Bahía Blanca | Miércoles, 02 de julio

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Oriente: los motivos de una familia que agradeció a la UNS por la formación de sus hijos

Norma “Susy” Antonacci, mamá de Iara Lina y Sebastián Orellano, ambos egresados en la institución, es docente jubilada, nacida y criada en este pequeño pueblo bonaerense. En su carta agradeció a autoridades, docentes y “hasta el más humilde de los cargos”.

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Audionota: Flor Albanesi   

Anahí González Pau - agonzá[email protected]

   La noche anterior a la entrega de diplomas de su hijo Sebastián Orellano, quien se había recibido en la UNS de Licenciado en Turismo, la vecina de Oriente y docente jubilada, Norma “Susy” Antonacci, tuvo un impulso.

   “Antes de acostarme me dieron muchas ganas de hacer una carta de agradecimiento a la Universidad porque sentía que como familia estábamos cerrando una etapa. Yo nunca dije ‘Mis hijos van al jardín, a la primaria o a la universidad’. Yo creo que va toda la familia”, señaló.

   Ansiosa por expresar su sentir, ni siquiera le pidió la computadora a su marido, Juan Luis Orellano, quien la estaba usando: se sentó a escribir de puño y letra, en un cuaderno.

   Oriente, 10 de septiembre de 2021.
   Al rector de la Universidad Nacional del Sur, licenciado Daniel Vega, y profesores de carreras de Ingeniería en Alimentos, Ingeniería Química y Licenciatura en Turismo.

   Creo oportuno comenzar estas líneas pidiendo mis sinceras disculpas por el atrevimiento de distraer la atención de ustedes. Espero encontrar el atenuante a este impulso en la enorme necesidad de expresar el sentido y sincero agradecimiento de mi esposo y mío hacia la Universidad Nacional del Sur toda, desde el grupo directivo que rige sus destinos hasta el más humilde de los cargos.


La familia Orellano-Antonacci en el egreso de Iara de la UNS, como Ingeniera en Alimentos.

   ¿Qué la motivó a escribir estas palabras, con las cuales, sin buscarlo, llegó hasta los medios de comunicación?

   “Cuando Sebastián se recibió ya hacía algunos años que se había recibido su hermana y estábamos cerrando un ciclo. Dije: ‘Bueno, nos vamos de la Universidad del Sur’. Y sentí ese impulso de agradecer”, dijo.

   Recordó que, en su momento, no fue fácil dejarlos en Bahía Blanca. Todavía no habían cumplido los 18 años y el salto de la escuela rural, con una matrícula pequeña, a la universidad, donde unos 15 mil alumnos provienen de distintas localidades, era grande.

   “Habían hecho el jardín y la primaria en una escuela en el medio del campo, el colegio Argentino Danés, y los últimos tres años del polimodal en el Instituto Ceferino Namuncurá”, contó.

        “(...) Sólo los padres que provienen de pequeñas localidades donde sus hijos han asistido a instituciones educativas en las que cada profesor conoce su historia desde el día mismo que nacieron saben de lo que estoy hablando: de los miedos, las incertidumbres, del nudo en la garganta cada vez que veníamos a visitarlos.
   Me llevo de Bahía Blanca, y especialmente de esta casa de estudios, imágenes que me acompañarán por siempre. Recuerdo las primeras visitas, sentarme en la verja cerca de la fuente de Lola Mora y observar, entre admirada y feliz, la cantidad de jóvenes que durante horas entraban y salían. Confieso que muchas veces pensé “Aquí seguramente serán un número”. Reconozco que cometí un gran error al pensar de este modo. Para fundamentar esta afirmación solo relataré dos hechos. En ocasión de haber fallecido mi suegra, y a dos días de este acontecimiento, mi hija estaba escuchando a la profesora de Análisis Matemático II, quien al observar que tenía los ojos llenos de lágrimas se acercó y le preguntó qué le ocurría. Ella logró explicarle el motivo de su tristeza. Cuando terminó la clase mi hija sintió una mano en su hombro. La profesora caminó junto a ella todo el tiempo que duró el recreo encontrando palabras que la consolaron y llevaron alivio a su tristeza”.


La familia en el balneario Marisol, a pocos km. de su casa de Oriente.

    Susy, como la conocen todos en Oriente –con menos de 2 mil habitantes-, aseguró que nunca se planteó respecto a los hijos “eso de no estudiar”.

   “Desde chiquitos les dijo que lo único que los iba a hacer verdaderamente libres era el conocimiento”, contó.

    Para llevarlo a un plano concreto les daba ejemplos de personas que habían sido muy adineradas y, por esas vueltas de la vida o porque sus herederos no supieron administrar lo que recibieron, estaban viviendo con muchos apremios económicos.

   “Intentaba hacerles ver que el dinero realmente va y viene. Lo único que nadie les iba a poder sacar era lo que tuvieran dentro de su cabecita. Lo otro, a veces viene por consecuencia, y otras no. Lo único tuyo son los valores que ejercites y el conocimiento que tengas”, dijo.


Norma ("Susy"), Iara, Juan Luis y el pequeño Sebastián.

    Sebastián está cursando una tercera carrera como Martillero y Corredor Público, apasionado por el rubro inmobiliario. Iara Lina está trabajando en la Planta de Quilmes de Tres Arroyos a 64 km de Oriente.

    “Cuando ellos eran chiquitos, y andábamos por Bahía Blanca, yo siempre les decía: ‘Cuando ustedes salgan del Danés van a ir al Ceferino y después van a venir a esta escuela. Me acuerdo que iban en el auto, miraban a la Universidad y me miraban a mí como diciendo ‘¿de qué estás hablando?’”, contó risueña.

    (...) Igual reconocimiento para las dos profesoras que acompañaron a mi hijo en la elaboración de su tesis, asesorándolo y apoyándolo en los momentos en que por distintos motivos se sintió desalentado, permitiéndole llegar a buen término en su carrera.
   En el nombre de las profesoras Soledad Gallucci y Brenda Jonke vaya mi reconocimiento a todos los profesores de nuestros hijos que les enseñaron, sobre todo, que “con las dificultades no se pacta… o las vencemos, o nos vencen”

   Detrás de esta última frase, que es el proverbio de cabecera de esta luchadora, hay una historia. Cuando tenía casi 40 años, junto a su marido, perdieron a su primer bebé por muerte súbita.

   “Cuando te pasa eso a los 40 años con un primer hijo decís: ‘¿Me tiro en un sillón y que la vida siga o la sigo peleando? Por eso, siempre digo: Dios nos llevó un hijo pero nos mandó dos que no se puede creer lo que son”, expresó.

    “Siempre les digo: ‘Ustedes tienen su propio ángel guardián, pero no se hagan los vivos, porque Maxi por ahí puede estar distraído. Y ellos se ríen”, confió.


Juan, Susy, María Emilia. Sebastián, Francisco y Iara.

   Otro golpe duro fue cuando Sebas sufrió un proceso de enfermedad que hizo tambalear a toda la familia.

    “Siempre, siempre, se encuentran motivos para seguir adelante”, destacó optimista.

   “Cómo no agradecer a la Universidad: Nos devolvieron dos hijos con tres carreras. Ellos estuvieron ahí, calentitos, formándose. Hay gente que te dice que para eso pagamos los impuestos. Sí, pero a veces los impuestos se diluyen por otros caminos y, en este caso, hay una universidad que es un sueño”, subrayó.
 
   "(...) Lo antes expuesto me permite reconocer mi error al pensar que la cantidad desmesurada de alumnos que recorren sus aulas hace que cada uno de ellos sea un número.
   Hoy, como familia, nos despedimos de la UNS después de haber disfrutado de una gran experiencia de vida. Dejamos hace algunos años a nuestros hijos llenos de preguntas, de dudas, de contradicciones. Nos devuelven hombres y mujeres formados, responsables, con los valores fortalecidos y con las herramientas necesarias para enfrentar esta hermosa aventura que es la vida.
   Gracias querida Universidad Nacional del Sur. Siempre en nuestros corazones. Familia Orellano Antonacci".

   La carta se la dio en mano al rector Daniel Vega, quien la recibió amablemente tras el acto de entrega de diplomas de Sebastián.

   “Mi hijo me decía: ‘Mirá si cada mamá de un chico que egresa se le da por escribirle una carta al rector’. Yo pensaba que quizás no iba a leerla o no iba a tener tiempo, pero a mi edad (tiene 72 años) ya no me quedo con ganas de hacer nada”, dijo.

  “Ellos siempre fueron muy conscientes de que para nosotros era un gran esfuerzo mantener dos casas, pero también sabían que para estudiar siempre iba a haber dinero”, señaló.

   El reconocimiento a quienes trabajan en el sistema educativo público

   Susy, conoce desde adentro al sistema educativo, en gestión pública y privada. Pudiendo jubilarse a los 50 años, lo hizo a los 58.

   Ocupó cargos en su querida Escuela Nº 8 (de la que fue alumna) de Oriente, hasta llegar al de Vicedirectora y fue Directora del Argentino Danés por 15 años.

   “Valoro enormemente a los docentes de gestión pública. Muchas veces, tenemos que hacer magia. No solo tenés que enseñar, sino ocuparte del ropero escolar, del comedor, atender a los papás con sus conflictos y situaciones difíciles y hasta, juntar dinero para pagar la calefacción a fin de mes”, dijo.


Docentes y ex alumnos del Colegio Argentino Danés, de Oriente.

    “Cuando una profesora ve a una alumna con los ojos tristes y le pregunta qué les pasa, en un mundo como este, no se puede creer. ¿Qué tiene que ver eso con un docente que entra y sale de la clase corriendo para tener un salario digno? No cuestiono a quienes no lo hacen, también es entendible. Pero cuando aparecen docentes que además de dar su clase ven la parte humana, y hacen un acompañamiento desde ahí, vos decís: ‘chapeau’”.

 

   En el colegio Argentino Danés armó un equipo docente integrado por apasionados de la educación y que tenían la posibilidad de enfocarse solo en eso.  

  “Armábamos proyectos con mucha garra. Esos chiquitos vivían en un entorno estéticamente hermoso y estaban todo el ́día ocupados en lo programático y en lo extra programático. Hacían carpintería, deportes, inglés, computación, taller de panificación, dulces y conservas. Yo pensaba: ‘Estos chicos están en un mundo medio ficticio ¿qué van a hacer cuando salgan de acá’?”, comentó.

   Entonces diseñó un proyecto para que los egresados se fueran a vivir una experiencia de un mes a Dinamarca, de donde provenían los fundadores del proyecto.

   “Los largué al mundo a los 14 años. Todos los años iba a Ezeiza a despedir a un grupo de chicos que se iban de la escuela a Dinamarca. Del pequeño mundo, al gran mundo. Hoy, muchos ex alumnos son viajeros y hasta mis hijos aman viajar. Ese colegio era una sucursal del paraíso”, destacó.