Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Los primeros pasos del periodismo bahiense

Un diario de tres siglos, para una ciudad que no se resigna a soñar y concretar un futuro de grandeza.

Foto: Rodrigo García-La Nueva.

Por Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

   La Nueva Provincia es la única publicación local que ha puesto sus pies y sus letras en tres siglos distintos. La primera edición salió a las polvorientas calles bahienses un lunes, el primero de agosto de 1898. La última hoy, un domingo de 2021.

   Estas letras de molde que usted lee coinciden con aquella fecha, tienen un transitar de 123 años. Su aparición no fue el principio del periodismo bahiense, pero si el de su consolidación, a partir de un estilo, de una seriedad y de una continuidad hasta entonces ausente.

   Para Bahía Blanca es, además, un documento de valor inconmensurable, sobre todo asumiendo aquella sentencia que indica que el periodismo escribe (y publica) el primer borrador de la historia. O como señaló Albert Camus, el periodista es, acaso sin saberlo, el historiador del instante. Ese instante que registra, con sus ojos, con su interpretación, con su afán informativo, es el sitio al que recurren los historiadores a la hora de escribir sus libros y analizar hechos, pesares y glorias.

   Se dice, Jorge Luis Borges lo decía, que los diarios son para el día, y que luego se tiran o se usan para (se sabe) envolver huevos. Nada menos cierto. Porque varios de los ejemplares diarios van a bibliotecas, se encuadernan, se cuidan, y se convierten en un material por demás valioso de consulta para estudiar el pasado, con la mirada del momento, junto, claro, con los documentos y testimonios dejados por los protagonistas o los historiadores testigos de la época.

En el principio, un diario

   Acostumbrados los bahienses a extraviar valiosos testimonios de su pasado, en algún momento se perdió (para siempre y nunca más) el denominado “Diario del Fuerte”, un escrito que reflejaba el día a día de Bahía Blanca y que supo estar en manos del capitán Luis Caronti hasta que un día desapareció, “sin dejar rastro”, según supo mencionar Antonio Crespi Valls, estudioso incansable del pasado bahiense.

   Algunos creen que “se perdió” porque era demasiado meticuloso y contaba hechos que a algunos podía incomodar y otros que mejor ignorar.

   El primer cronista de la Fortaleza y de ese Diario fue Antonio Manuel de Molina, ingeniero militar y teniente coronel graduado, una de cuyas descendientes formaría familia, tiempos después, con Enrique Julio, fundador de La Nueva Provincia. De Molina llegó al fuerte a mediados de 1828, año fundacional, cumpliendo órdenes de Juan Manuel de Rosas para trabajar en la fortificación.

   Una de las pocas crónicas periodísticas que se conoce, como parte del mencionado Diario del Fuerte, data del 9 de julio de 1831, tres años después de la llegada del coronel Ramón Estomba.

   Era época de hechos azarosos y sangrientos, de malones y cautivas, de muertes y soledades. ¿Las noticias de ese año? El general Juan Lavalle lideró la revolución armada que derrocó al gobernador Manuel Dorrego, a quien mandó fusilar.

   Chasques llegados a la Fortaleza Protectora enviados por Juan Manuel de Rosas –opositor a Lavalle--, advertían a los jefes del fuerte que fueran prudentes a la hora de elegir con quien estar alineados. El fuerte estaba al mando de Martiniano Rodríguez, declarado incondicional del Restaurador de las Leyes.

   El acuerdo de junio de 1829, en Cañuelas, entre Lavalle y Rosas, cerró en parte la guerra civil, pero mantuvo grietas, odios y venganzas. En este (resumido) contexto, De Molina da cuenta en aquel Diario del Fuerte de los primeros festejos del 9 de julio, celebrados en 1831, a 15 años de la declaración de la Independencia en Tucumán. El título del escrito: “Relación de las fiestas celebradas en Bahía Blanca”. Indios mansos, negros, mestizos, soldados de líneas, chinas y algunos españoles y pocos criollos eran los habitantes del solitario fuerte.

   “En este día, 9 de julio de 1831, se celebró el aniversario de nuestra independencia, con las más extraordinarias demostraciones de júbilo y regocijo que generalmente manifestaron todos los habitantes del destino, auxiliados de la salva de artillería y mosquetería en los momentos de elevarse el sol”. Periodismo descriptivo e Informativo. Una manera de conocer esa época.

   El acto patrio fue en el centro de la plaza de armas (hoy plaza Rivadavia), donde se montó el mástil de madera y una deshilachada bandera nacional. Al pié del mástil una frase: “federación o muerte”.

   Se cantó el himno al compás de los instrumentos de guerra y luego, escribe De Molina, se escucharon “vivas y aclamaciones por el heroico jefe provincial, Don Juan Manuel de Rosas”. No había una marcha rosista, pero si coplas que cantar.

   Como aquella que decía: “Argentinos, Dorrego no existe,/Por la patria su muerte llorar,/Y por ella a morir aprendamos. /Y juremos su sangre vengar”

   En el cierre de la fiesta, una niña de 14 años leyó un sentido poema. Se llamaba Vicenta, a quien se supone hija de Manuel De Molina.

   El autor del artículo volcado al Diario del Fuerte mencionó que esa niña “a la que la naturaleza no ha sido la más escasa en adornar” cantó versos, “con la melodía más suave y el concierto más armonioso”:

   “El fuerte de Bahía Blanca/Con toda su guarnición/En la más noble unión/Tiene morteros que aplaca,/Y el escudo de su marca,/Con toda veneración,/Siempre y en toda ocasión/Es sostener a porfía,/Y cantar con melodía/¡Viva la Federación!

   Esa Vicenta será luego madre de Juliana Araujo, que será madre de Vicenta Calvento, que será mujer de Enrique Julio, el fundador de este diario.

Luego, un camino

   Aquel primer diario, borrador de la historia, fue anterior a la llegada de la imprenta. En 1856 un periodista italiano, Juan Bautista Cúneo, editó en Buenos Aires “La Legione Agrícola”, órgano de la legión Agrícola Militar, cuyos ejemplares se distribuían de manera bimensual en Bahía Blanca.

   La Legión trajo la primera imprenta al pueblo, utilizada dos décadas después por Pedro Hugoni para crear el primer periódico impreso: “El Carhué”, palabra que en mapuche significa “lugar verde”, el cual se publicó durante dos años. Luego no hubo publicación alguna que registrara los hechos locales hasta 1881, cuando apareció el semanario El Porvenir, de la mano de Lucas Abad y Guillermo Fuentes, “un periódico pulcramente redactado, de elevadas mirada patriótica y un sentido localista pronunciado”.

   Era tanta la confianza y el amor por el pueblo de sus hacedores que poco les costaba imaginar “una gran ciudad futura”. Uno de sus directores llamó a Bahía Blanca como “La Liverpool Argentina” y aseguró que no le debía nada al gobierno provincial, sino todo a la naturaleza”. Fueron las primeras inquietudes por generar una provincia nueva, propia.

   En 1883 apareció “El Réporter”, impreso en una minerva, al que se lo descalifica llamándolo “un papelito”. Ese papelito fue el primero en presentar una edición diaria. Como corresponde a un pueblo chico, no faltó su infierno grande, y El Provenir y el Reporter lo instalaron desde sus páginas, trenzados en repetidas “pullas y discusiones”.

   En 1883 aparece “El Eco de Bahía Blanca”, dirigido por Luis Aldaz, quien años después cambiaría de oficio para convertirse en un comisario temido por cuatreros y ladrones, a quien se apodaba “gorra roja”.

   Se editan luego “El Eco de Bahía Blanca” y “El Porteño”. Con El Porteño se inicia un periodismo de ideas, “cultural, ágil, sagaz, literario, respetuoso del sentir ajeno”. Se suma luego La Tribuna”, de Roberto J. Payró, y en 1893 El Deber, uno de cuyos redactores era Enrique Julio. Julio asume la dirección de ese diario en 1896 y lo vuelve fuertemente informativo.

   En 1898 renuncia al mismo y el primero de agosto sale a la calle con su propia publicación: La Nueva Provincia, la cual fue recibida como ninguna hoja informativa antes, con la cual buscaba defender “los altos intereses de estos pueblos del sur, que hace tiempo esperan el levántate de su autonomía, para marchar con paso seguro a la cima de su engrandecimiento”.

   En las primeras décadas del siglo XXI, con nuevas reglas de juego en el mundo de la información, con nuevos propietarios, ideas y recursos, La Nueva sigue siendo el gran pregón del sur argentino.

   Un diario de tres siglos, para una ciudad que no se resigna a soñar y concretar un futuro de grandeza, que siempre presiente su gloria mundial.