Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

El campo, la musa de un dorreguense:  “La música es como respirar”


El guitarrista y compositor Rodrigo Terrón acaba de lanzar “Campos, volumen tres”, en formato virtual desde la plataforma Spotify. Antes, editó “Campos” y “Campos, volumen dos”. La trilogía reúne 29 obras instrumentales propias.

Rodrigo Terrón

   Anahí González Pau
   agonzalez@lanueva.com

   Para Rodrigo Terrón, quien acaba de lanzar en Spotify su disco “Campos, volumen 3” es muy difícil determinar desde cuándo toca la guitarra. Músico, compositor y Profesor de Historia, las cuerdas los acompañan “de toda la vida, desde que tengo uso de razón”.

   Su papá, Rubén Alberto Terrón, se dedicó a la música y daba clases en su domicilio.

   “Era un formador de músicos. En casa la guitarra era algo que estaba ahí. Me crié con una guitarra ahí. Para mí era parte del mobiliario”, recordó.

   Su formación se fue dando de forma espontánea, entre músicos y poetas que entraban y salían cada semana y entre las composiciones de su padre.

   Su primer disco, Campos, se gestó a lo largo de distintos viajes a un campo dorreguense al que acompañaba a un amigo que iba a trabajar. En aquellas jornadas en camioneta, entre mate y mate, fueron surgiendo las canciones instrumentales que forman los tres discos.

   “Un día me pasó a buscar y por esos impulsos agarré la guitarra. Llegué al campo, donde hay una vieja tapera, totalmente destruida, y hubo algo que me dictó la primera obra, que se llama Atardecer en la tapera. A partir de ahí siempre que iba al campo llevaba la guitarra”, contó.

   “La sensación que yo tengo es que esa música ya estaba ahí y yo lo único que hice fue ir y poner la antena. Me llegó como un rayo”, dijo.

   Aquellas tierras, en las que se explotaba solo ganadería, tenían la vegetación típica de la llanura pampeana.  

   “Me inspira el misterio de la llanura, el silencio, los atardeceres, esos pastos. Diría alguien ‘Ese momento en que la llanura lo dice todo lo calla todo. Y si lo dice todo, no lo podemos entender”, dijo.

    “El campo es un gran misterio: uno encuentra en él los ciclos de la vida completos: ves el día, la noche, la lluvia, la osamenta de la vaca muerta que se está transformando en tierra”, reflexionó.

   “Uno se encuentra con esos temas profundos que no tienen respuesta o que tienen respuestas inconclusas o imperfectas, como la música”, expresó.
   Para el guitarrista, nacido en Coronel Dorrego hace 37 años y Profesor de Historia egresado de la UNS, hacer música es un acto de amor.

   “El acto creativo es inevitable; si lo pensás, no lo hacés. Se da de forma deliberada, es un acto de amor. Es como si uno le pregunta a una persona enamorada ¿qué buscás en esa persona? No te va a saber decir. Y creo que con esto pasa lo mismo”, dijo.

   “Cuando uno hace música y realmente está sintonizado con lo que hace, es un acto irracional que se siente como si viniera de otro lado. Creo que nuestra pequeña materialidad de carne y hueso es un instrumento de la música, la cual es absoluta, eterna e inmutable”, reflexionó.

    En cada nuevo viaje al campo, a lo largo de un año y medio, era como ir a la pesca de esas notas musicales que estaban en el aire. La música de los tres discos es lana de ese ovillo. Cuando terminó con el tercer volumen, el campo se arrendó, se sembró y el yacimiento que visitaba despareció.

   “Es música con un lenguaje tradicional de la llanura del Río de la Plata pero no pretende ser tradicional. Habla de cosas de ahora, no de antes. Cosas que pasan hoy”, destacó.

   Para Terrón, la música tiene dos dimensiones bien definidas.

   “Una es la dimensión espiritual, la que tiene que ver con lo absoluto, lo que no perece, ese infinito que duerme adentro de cada persona”, señaló.

   “La otra, tiene que ver con lo cotidiano. En mi cosmovisión como ser humano no existe una vida posible sin música. Ha estado siempre, cotidianamente y adentro mío también. Para mí la música es como respirar, no se puede escindir de mi vida”, dijo.

   En la actualidad, si bien percibe entradas como músico su principal fuente de ingreso se la otorga la docencia.

   Hace poco decidió recalar en Spotify para difundir su arte.

   “Descubrí que era una plataforma muy usada, me contacté con una empresa canadiense, pagué unos dólares y decidí dar difusión, no pensando en hacer plata. Eso sería muy difícil porque Spotify paga muy poco por cada reproducción”, dijo.

   “Los tres volúmenes son una continuidad, no hay grandes diferencias. Son producto de todas esas incursiones en el campo. La única diferencia es que alguno puede tener una carga más reflexiva, pero no tanto”, subrayó.

   “En Campos, volumen 3 se cerró la trilogía y quedó esa pintura de lo que viví”, relató quien también integra el trío Terrón Di Marco, que está hace muchos años está en la huella", dijo.

   “Usamos ese lenguaje de la música tradicional. Viajamos a Uruguay, a Dinamarca. No hacemos festivales, nuestras presentaciones son íntimas. Las hacemos en salas pequeñas, en pequeños teatros, para que no se pierda el mensaje”, dijo.

    Referentes. Un gran referente; Carlos Di Fulvio. Pasó horas escuchándolo de chico, en vinilo, en un viejo “Winco”. Por su registro desfilan grandes como Atahualpa Yupanqui, Eduardo Falú, Abel Feurí, Carlos López Terra, el Chango Rodríguez, vinculados al folclore y a su manera de tocar.
  
   Frase. “No sé cuándo aprendí a tocar la guitarra. Si te criás en la casa de un mecánico y te preguntan cuándo aprendiste de motores, no lo sabés, porque estás rodeado de eso. En casa había otros músicos, muchísimos. Mi papá formó a mucha gente y yo me desenvolví en ese medio”.