere no contra. Como le concedió esa gracia comenzó a evangelizar.
Empezó a comprar estampitas en la librería Don Bosco y leyó mucho, todo lo que caía en sus manos. Comenzó a repartir estampitas entre los creyentes.
Navegando por el Mar de Galilea.
“De pronto no me alcanzaban las estampitas de la librería y fui a una imprenta. Me hago de a mil estampitas. Tal vez por un meso o dos no me compro nada, pero las hago y las reparto”, contó.
"Todos los días le pedía al Señor ‘No me dejes partir de este mundo sin verlo santo. Imagínate cuando me enteré que lo santificaban’”, dijo.
Ella viajó por todo el mundo: siempre llevó las estampitas. Estuvo en la India, Malasia, Japón, Laos, Camboya, Dubai, Qatar, Italia, Israel, Palestina, Jordania. En Tiberías, navegó el Mar de Galilea (arrojó estampitas de Zatti en él) y fue al Santo Sepulcro.
“Hay gente que empieza a llorar desconsoladamente cuando le cuento su vida. Otras sienten escalofrío por todo el cuerpo. Son anécdotas muy fuertes y son a diario”, dijo.
“Yo sé por qué paso por este mundo, tengo clara mi misión en esta tierra: soy instrumento de Dios y soy feliz con las cosas simples, sencillas y cotidianas: el amanecer, un café, una buena canción”, expresó.