Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Alberto Fernández y “la ingratitud” de los gobernadores

La columna semanal de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

Archivo La Nueva.

   “Son ingratos”, se le escuchó quejarse a Alberto Fernández delante de sus colaboradores al comprobar el lunes la escasa adhesión que había tenido entre los mandatarios del interior, aliados o no, su DNU para frenar las clases presenciales y recortar horarios y derechos, más la consiguiente y descontada pelea con el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta.

   El mandatario, en términos bastante duros según quienes accedieron a esa descarga, lamentó la toma de distancia de los gobernadores, salvo casos puntuales como el santafecino Perotti o el sanjuanino Uñac para plegarse al reclamo de Axel Kicillof de embestir contra Larreta, y la actitud diametralmente opuesta que todos ellos tenían, a su juicio, hace un año en pleno desarrollo de la primera ola de la pandemia.

   “Le duele que hace un año se amontonaban a las puertas de su despacho para reclamar ayuda y subsidios, y en ese momento Alberto a ninguno dejó afuera, sin distinguir el color político”, lo interpretó en las últimas horas uno de sus habituales voceros.

   Al presidente, a decir verdad, le dolería más otra cosa: no haber podido avanzar en su plan original, apenas desembarcado en la Casa Rosada, en la creación de su propia “liga de gobernadores”, al estilo de la que le sirvió de soporte político a Eduardo Duhalde durante sus dos años interinato tras la trágica crisis de 2001. Y que Néstor Kirchner alargó durante los primeros meses de su mandato, hasta que resolvió que era más conveniente “puentear” a los mandatarios y tratar directamente con los intendentes.

   Ese plan, lo reconoce ahora uno de los confidentes a la luz de la reticencia de los gobernadores de apoyar las medidas para endurecer la cuarentena, estaba ligado a otro mucho más concreto y hasta declarado públicamente en aquellos primeros momentos de la gestión, que era la creación de una corriente “albertista” dentro del lamente Frente de Todos. La historia del último año demuestra que nada de eso pudo cristalizarse y que los gobernadores, en última instancia, “hacen su juego”.

   Desde una de las provincias grandes del interior recogieron el guante de ese presunto malestar y aseguraron que el tema es al revés. “El comienzo pareció que podríamos trabajar juntos, pero con el paso de los meses fue el propio Alberto el que se bajó de ese consenso”, refleja un ministro político que habló varias veces del tema con su par del Interior, Eduardo de Pedro.

   De Pedro, cuándo no, fue el responsable en estos días de intentar tejer alianzas con los gobernadores propios y ajenos en busca de apoyo a lo que todo imaginaban que se venía a la par del grave crecimiento de contagios y fallecidos por coronavirus, que era el endurecimiento otra vez de las medidas de aislamiento social.

   En su defensa, aquel ministro provincial y otros de sus pares del interior aseguran que en los diálogos con De Pedro se planteó un escenario que finalmente Alberto desestimo, que era armar un mapa regionalizado del Covid 19. “No se hizo, se pretendió meter a todos en la misma bolsa, en alguno casos avasallando derechos constitucionales como los que se pretende con la Ciudad Autónoma”,  sostuvo un colaborador del gobernador Juan Schiaretti.

   El gobernador de Córdoba, como se sabe, fue de los primeros en tomar distancia del DNU de Fernández y resolvió que en su provincia nada va a cambiar por ahora, pese a que tiene algunos departamentos marcados en rojo por el crecimiento de los contagios y recién esta semana pareció normalizarse la llegada de vacunas y el aumento de testeos. 

   “Es una posición política, no sanitaria”, dicen sin disimular su malhumor muy cerca del Presidente, que por ahora solo cuenta con la adhesión publica a su cruzada contra el alcalde porteño, además de la descontada posición de Kicillof, de cuatro gobernadores (Perotti, Uñac, Alicia Kirchner y Omar Gutiérrez, del MPN) sobre un total de veinticuatro. Demasiado poco.