Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Permacultura: la experiencia de un arquitecto bahiense que puede replicarse en la ciudad

José González Rouco diseñó —en México— una vivienda bioconstruida, de bajo costo, casi nulo impacto ambiental y gran velocidad de construcción. ¿Por qué es una alternativa cada vez más demandada?

José González Rouco (izq.), en plena construcción de la vivienda en eco aldea de Oztopulco, México. / Fotos: gentileza José González Rouco

Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

   José González Rouco es un arquitecto bahiense, egresado del ex-Colegio Nacional y de la Universidad Nacional de La Plata, que acaba de regresar de un periplo por varios países de América.

   Un poco por aventura y otro poco tratando de aprender y desarrollar, Pepe —desde su formación académica— no disimula el amor por la permacultura, actividad basada en el uso armonioso de la tierra y el diseño de construcciones naturales y de energía renovables.

   En ese vasto recorrido, cargado de historias y vivencias, pudo materializar en la aldea de Oztopulco, en las montañas mexicanas de Tepoztlán, una vivienda bioconstruida, de bajo costo, casi nulo impacto ambiental y gran velocidad de construcción.

   De regreso a nuestro país, mantiene la esperanza de poder desarrollar ese concepto y lograr construir viviendas que den respuesta a muchas necesidades.

   --¿Cómo empezó esta historia?

   --Estuvimos viajando un par de años por América con Aghostina, mi compañera. Ella es cantautora y terapeuta. Por eso la música también fue parte importante de esta historia. Tocamos bastante a lo largo de todo el viaje y por momentos ese fue nuestro sustento. Volvimos hace un par de meses, luego de pasar casi todo 2020 en Tepoztlán, en México.

   --¿Cómo se organizaban para viajar?

   --Por lo general viajamos en colectivo, con bastante equipaje entre instrumentos y elementos para acampar. Eso nos complicaba movernos con agilidad, así que estábamos mucho tiempo en cada lugar, lo cual nos permitió conocer más gente. Hicimos de todo, pero fundamentalmente íbamos buscando espacios donde trabajar con permacultura y hacer intercambios de alojamiento y comida por trabajo en la tierra y cultivos.

   “También hicimos algo de mantenimiento, diseño gráfico y tareas administrativas. Y, además tocábamos en restaurantes, bares y centros culturales para hacer un poco de dinero”.

   La llegada a la eco aldea de Oztopulco se relacionó con la presencia en el lugar del francés Laurent Coquemont, uno de los grandes especialistas en construcción en tierra cruda, que tenía una escuelita en el lugar.

   “Habíamos hablado previamente con Laurent y le propusimos aprender haciendo, colaborar en lo que necesite a cambio de hospedaje. Estuvimos un tiempo en esa dinámica, conocimos a la gente y nos propusieron que seamos como los guardianes del lugar, ocupando una casita hermosa en la entrada de la comunidad. Eso hicimos hasta que nos volvimos: huerta y trabajo de mantenimiento en espacios exteriores”, dijo.

   Fue entonces que apareció la gran oportunidad: diseñar y ser parte de la construcción de una vivienda, con Laurent aportando el conocimiento en general y apoyado en Gabriel De Lille, el principal bioconstructor de la zona.

   En esta aldea de 500 habitantes, la premisa son las construcciones ecológicas y bioconstruidas.

   Pepe conoció a la familia formada por Carolina, Michael y sus dos hijos pequeños, que tenía un terreno y algunos ahorros que decidieron invertir en su vivienda, en una primera etapa para poder mudarse en dos meses. Fue la posibilidad de desarrollar esta obra rápida y con bajo costo y experimentar cómo se comportaba esta idea físicamente.

   El bahiense se encargó del proyecto y se involucró en la construcción, aportando mano de obra y la dirección general de los trabajos.

   “La obra requería que estuviera la totalidad del tiempo en el terreno. La verdad es que me encanta meter mano en la obra, sobre todo cuando es madera. La bioconstrucción busca reducir al mínimo el uso de materiales con más impacto; entonces, se trata de repensar y deconstruir todos los procesos tradicionales”, explicó.

   El diseño fue sumamente respetuoso de la geografía (“No se tocó un solo árbol”, dijo) y se destaca por varios volúmenes con distintos usos, conectados por circulaciones exteriores y jardines. Los espacios de la vivienda pueden ir cambiando en función de las necesidades familiares.

   Hubo, además, un muy interesante trabajo para el tratamiento de las aguas grises y su recuperación para reúso o conversión en abono. Asume que no es fácil para la gente aceptar obras realizada con tierra, de la misma manera que es reacia a lo prefabricado o a la madera.

   “Es difícil imponer este sistema; creo que por prejuicios basados en no conocer lo que se puede hacer con este tipo de materiales. Nos aferramos a lo tradicional y cuestionamos cualquier técnica nueva. Pero no tengo dudas en que este tipo de construcción de barro es el futuro. Cuando mostrás lo que se puede hacer, cómo se comportan los materiales y lo beneficioso de utilizarlos y habitarlos, la respuesta es buena”, explicó.

La experiencia en Bahía Blanca

   La posibilidad de construir con tierra en Bahía Blanca no aparece como algo inadecuado o complejo, un lugar donde, señala Pepe, ya existen experiencias muy buenas.

   “En 2014 se aprobó una ordenanza que promueve la construcción con materiales naturales y tierra cruda. Puede ser para cualquier sector urbano y se logran resultados mucho mejores que en la construcción tradicional”, contó.

   “Se puede hacer algo con menos dinero, porque la tierra puede estar en el mismo terreno o cerca y es muy barata. Se suele mezclar con paja (puede ser también trigo, avena) y utilizar piedra, arena o tierras menos arcillosas y lograr resultados hermosos. A la vez cualquiera puede involucrarse en su construcción y eso abarata el costo”, agregó.

“El Concejo aprobó, en 2014, una ordenanza que promueve la construcción con materiales naturales y tierra cruda”, dijo González Rouco.

   El sistema es, además, definido por González Rouco como “bastante abierto” al permitir construir la obra en etapas.

   “Hay mucha gente sin capacidad para asumir el costo de una vivienda ni cumple los requisitos para acceder a un crédito, pero sí dispone de ahorros que le permiten ir construyendo de a poco”, sostuvo.

   Por eso, ya de regreso en el país y sin idea de volver a viajar, Pepe buscará continuar con esta línea de trabajo.

   “Mi intención es seguir trabajando y aprendiendo estas técnicas. Creo que la demanda de este tipo de soluciones irá creciendo cada vez más. La construcción tradicional genera el 46 % de las emisiones de gases de efecto invernadero y construye espacios que no son ni los más sanos ni los más dignos para el ser humano”, concluyó.