Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Pascua Paoli: la abuela inmigrante que escribió su diario hasta los 90 años

Relató de puño y letra una vida de sacrificio, trabajo y familia, como la de tantos abuelos que llegaron de otras tierras. Su papá fue uno de los primeros pobladores de General Acha, en La Pampa. Nietas y bisnietas compartieron el manuscrito cuya copia está en el museo de esa localidad.

Pascua Paoli (der.) junto a su hermana Donina.

   Anahí González Pau
   agonzalez@lanueva.com

   La abuela Pascua Paoli, inmigrante italiana que se radicó en General Acha (La Pampa) con su familia en 1885, tenía 89 años cuando por sugerencia de la mayor de sus nietas, Gloria Elayne Sabugo Pérez, comenzó a escribir un diario íntimo con sus memorias. Lo hizo de puño y letra, en un cuaderno que hoy disfrutan sus descendientes.

   En la familia circulan copias del manuscrito y también se encuentra en el Museo de General Acha junto a la máquina de coser de Pascua, lo único que pidió al casarse: un símbolo de su humildad, honestidad, valores de le época y cultura del trabajo.

   Así lo relata en un pasaje de su diario: “Me casé con un hombre pobre pero trabajador…yo no le pedí muebles pero quise que me comprara una máquina de coser”.

  En este documento volcó anécdotas de distintas etapas de su vida y su llegada a la Argentina que son el testimonio en primera persona de la idiosincrasia de tantos abuelos inmigrantes, de sus sacrificios y de las costumbres vigentes en un período histórico.

   Sus nietas y bisnietas reunieron datos, hilvanaron recuerdos y con entusiasmo se ofrecieron a compartir impresiones sobre Pascua Paoli: su vida es un ejemplo de lucha, tenacidad y alegría, pese a los obstáculos y a la dureza del desarraigo.

   Infancia, juventud y pasajes de su diario

   Pascua menciona en su manuscrito cómo fueron sus primeros años en General Acha, La Pampa, un pueblo naciente: su breve paso por la escuela, donde aprendió a leer y escribir, y el traslado a la quinta, donde la familia se comprometió a trabajar una tierra virgen.

   Así lo rememoró su nieta Celia Pérez, nacida y radicada en Alpachiri (La Pampa).

   “En la quinta, Pascua pasó los ocho años más felices de su vida, pero su felicidad fue breve. A los 13 años, deja de ser la niña que jugaba con sus hermanos para ser “niña madre”. Cinco pequeños le encomendó la suya antes de partir”, contó Celia.

   “Y ella lavó, planchó, cocinó, trabajó en la chacra y educó. Pascua asomaba a la vida y la vida le pagaba con dolores”, reflexionó.


Pascua, de la mano de su papá Cirilo Paoli junto a su mamá María Carlini y hermanos.

   Sin embargo, la adolescencia llegó y, con ella, momentos inolvidables. A los 16 años, junto con otras jovencitas, comenzó a ir a los bailes.

   “En su diario menciona un Club Social del pueblo donde concurrían señoras importantes y jóvenes a bailar ‘sobre una alfombra afelpada que era una maravilla’”, contó Celia, quien imagina a su abuela sintiéndose en esas noches como una princesa, olvidando privaciones, miserias y dolores. 


Se casó con José Pérez el 20 de mayo de 1903.

   “Varios jóvenes cortejaron esos ojos color mar -confió Celia- pero ella se casó con José Pérez, el 20 de Mayo de 1903, un humilde trabajador, con quien tuvo 8 hijos”.

   La menor de sus nietas, Raquel Alicia Pérez, de General Acha (criada en la chacra El Edén, a 3km) contó que Pascua se casó a los 20 años y se radicó con su esposo en el campo de sus suegros y luego en Quehué, donde trabajó de cocinera en la fonda y su marido consiguió un carro para transportes. Después alquilaron la fonda y ahorraron para comprar una chacra en Macachín.


Junto a su hermano Eduardo, en el año 1900.

   Allí ya tenían 5 hijos: María Teresa (falleció a los 4 años), José Melitón, Alfonso Pilar, Silvia Inés y Raimundo Basilio Cirilo. Después llegaron Héctor Donaciano, Licino Alberto, y Argentina Lucía. La abuela Pascua, en sus historias, comentó que levantó la casa con su marido, haciendo ellos mismos los adobes.

   En 1918 compraron un campo cerca de Alpachiri, denominado La Argentina, el cual pertenece hoy a unos de sus nietos: allí trabajan el tambo y fabrican manteca y crema que venden en Alpachiri.


Pascua y José junto a sus hijos María Teresa, Alfonso, José y Silvia.

   Ya viuda, con sus 7 hijos casados y 20 nietos, festejó sus 70 años en el campo Mazamet, de su hija menor, Argentina, alias “Porota”. Luego, los 80 años, los celebró en El Edén (chacra de los padres de su nieta Raquel) y los 90, en la chacra de Alfonso, su tercer hijo, en Alpachiri.


Festejó sus 80 años, con hijos y más familiares, en El Edén.

   “La abuela, ya mayor, no gustaba de vivir sola, andaba con su valija y pasaba meses en distintas casas de sus hijos. Siempre tejió mucho, mi padre le fabricó un aparato para poner la madeja ya que ella hilaba la lana. La hiladora la recuperé yo y hoy la luzco bien lustrada en mi negocio”, comentó Raquel.

   Otro recuerdo: su mamá era muy creyente y todas las noches mientras preparaba la cena rezaba letanías y sus hijos contestaban : Ora Pro Nobis (Reza por Nosotros) Era devota de la Virgen de Caravaggio.

   Pascua Paoli, falleció a los 95 años, el 29 de enero 1979. 


24 de marzo de 1973,a sus 90 años.

   “Ya mayor no podía preparar sola el desayuno y me pedía por favor una galletita. Luego decía, ‘Gracias, hija’. Un día le dije: ‘Abuela…¡Siempre, por favor y gracias! Y me contestó: “Decir por favor y gracias no cuesta nada y se gana todo”. 

   “Amo la historia de mi familia, amo mis raíces, sin ellas no podría ser hoy lo que soy”, concluyó Raquel.

La memoria de sus bisnietas Adriana y Susana Paredes

   Adriana Laura Paredes, hija de Gloria E. Sabugo, la nieta que sugirió a Pascua que escribiera sus memorias, recuerda que su bisabuela siempre le hablaba de su infancia en General Acha y cómo a temprana edad perdió a su madre y tuvo que ayudar a sus hermanos menores. 

   “La veo sentada en la mesa de la cocina o el comedor escribiendo aquellos relatos. Vivía la mayor parte del año con nosotros, en el campo, así que tuve la suerte de compartir con ella y con mi abuela parte de mi infancia”, señaló.


Celia Pérez (nieta) y las bisnietas Adriana y Susana Paredes, junto al diario y mantas tejidas de Pascua.

   “Agradezco a la vida por haber tenido esta mujeres en mi camino, por los valores que me transmitieron y el ejemplo que me dieron, sobre todo el amor a la familia”, dijo.

   “La Bisa estuvo un largo tiempo postrada en el Hospital de Alpachiri antes de fallecer. Su hija Silvia, mi abuela, la acompañó todos los días. La veo tejiendo, sentada al lado de la cama, acompañándola. Es mi homenaje a ellas y una lección de vida, no abandonar a nuestros mayores y devolverles de alguna manera todo lo que nos dieron”, dijo.

   Su hermana, Susana Paredes, también bisnieta de Pascua Paoli, la recuerda tejiendo cuadritos a crochet para las colchas de las camas, pelando verduras en la cocina, sentada en el porche de su casa y preguntando si alguien le preparaba una limonada.

   “Siempre me impactó que conoció al General Campos, que vino en carreta, y a su vez,  vio tanto progreso como la llegada del hombre a la luna y mucho más”, destacó.

   Una anécdota: “A veces mi abuela nos llevaba, a mí y mis hermanos, al pueblo. Adelante, en el auto, iban mi abuela y la Bisa, y atrás nosotros. La Bisa era un poco sorda entonces nosotros intentábamos poner el seguro de la puerta sin que se diera cuenta así cuando quería bajarse estaba trabada y protestaba ¡La gracia era lograrlo sin que se diera cuenta!”, contó.

   Susana consideró que tanto su abuela como su bisabuela fueron mujeres muy trabajadoras y decididas y de gran humildad: nunca se quejaban de su vida. Quizás tampoco eran muy demostrativas en sus afectos, pero si muy generosas y cariñosas.

   “Tengo un rosario que era de la Bisa y me lo dio mi mamá la primera vez que viajé al exterior. Siempre me acompaña en todo los viajes. Alguna vez me gustaría conocer el pueblo donde nació y visitar el Santuario de la Virgen de Caravaggio”, dijo.

   Su papá, Cirilo, el primer poblador de General Acha     

   Pascua nació en el pueblo de Malla, cerquita de Trento, provincia de Tirol (en ese momento perteneciente a Austria) el 24 de Marzo de 1883. 

   Ese mismo año su papá, Cirilo Paoli -nacido en 1851- emigró a Argentina dejando a su señora y a cinco hijos ( Pascua, la más pequeña) con la promesa de llevarlos con él cuando las condiciones estuvieran dadas. Y así lo hizo.


Raquel Pérez (nieta) junto al manuscrito y máquina de coser de Pascua Paoli.

   “Laburante y emprendedor, trabajó de albañil y carpintero en Las Flores, Tres Arroyos, Guaminí y Puan. Enterado de las ofertas laborales de una naciente población llamada General Acha, viajó en galera, desde Carhué. En 1884 se estableció en lo que aún era el Fortín Militar General Acha, comandado por el General Manuel Jorge Campos, quien pronto se convirtió en su amigo personal”, contó Raquel, la menor de sus nietas.

   El 25 de octubre de ese mismo año (1884) un decreto del Poder Ejecutivo Nacional, dispuso que el Fortín Militar fuera reconocido como población civil, Capital del Territorio de La Pampa Central. Se declaró como primeros pobladores civiles a Cirilo Paoli y Leopoldo Laffeuillade.

   Dispuesto a reunir a su familia realizó gestiones para que viajaran desde Italia. El 23 de diciembre de 1885 embarcaron en el vapor Paraná en 3° clase, procedentes de Génova, su esposa María Carlini y sus hijos: Eduardo, Damián, Dionisio, Ricardo y Pascua.


El italiano Cirilo Paoli junto a sus hijos.

   En 1888 se radicaron en la zona de quintas, en una chacra cuyo título consiguieron en el año 1894. Allí nacieron sus otros hijos, Donina, Belia, Honorato y un bebé que falleció de 8 meses.

   En ese predio, con mucho trabajo, consiguieron en 1909 el Primer Premio y Medalla de Oro en el Concurso de Semilla de Alfalfa otorgado por el Ministerio de Agricultura y Ganadería de La Nación. En el 1910 Primer Premio y Medalla de Plata, otorgado por la Sociedad Rural Argentina y en 1911 Diploma de Honor en la Exposición Internacional de la Industria y del Lavoro en Torino (Italia).


Premio a la Mejor Semilla de Alfalfa.

  El 13 de septiembre de 1972 Pascua escribió: “Aquí yo voy a dejar mi última voluntad: que deseo enviar una cierta cantidad de dinero al Santuario de Caravaggio in Piné. Para que la Santísima Virgen vele la existencia de mis hijos, nueras, hijas, yernos, nietos y nietas y sus esposos y esposas, bisnietos y bisnietas; que les de larga vida con salud, así como veló siempre mi existencia”.

   La edad pasa, la belleza perdura

   Su nieta Celia Pérez también se maravilló porque la abuela comenzó su manuscrito transcribiendo el poema que una amiga le regaló para sus 15 años. 

   "Hoy es posible rastrear textos y descubro que se llama La Modestia, de José Salgas y Carrasco (1849). Una bellísima poesía donde habla del rey de las flores, el clavel, que sale en busca de una esposa y elige la más pequeña y sencilla: la violeta. Y dice el soberano: “la mejor hermosura es la hermosura modesta”, contó.

   “¡Qué maravilla a los 89 años recordar y transmitir la belleza de un poema!”, reflexionó.


Entre risas, la nieta y bisnietas la recuerdan. Crédito: Marcela Sánchez.

   La recuerda, ya en esa edad avanzada, con una fortaleza, lucidez mental  y una convicción de ideas admirable. 

   “Las privaciones, el trabajo duro, los fríos y el clima riguroso de La Pampa la habían fortalecido. Sus inolvidables manos eran una confusión de articulaciones desviadas pero no perdían la magia de un maravilloso tejido al crochet que se tornaba obra de arte”, rememoró.

   La última fiesta. A partir del fallecimiento de Pascua la familia se dejó de reunir hasta que la nieta mayor, Gloria, y la menor, Raquel (con 15 años de diferencia y muy unidas) lograron hacerla el 1 de noviembre de 1991, con más de 100 personas. Decoraron el salón con el árbol genealógico. Gloria (quien falleció el año pasado) solía decir que Raquel “era el broche de oro de un comienzo brillante (por ella) y que los demás se acomodaron como podían”.