Bahía Blanca | Martes, 16 de abril

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​​​​​Escenario político: intendentes de Juntos por el Cambio piden autonomía para manejar la cuarentena

Le reclamaron al gobernador Axel Kicillof administrar las fases del aislamiento en cada uno de sus municipios. Hoy esa responsabilidad está en manos de la Provincia y la Nación.

El intendente Héctor Gay y su secretario privado, Pablo Romera. (Foto: Prensa Municipio)

Maximiliano Allica / mallica@lanueva.com

   Anoche en el programa Enfrentados, el intendente de Vicente López y hombre fuerte del Pro bonaerense, Jorge Macri, admitió que los jefes comunales de Juntos por el Cambio le pidieron al gobernador Axel Kicillof la autonomía para manejar la cuarentena en cada uno de sus distritos.

   Ese grupo de intendentes que incluye a Héctor Gay argumenta que la provincia de Buenos Aires es muy diversa y que nadie mejor que ellos para conocer las necesidades y posibilidades de cada comunidad, sin necesidad de pedir permisos a los gobiernos superiores.

   "Además, a nosotros también nos votaron. Yo no sé si para el vecino de Vicente López es más importante el gobernador, el presidente o el intendente", disparó Macri en el programa que se emite por LaNueva.com.

   El gobierno de Bahía Blanca, a cada momento, da señales más claras de que se encuentra a favor de ir rápidamente hacia un mayor nivel de flexibilizaciones. Y siente que la Gobernación no acompaña ese ritmo.

   Según el discurso de ayer de Kicillof, no solo no hay margen para autonomías sino que además nuestra ciudad no se encuentra en condiciones de avanzar a la fase 5 de mayores aperturas, ya que el requisito sería no registrar contagios durante 21 días consecutivos, algo que para un distrito como este suena a proeza.

   No obstante, hasta los primeros minutos de la madrugada de hoy en los grupos de WhatsApp de la cúpula municipal se recomendaba prudencia y esperar hasta leer el nuevo decreto antes de dar explicaciones sobre el impacto de la flamante etapa de la cuarentena en Bahía.

   La reciente discusión con la Provincia por la reapertura de los comercios de indumentaria y calzado puso sobre la superficie una idea que viene incubando desde hace semanas en el Municipio: mientras no haya vacuna, la cual puede aparecer dentro de poco o nunca, la cuarentena va a permanecer; por lo tanto, hay que adaptarse a la nueva normalidad y entender que así será la vida por un largo tiempo.

   Si el timón del aislamiento estuviera en manos del gobierno local, las premisas en Bahía Blanca serían: abrir la mayor cantidad de actividades posibles bajo protocolo, mantener las alertas sobre la necesidad del distanciamiento social, resguardar a los adultos mayores y otros grupos de riesgo, salir y entrar de las diferentes fases según sea necesario, y seguir reforzando al sistema hospitalario.

   "El objetivo del aislamiento social es aplanar la curva de contagios, no eliminar la enfermedad. Y ese objetivo, que apunta a no saturar al sistema sanitario, se está logrando. Por lo tanto hay margen para seguir abriendo", le dice a La Nueva uno de los integrantes del comité de crisis municipal.

   Va más allá. Afirma que a esta altura existe una "sobreactuación de la cuarentena" por parte de los gobiernos del Frente de Todos.

   Agrega otro de los miembros del comité: "Tenemos que prepararnos para flexibilizar y ser flexibles. Podemos ir avanzando y retrocediendo fases en función de cómo se vayan dando los contagios. A eso también tendremos que acostumbrarnos. Pero no podemos dejar a todo el mundo encerrado, inactivo o asustado. Porque además aparecen otros riesgos, hay pacientes coronarios que no se quieren hacer chequeos por temor a ir a un hospital, por ejemplo".

   En el peronismo regional hay otras opiniones. "No se entiende un pedido así. La mayoría de los intendentes cedería a la presión de cualquier sector. El diario del lunes nos dice que las políticas nacionales y provinciales están funcionando perfectamente al momento de salvar vidas", señala un dirigente de primera línea.

   Esa mayor autonomía que piden los intendentes tiene riesgos, absolutos y relativos. 

   Absolutos porque cualquier error caería directamente sobre sus espaldas y, al tratarse de vidas en juego, los costos pueden ser muy pesados. 

   Los relativos los explica un miembro del gabinete de Alsina 65. "Cuando la gente tiene un problema le reclama al intendente, no le importa si son asuntos que tienen que resolver el gobernador o el presidente. La cara la ponemos nosotros, así que déjennos decidir".

   Para la oposición una reapertura de esa escala sería la ruleta rusa.


El geriátrico de Avellaneda al 700.

   ¿Cuánto puede complicar los planes aperturistas del Municipio el brote de contagios en el geriátrico?

   Al detectarse que el origen fue el contacto entre el dueño de la residencia y uno de los positivos del parque eólico, se descartó el peor escenario, la circulación comunitaria, que implica que el virus está dando vueltas entre la población y es uno de los indicadores principales para determinar autorizaciones o restricciones en los distritos.

   Desde el comité de crisis aclaran: "Los indicadores principales son tres. Una tasa de duplicación de casos superior a 25 días, la cual hoy está en 35; tener al sistema hospitalario con una ocupación baja; y la presencia de transmisión comunitaria, que hoy no tenemos pero en algún momento va a llegar. Mientras cumplamos al menos con dos de esos tres aspectos no hay razones para retroceder fases en Bahía ni negar actividades que estén en condiciones de cumplir con los protocolos".

   Esgrimen otros datos. Hoy los hospitales bahienses tienen solo un 10% de ocupación en las áreas específicas de COVID-19, hay un uso menor al 20% de los respiradores totales (cuya cantidad aumentó notablemente en estas semanas hasta alcanzar casi 140 entre todos los centros médicos) y las camas hospitalarias generales cuentan con dos tercios de su capacidad disponible.

   Cualquier invierno sin coronavirus presentaría números peores. Esto quiere decir que el sistema se vio fortalecido y que disminuyó la cantidad de pacientes por otras patologías producto de la misma cuarentena, aunque el número de recursos siempre será insuficiente en caso de un desborde de contagios.

   El brote en la residencia de calle Avellaneda, además, volvió a iluminar el problema de los geriátricos sin habilitación. 

   Tal como reveló La Nueva, de unos 300 establecimientos en Bahía, solo 11 están habilitados. No es un tema nuevo. En 2015 este diario advertía que apenas uno sobre 300 tenía los papeles en regla. 

   La ley bonaerense de geriátricos es de 2011. De acuerdo con distintos especialistas la reglamentación de la norma tiene un nivel de exigencia de muy difícil cumplimiento y los costos para reunir las condiciones de habilitación son tan altos que, trasladados a la tarifa mensual, serían impagables para la mayoría de las familias.

   Los gobiernos bonaerenses a ambas orillas de la grieta fueron incapaces de acomodar estos desajustes y decidieron tolerar a los geriátricos que funcionan razonablemente bien aunque estén flojos de papeles porque, en caso de clausuras, el resultado sería cientos de adultos mayores en la calle. A un promedio (por lo bajo) de 10 por geriátrico, la cuenta es fácil.

   Esto expone un concepto de fondo. Cuando una ley se torna de difícil cumplimiento, la mayoría no la cumple. Con el ASPO puede ocurrir lo mismo: cada vez hay más gente necesitada de procurarse recursos para subsistir y el miedo al hambre mata al miedo al coronavirus.

   Con el correr de la cuarentena se incrementan las voces que piden volver a trabajar o que les den otras soluciones. Tal el caso de los comerciantes de ropa y calzado, que quedaron en el centro de la discusión pública, pero hay otros sectores tan o más afectados de los cuales se habla demasiado poco. Por ejemplo, los trabajadores de la cultura.


Manifestación de artistas en 2019.

   Los artistas fueron los primeros en frenar y serán los últimos en volver, ya que la mayoría de sus actividades requieren convocatoria de público, sea por sus actuaciones en escenarios, clases o talleres.

   Muchos de esos trabajadores en Bahía Blanca están asfixiados y piden respuestas que no llegan desde el Instituto Cultural, así como es escaso el nivel de solución que baja desde Provincia y Nación.

   Como todo aquel que desempeñaba una tarea y el Estado le prohibió continuarla, merecen subsidios directos o alguna compensación acorde para resolver lo inmediato. 

   Para más adelante, hay quienes plantean la apertura de salas con una cantidad reducida de público respetando el distanciamiento. No obstante, ya antes de la pandemia sostener la actividad sin auditorios llenos era muy difícil, por no mencionar que los planteles artísticos deberían achicarse al mínimo posible para no aglomerar gente sobre la escena.

   ¿Entonces? Los grupos independientes están diseñando proyectos alternativos como performances callejeras para convocar público y reducir los riesgos de contagio, así como otras medidas paliativas. Sin embargo, nada va a alcanzar para cubrir el vacío.

   Lo urgente requiere una política de fomento de las artes, con transferencias directas a cambio de difundir producciones realizadas o bajo el compromiso de realizar. 

   Superado el primer shock, probablemente, distintas formas de la actividad cultural deberán reconvertirse como tantas otras. Pero hoy es uno de los sectores más desamparados.