Bahía Blanca | Viernes, 11 de julio

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Ricardo Mayer, el artesano del campo

Con 79 años, alcanzan tan solo algunas chapas y maderas para que este albañil jubilado las convierta en verdaderas obras de arte que vende en ferias y a través de redes sociales.

 

Fotos: Rodrigo García - La Nueva

Laura Gregorietti

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   Nacido en un campo de Stroeder, gracias a su abuela que ofició de partera, Ricardo tiene una particularidad que pocos ostentan: celebra dos cumpleaños. El 28 de noviembre, cuando realmente nació y hoy, 26 de diciembre, día en que recién lo pudieron anotar en el Registro Civil.

   "La verdad es que ya tengo los 79, aunque no se note. Son las 'ventajas' de haber nacido en el campo", cuenta entre risas.

   Los recuerdos de sus dos décadas en Stroeder van y vienen, entre los 13 hermanos que amanecían bien temprano para cumplir con sus tareas.

   "No recuerdo algo que me haya quedado sin hacer en esos 20 años: desde cuidar a los chanchos, juntar los huevos, darle de comer a las gallinas, manejar el tractor y las cosechadoras, arrear las vacas. Pero yo quería conocer la ciudad y me vine para Bahía Blanca".

   Eran otros tiempos y trabajo era lo que sobraba en una de las ciudades más pujantes del sur argentino.

   "Entré a un peladero de cueros donde estuve casi un mes y luego terminé en una iglesia donde conseguí para hacer una losa. No sabía el oficio, pero el capataz me vio con ganas y condiciones y me quedé hasta que aprendí todo lo necesario. Le agradecí todo lo que me enseñó porque de esa manera pude empezar a trabajar de manera independiente".

   No pasaría mucho tiempo hasta que Ricardo conociera en estas tierras "a la mejor mujer del mundo".

Con su mujer Estela

   "Me casé con Estela y tuvimos 4 hijas que a su vez, nos dieron 12 nietos y dos bisnietos. El año que viene si Dios quiere cumplimos 50 años de casados y la seguiremos luchando juntos. ¿Peleas? Nunca, solo discusiones, como en todos los matrimonios", se sincera.

   El trabajo en la planta de Gas del Estado aparece como una etapa de cambios obligados en su vida.

   "Allí me dañé la columna y estuve un año y medio sin poder trabajar. Mi señora se la bancó y empezó a limpiar casas y cuidar chicos para traer algo de dinero a casa. Luego me puse a vender autos y como nunca más pude agacharme y trabajar en construcción conseguimos trabajo de encargados de un edificio, en la primera cuadra de calle Colón. Después de 17 años, nos jubilamos ahí los dos".

   Las tardes de Estela y Ricardo transcurrían entre nietos y bisnietos, con algunas pasadas por el Bingo, cuando en 2020 llegó la pandemia.

   "Nunca fui de estar encerrado entonces se me ocurrió ponerme a hacer un molino, cosas que recuerdo de mi vida en el campo y ya llevo hechos 21. Los primeros los regalé a mis hijos, a gente que respeto y en agradecimiento a trabajos que recibí y otros los vendí para tener algún peso extra, que siempre viene bien".

   Si bien Ricardo tiene talento para armar estas pequeñas obras de arte, reconoce que se requiere mucha de paciencia.

   "Los molinos son de chapa, soldados con estaño y pintados con aerosol. Tienen madera en la base, son trabajos de mucha paciencia. Solo necesito tener frescos mis recuerdos para armar cada pieza, nada de fotos o imágenes de internet", dice.

   Después de los molinos, llegaron los sulkies, los caballos, la chata. Todos estos "modelismos" que hasta él reconoce, "no sabría que le quedarían tan lindos".

   "Los sulkies son de madera cortada, trabajada, lijada, pieza por pieza, que se van pegando de a poco. Con amor, ganas y tiempo, todos los podemos hacer. En este mundo, especialmente en Argentina, que pasamos un momento tan feo entre la pandemia y tanta violencia, si pusiéramos un poco de amor en todo lo que hacemos las cosas saldrían de otra manera", reconoce.

   Los precios de venta de sus artesanías, que van desde los 4 mil pesos, solo representan el gasto de material y de los 15 días de trabajo por cada objeto, si es que se lo piden con tiempo.

   "A veces te da vergüenza pedir remuneración por tu trabajo porque un objeto de los que hago, equivale al costo de 5 kilos de carne y primero está la comida", razona.

   Emocionado, reconoce que pocas cosas pide en cada Navidad: la familia unida, esperanza para el pueblo argentino y fe, para tratar de salir adelante.

   "También salud, para que no se enferme la patrona, hijas y nietos. Y que de una vez por todas empecemos como país a tirar todos para el mismo lado, dejando de lado tantas críticas y peleas".

   El legado de arte de Ricardo sigue presente en sus hijas Liliana, Sandra, Silvia y Lorena quienes también llevan adelante sus emprendimientos de cuadros, mates pintados y artesanías en vidrio.

   La familia siempre fue prioridad para Ricardo y hoy es abuelo de 12 nietos: Estefanía, Yaima, Santino, Florencia, Yamila, Iván, Sebastián, Valeria, Agustina, José, Tatiana y Giuliano y dos bisnietas: Malena y Martina.

   Estefanía, la primera nieta, y con quien tenía una "conexión especial"  murió a los 6 años en un accidente. Pero aún hoy, después de 19 años, su abuelo reconoce que ella los guía desde el cielo.

   El tiempo acompaña y la mesita del patio está por ser testigo de otra artesanía de Ricardo.

   "Pero si refresca, el tallercito se muda al quincho, donde puedo hacer otra obra de arte: un asado", concluyó.

   Quienes deseen adquirir los molinos, sulkies y demás trabajos podrán llamar al 2915239239.