Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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Delta: paciencia y perseverancia

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   Si les digo “otra vez sopa”, “cantinela”, “cantaleta”, “ronda catonga”, saben a lo que me refiero, seguramente corona la lista “el cuento de la buena pipa”, sí, ese relato lúdico, interminable que agota a cualquier adulto y hasta irrita a los más pequeños.

   Con la pandemia sucede algo similar. No había que ser un gran visionario para saber que era cuestión de tiempo la llegada de la variante Delta, la nueva ola, o como se la denomine para minimizar el impacto; lo cierto es que ya está.

   Cuando miro el archivo de marzo de 2020 donde se alojan los temas abordados no es casual el grado de agotamiento, pues han transcurrido diecisiete meses. Alcanza con observar conductas sin analizar economías para advertir que hay personas que siguen respetando las pautas con prudencia, hay otros muy atemorizados y otro grupo al que ya nada le importa o tal vez nunca le importó y no adhiere a ninguna medida. 

   Ante una variante altamente transmisible, mantener el distanciamiento, usar el tapabocas como corresponde (no es bufanda) y lavarse frecuentemente las manos debiera ser un ritual ya incorporado sin objeciones.

   A su vez, las autoridades debieran continuar fortaleciendo los testeos, la trazabilidad, el aislamiento y principalmente la vacunación, máxime cuando países como es el caso de Israel y Reino Unido ya están aplicando una tercera dosis.

   ¿Y la salud mental? 

   Con la llegada de esta variante nuestra salud mental es otra vez puesta a prueba, y aunque algunos se hagan los distraídos o asuman posturas exitistas les aseguro que el impacto y las secuelas de todo lo que genera la pandemia ya están a la vista.

   Es entendible y es humano asistir a estados de angustia, miedo, ansiedad, frustración, impotencia, ya que por momentos y más cuando se dirige a la mirada a otros países, pareciera en cuento de nunca acabar.

   Mucho tiempo ha transcurrido desde que nuestra vida se ha alterado, nuestras rutinas se modificaron y donde considero que es lo peor, no hemos podido compartir con nuestros principales afectos y hasta despedirlos como es necesario para iniciar un proceso de duelo.

   Hablar de una población saturada no es abonar una grieta sino que es entender y especialmente asumir que el estado de “fatiga pandémica” existe y la variante Delta no da tregua, pues no la da en otros países con esquemas de vacunación completos.

   Es momento de cultivar la empatía y hasta la compasión, comprendiendo que quien tiene miedo,  siente inseguridad, experimenta ansiedad y en ciertos casos hasta paranoia está dentro de las conductas y estados esperables.

   Ante una variante tan contagiosa lo adecuado sería intensificar cuidados y también los discursos respecto de las medidas que se deben reforzar. Cooperar, proteger-nos, cuidar-nos, son los verbos que pueden contrarrestar el individualismo exacerbado en el que prevalece el deseo propio por encima del bienestar colectivo.

   Muchos especialistas y colegas hablan de mantener la calma y agrego que, como en la ronda catonga, será cuestión de perseverar y sobre todo cultivar una vez más la paciencia.