Bahía Blanca | Sabado, 04 de mayo

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La fiesta inolvidable: ¿cómo hará el sector para recuperarse?

Llevan 154 días sin trabajar ni poder concretar los sueños de quienes celebran acontecimientos personales y hechos corporativos. La realidad de hoy es, en el mejor de los casos, reprogramar para volver a programar.

Las luces encendidas y el sol de la tarde a lo lejos reflejan la realidad. Por ahora, los salones de fiestas seguirán cerrados. / Producción fotográfica: Emmanuel Briane-La Nueva.
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Audionota: Danilo Belloni

Guillermo D. Rueda / grueda@lanueva.com

   El recuerdo de la última reunión que hicieron está grabado en cada uno de ellos. Como si hubieran sido los protagonistas. Una fiesta de 15, en la noche del sábado 14 de marzo; un casamiento, el mismo sábado, pero al mediodía; y un gran almuerzo, el domingo 15.

   Son sólo tres de los prestadores de servicios de fiestas de nuestra ciudad que, desde entonces, están a la espera de una apertura que les permita volver a un trabajo —mayormente nocturno—, donde la música hacer vibrar las paredes y la pista de baile se cubre de animadores, algo impensado para los tiempos que corren (y aparentemente aún correrán).

   “La situación es muy difícil; insostenible diría. Las ayudas no alcanzan, los servicios nos están matando (sic) y no sabemos hasta cuándo vamos a aguantar”, dice Guillermo Carranza, titular de Orion Eventos.

   “Todo se acrecienta porque tenemos varios empleados, formalizados, de los cuales no nos hemos desprendido y con quienes debemos seguir cumpliendo”, agrega.

Guillermo Carranza, de Orion Eventos.

   Carranza emplea, en forma directa, a tres personas, pero indirectamente a casi 45, más un número importante relacionado con servicios afines, desde proveedores de alimentos hasta lavanderías, más los que participan de las fiestas como decoradores, fotógrafos, iluminadores y demás.

   “Estimamos que son alrededor de 6.000 personas las afectadas en este rubro (en la ciudad)”, dice.

   Carranza posee un salón y se dedica a todo tipo de eventos, incluidos los corporativos y empresariales.

   “Estábamos bien; con la agenda rebalsada. Era un buen año, más allá de que recién lo empezábamos”, recuerda.

   “Nuestra temporada alta terminó en diciembre. Las últimas fiestas las hicimos el viernes 27 y el sábado 28. Durante enero y febrero fueron muy pocas y arrancábamos marzo con todo. El sábado 14 tuvimos una de 15 (años). Y, sí, arrancábamos con todo…”, relata.

   Más allá de que no lo involucra directamente, Carranza ve con buenos ojos la apertura que este martes se autorizó, desde el municipio de Bahía Blanca, para el desarrollo de nuevas actividades. No es para los salones de fiestas en forma directa, pero sí para quienes prestan servicios de restorán.

   “Es un paso hacia adelante. Es una forma de seguir avanzando hacia lo que hacemos nosotros”, sostiene.

  El prestador admite estar en uno de los sectores más afectados por la cuarentena, como consecuencia de la pandemia del Covid-19.

“Estamos en un rubro raro, ya que mientras todos descansan nosotros trabajamos. El tema más grave que tenemos es la pista de baile. No lo podemos resolver por ahora”, cuenta Carranza.

   “De todos modos, lo cierto es que tenemos más beneficios que un restorán, porque los lugares son más espaciosos, con muchos metros cuadrados y más si se excluye la pista”, sostiene.

   “Digo esto sin ánimo de competencia respecto de otras habilitaciones, pero no deja de ser contradictorio”, aclara.

   También dice que varios prestadores del sector han tenido que reinventarse y que, si no vuelven rápido a trabajar, estarán mucho peor.

   “¿Si podemos llegar a cerrar? Dios quiera que no. Pero eso dependerá de las negociaciones de cada uno”, expresa.

   Para poder seguir, Carranza está analizando pedir algún otro subsidio.

   “Si no se autoriza el regreso en nuestra actividad, aunque sea para 10 personas para realizar alguna reunión corporativa, no podremos compensar los gastos que estamos asumiendo --dice--. Porque en este rubro es muy difícil reinventarse. Esa es otra realidad”.

   Respecto de las fiestas pactadas y que no se han podido realizar por la cuarentena, Carranza asegura que se reprogramaron.

“Aun en este contexto, la gente está muy predispuesta. Reprogramamos todas las fechas del año y no hemos tenido problemas”, expresa.

   Carranza afirma que su empresa accedió al ATP, el programa de asistencia de emergencia al trabajo y a la producción que lanzó el Gobierno nacional, pero que “es mínimo lo que cubre”. Además, tomó un crédito que, naturalmente, deberá devolver.

   “Lo que sí logramos es que nos autoricen a vender (las temporadas) 20/21 y 21/22 porque, en realidad, las fiestas se programan un año antes. Es decir, seguimos trabajando en eso y, si bien son señas pequeñas, hoy todo suma”, admite.

Cuestión de confianza

   “En nuestro caso veníamos notando una merma importante (de trabajo) en el último año y medio. Así llegamos a marzo”, se resigna Adrián García, concesionario del salón de la Sociedad Rural de Bahía Blanca, ubicado en Bordeu.

   “Trabajamos el domingo 15, al mediodía, y a partir de ahí nada de nada. Son más de 150 días, hasta el próximo domingo (por hoy), en que se habilitará el restorán. Con todos los protocolos, claro”, agrega.

   Pero García no podrá abrir el salón de fiestas, un habitual sitio de convocatoria de la ciudad, que tiene nueve empleados directos, muchos más en forma indirecta en lo alto de la temporada —septiembre a abril— y donde cuatro familias están involucradas --implícitamente-- en toda la cadena. 

Adrián García, en el salón de la SRBB.

   Como Carranza, García admite que el sector donde se desenvuelve es uno de los más afectados por la cuarentena.

   “Como el turismo y la hotelería, que también la están pasando muy mal”, agrega.

   Respecto a la eventual apertura para poder realizar fiestas, señala que ellos tienen una ventaja.

“El salón es muy amplio. Y se puede hacer una cena o un almuerzo, ocupando el 50 % y cumpliendo con los protocolos. Sin baile, por supuesto, porque la proximidad de la gente es lo que complica hoy”, indica García.

   Aprovechando el (obligado) tiempo libre, García admite que desde la empresa debieron incursionar en redes sociales, tales como Facebook e Instagram, para mantener en vivo, y difundir, lo que hacen.

   También se debieron incorporar al programa nacional para cobrar el ATP del Anses.

   “Igual, no sirve de mucho. Se tomó como referencia el mes de febrero que, para nosotros, fue atípico por el escaso movimiento. Eso nos afectó; es irrisorio lo que reciben los empleados”, asevera.

   “Es cierto que el Gobierno ha dado algunas ayudas, como los créditos a tasa cero, pero son muy difíciles de conseguir porque los bancos dan muchas vueltas”, aclara.

   “Pero si accedés, te dan tres meses de gracia y después lo tenés que empezar a pagar. Es decir, tendrás que empezar a devolverlo cuando aún no estés trabajando. O lo estés haciendo en forma muy acotada. Es difícil”, relata.

   En cuanto a las fechas pactadas con reuniones, comenta que las han ido reprogramando.

   “Algunas para noviembre, aún sin saber si vamos a poder hacer algo; otras hasta fin de año. Todas sin baile; algunas serán para 2021. Y el resto sigue esperando a ver qué pasa”, explica.

   “¿El futuro? Que todo sea como antes”, sonríe.

   “Lo que pasa es que esto se extenderá, por lo menos, hasta marzo o abril del año que viene”, expresa.

   “Sobre todo porque la gente debe retomar la confianza para reunirse en determinados lugares. Los jóvenes, por ahí, no tienen tantos problemas, a tal punto que vemos que los fines de semana se juntan a tomar mate, sin barbijos, en los paseos públicos. Eso es algo que no tenemos que hacer”, relata.

   “Pero los adultos son más serios en ese sentido. Y en las fiestas siempre hay gente mayor que, seguramente, tomará recaudos y, acaso, no vaya” —cuenta. Y aclara—: “También habrá que manejar otros números a la hora de pasar los presupuestos para las fiestas”.

   Si bien se esperanza con una vacuna, García dice que, en realidad, la incertidumbre es mucha.

El emprendimiento del salón de fiestas de la familia García, en la Sociedad Rural bahiense, se inició en julio del año 1935.

   Respecto del alquiler del local donde trabajan, García dijo que los directivos de la SRBB han respondido a la altura de las circunstancias.

   “No nos están cobrando el alquiler, así como han prorrogado el pago de otros servicios, como luz y agua. Lo hablamos abiertamente y siempre están a disposición para ayudarnos”, cuenta.

   “Esto es un alivio respecto de otros colegas. Nos ayuda a amortiguar gastos”, asegura García.

Las ventajas competitivas

   Para Sergio Cufré, uno de los responsables de Punto Aparte, la cuarentena --empezó al finalizar un casamiento en el complejo, al mediodía del sábado 14--, los obligó a generar nuevos desarrollos.

   “Fue posible porque no teníamos deudas con bancos ni con proveedores. Es decir, un respaldo por la trayectoria de 30 años de trabajo. Un paragua”, cuenta.

   Cufré admite que existe una cuestión sanitaria (“que no es culpa de nadie y que es excepcional”), pero que hay que ir analizando las conductas que se tendrán que cambiar hacia adelante.

   “En el contexto actual, es una ventaja tener una empresa de este tipo”, señala.

Pablo y Sergio Cufré, de Punto Aparte.

  “Somos cuatro familias las que vivimos de esto. Tenemos una cantidad de empleados en relación de dependencia, que son seis, a los cuales les seguimos pagando los salarios, más allá de la ayuda que nos está dando el Gobierno nacional”, comenta.

   Es otra de las realidades de los complejos de salones que, aún, seguirán sin poder abrir sus puertas como consecuencia de la cuarentena por el Covid-19.

   “No tenemos una fecha programada para volver. Se está trabajando en función de adaptar un protocolo para nuestro rubro, pero es muy difícil”, admite.

   “Para una fiesta se pueden cumplir con todos los protocolos, pero ¿vas a hacerla sin que nadie pueda bailar? Es imposible”, aclara.

   “Nosotros tenemos ventajas competitivas, porque acá (por el complejo) hay un gran parque y vamos a poder hacer actividades al aire libre cuando el tiempo acompañe. Estamos trabajando en eso”, explica.

   Cufré señala que, a excepción de un cumpleaños de 15, que los padres de la joven no se animaron a hacerlo, los demás encuentros se pudieron reprogramar en forma consensuada.

   “Algunas los hicimos en marzo para esta fecha (por agosto), y ahora las volvimos a reprogramar. En varios casos tenemos la fecha original; la reprogramación y otra corrección encima. Pero hay un entendimiento y nadie reclama nada; estamos todos en la misma”, relata.

Un elemento nuevo que se ha incorporado es la fiesta de los Dulces 16 (Sweet Sixteen), como se la denominada en los EE.UU. Sería una adaptación doméstica para las jóvenes que, este año, cumplen los 15 años.

   “Pero para 2021 somos optimistas. Parece que la gente tiene más ganas de festejar. Eso lo medimos por las consultas que seguimos teniendo”, asegura.

   “¿Lo nuevo? La pandemia nos dio la oportunidad de lanzar algo que teníamos en mente desde hace cinco años: servicios a empresas y salir de nuestro complejo, algo que nunca habíamos terminado de diseñar. También es cierto que estábamos en una zona de confort”, admite.

   “Al principio nos hizo bien parar porque veníamos del cansancio de toda la temporada. Y porque no sabíamos cuánto iba a durar (la cuarentena). Pero cuando se extendió empezamos a pensar en esta alternativa”, amplía Cufré.

La temporada de piletas

   El sitio que administra la familia Cufré se distingue, también, por un complejo de piletas.

   “Somos optimistas para la temporada de verano. El año pasado ya habíamos presentado alternativas para hacer algo diferente”, asegura.

   “Está comprobado de que en el agua salada el virus no se propaga y, en agua dulce tratada con cloro, como se hace habitualmente en cualquier natatorio, tampoco representa un problema”, indica.

   “Está claro que habrá que cumplir con los protocolos respecto de la distancia entre la gente y demás, pero eso va a ser algo de la cotideaneidad. La vida tiene que seguir”, asevera Cufré.