Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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El Presidente se relanza y desafía con ir por la reelección

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

   “La victoria no está en ganar siempre, sino en no rendirse nunca” (Napoleón)

   “El triunfo no es vencer, sino nunca darse por vencido” (Alberto Fernández)

   Seguramente el presidente Alberto Fernández metió mano en su biblioteca para recuperar y hacer suya la frase del Gran Corso, aunque retocada. Pero igual sirvió al propósito que lo motiva por estas horas y que empezó a germinar apenas después de aquel medido discurso por cadena oficial la noche de la derrota no reconocida por el oficialismo.

   Sorprendió a propios y extraños por la metamorfosis patente entre ese mensaje institucional, en el que reconoció errores y llamó sanamente a un acuerdo a la oposición (sin excluir a nadie), y su griterío de barricada apenas una hora después en el búnker de Chacarita, cuando convocó al acto del miércoles en la Plaza de Mayo “para celebrar la victoria como corresponde”. Donde a su vez pegó otra pirueta: le avisó a Macri y Milei que no están invitados a aquella ronda con la oposición, destinada a morir antes de nacer.

   Más allá que si de los ecos que aún persisten de esas horas frenéticas se escucha decir que entre el discurso de Olivos y el palco de Chacarita hubo un reto de Cristina por aparecer “demasiado derrotista”, Fernández dejó como última impresión ante la nutrida concentración de militantes del miércoles que planea lanzarse a buscar la reelección en 2023, y mejor que eso, o peor según sea de qué lado de la grieta interna se mire, aspira a ganarse esa postulación en unas PASO en la que participen todos los sectores del peronismo.

   Para que no queden dudas del desafío, enorme para algunos observadores, que acaba de lanzar el Presidente cuando todavía tiene una larguísima travesía por delante en medio de la peor crisis económica y social que se recuerde desde 1983 a la fecha: Alberto avisa que irá a internas para ganarse el derecho a la reelección y lo hará contra quien raye, se llame Cristina, La Cámpora, Massa, Manzur, gobernadores o intendentes.

  No debe olvidarse, para comprender mejor los pasos que acaba de dar el mandatario, que sus laderos y amigos más añejos que trabajan junto a él en la Casa Rosada jamás se dieron por vencidos, fieles a aquella consigna napoleónica. “Alberto va a buscar la reelección, el que dice lo contrario no lo conoce”, decía uno de sus principales asesores cuando había explotado en los medios la carta de Cristina Fernández tras la derrota en las PASO.

   La propia vicepresidenta, recordaba por esas horas ese asesor, dijo en un acto de aquella campaña que se necesitaban “ocho años de Alberto” para recién pensar en salir del marasmo económico y social heredado del macrismo.

  Claro que eran otros tiempos y por ahora lo que salta a la vista, lo último, que en la complicada vida interna del Frente de Todos suele presagiar nubarrones, es el largo silencio de la vice y su estudiado faltazo en el acto de cierre de campaña de Merlo y en la concentración en respaldo de Alberto en Plaza de Mayo. O el tardío ingreso de La Cámpora a la plaza, cuando Alberto ya había hablado, bajo la excusa de que no pudieron avanzar porque “había mucha gente”.

   Cabría escarbar en toda la dimensión de la jugada para afirmar sin temor a equívocos que no hay “ni tanto ni tan poco”. Es cierto que Fernández sorprende con su anuncio de ir por la reelección delante de sus principales sostenes que son la CGT, la CTA y los movimientos sociales afines, que no es menor el dato. Y por ahora una menguada tropa de cuatro o cinco gobernadores que jugarían detrás de esa temprana candidatura. Son los que Juan Manzur logró llevar al acto de la plaza.

   Pero no lo es menos que el Presidente busca antes que cualquier otra estrategia, la de esquivar una figura: la de no parecerse de aquí al final del mandato al “pato rengo” (“lame duck” le llaman los norteamericanos, inventores del apodo) que vea escurrirse sin remedio sus restos de capital político y de tinta en la lapicera, mientras los factores de poder empiezan a migrar hacia las oficinas de los probables futuros sucesores.

   Alberto, cómo no, puede responsabilizar a la oposición en general y a los halcones del macrismo en particular por alimentar la idea de que hasta podría terminar sus días como Presidente antes de tiempo y a manos de una Asamblea Legislativa, trapisonda política que el cristinismo duro buscó emparentar con un intento de golpe.

   Pero no puede desmentirse sin caer en falsedades que desde la interna frentetodista se puso en duda la capacidad de Alberto para ser el candidato del espacio en 2023, mientras por otra parte y por cuerda separada crecían las aspiraciones de Kicillof, un tanto magulladas por sus yerros y nula cintura política, o de Máximo por simple cuestión hereditaria según aquella estrategia in eternum que imaginó Néstor Kirchner en 2003. Manzur vino con altísimas ínfulas y enseguida plantó el pontificio slogan “Juan XXIII”, por estas horas también devaluado.

  “El Presidente va a gobernar estos dos años con los suyos, y sabe que cuenta con el apoyo unido de todo el espacio para ir por la reelección”, aseguran a su lado. Está por verse…