Bahía Blanca | Martes, 16 de abril

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Utopía sin cuarentena

"Es muy verosímil que el Covid 19 dispare otra bifurcación, de gran calado, con resultados impredecibles y dramáticos para toda la sociedad". Escribe Tomás Loewy,

"Las epidemias son como mirarse al espejo de la humanidad, y puedo decir que no todo es bello”

Frank Snowden

 

Las pestes, frecuentemente, desnudan todas las inconsistencias del sistema mundo que transitamos. Hay dos actitudes para enfrentar el después, aún incierto. Uno es volver a las rutinas y «normalidades» que nos trajeron hasta aquí y otra es capitalizar las duras enseñanzas para otro mundo posible.

Ningún territorio o país tiene autonomía ecológica, económica o sanitaria. La interdependencia, inclusive biológica, quedó taxativamente sellada. Sin querer queriendo, pasamos del «crecimiento económico» a «crecer de golpe», pero en algo más sofisticado que el producto bruto.

Vivimos un mundo inmerso en crisis sistémicas y permanentes. En Argentina, «vamos a salir adelante» es un buen lema, pero no alcanza. Falta saber si seguiremos repitiendo o aprehenderemos algunas lecciones de vida. Cada país experimenta distintas encrucijadas y el planeta sobrevive a partir de eventos excepcionales, en el tiempo, que se llaman bifurcaciones.

La física da cuenta de estos procesos, cuando los desequilibrios ya nos son reversibles dentro de un sistema. Una analogía social, de ese mecanismo, fue la cesación del socialismo real (perestroika) hace cuarenta años. Es muy verosímil que el Covid 19 dispare otra bifurcación, de gran calado, con resultados impredecibles y dramáticos para toda la sociedad.

Un objetivo -de oportunidad estratégica- sería dotar de sentido a la nueva situación, a partir de un significativo cambio cultural. Apoyándonos en la tecnología, en la ciencia y el sentido común, la pregunta válida es si podemos «forzar» algo positivo -solidariamente- o seguiremos siendo parte del problema.

El primer paso consiste en transitar desde una sociedad distópica a la vigencia de una utopía compartida. Frente al globalismo, preeminencia mundial de la economía, urge incorporar las otras dimensiones de la globalización: la ecológica, cultural, valórica y social. Para eso es esencial recuperar el rol decisivo de la política, más allá del poder corporativo.

Hoy se requiere una visión holística y de complejidad para lidiar con los desfasajes socioeconómicos y ecológicos. La política no solo deberá sobreponerse al poder económico, sino que se debe legitimar desde una sostenibilidad sistémica. En esta tarea, el poder y las ideologías lucen como antítesis de estas competencias.

En nuestro triple rol de actores, observadores y creadores, debemos transformarnos en ciudadanos globales. Para modificar el mundo es necesario exceder lo visible (síntomas) e indagar en las estructuras subyacentes (causas), a partir de sólidas instituciones. Así será posible restablecer grados de armonía con nuestro entorno y revertir la inviabilidad presente.