Bahía Blanca | Miércoles, 01 de mayo

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Cómo es un viaje internacional en tiempos del coronavirus

Un periodista de La Nueva viajó a Estados Unidos invitado por el Departamento de Estado para recorrer medios de comunicación de aquel país. Al regresar, vivió una experiencia que refleja el pulso de estos tiempos.

Fotos: Francisco Villafáñez

 

   Todos ya estamos en nuestro lugar, cada uno en su asiento asignado y el equipaje de mano en sus respectivos compartimentos. Pasan unos minutos y no se ve movimiento alguno por parte de la tripulación de cabina. 

   —¿Pasa algo caballero?  —pregunta un viajero a un auxiliar de vuelo.

   —Solo son procedimientos de rutina, quédese tranquilo —responde el trabajador aéreo.

   Minutos más tarde toma la palabra el piloto, en un inglés nativo.

   —Damas y caballeros, como ya se ha leído en las noticias y a través de las redes sociales, en las últimas horas las autoridades han establecido protocolos de seguridad para garantizar la salud pública. Por tal motivo, estamos a la espera de un pronunciamiento del Gobierno argentino y de la autorización por la torre de control para despegar de la pista. Agradecemos su paciencia.

   Así comenzaba nuestro regreso a la Argentina tras dos semanas de estadía en los Estados Unidos como parte del programa de liderazgo de visitantes internacionales del Departamento de Estado, una invitación que recibimos periodistas de medios del interior del país para conocer el panorama de los medios locales en la era digital.

El viaje

   La travesía comenzó el sábado 29 de febrero. Partimos rumbo a la ciudad de Washington D.C., desde el aeropuerto Internacional Ministro Pistarini de Ezeiza. Ese día, no vimos mayores controles más que los carteles preventivos que informaban a los ciudadanos sobre cómo evitar el contagio y la propagación del virus COVID-19.

   A nuestra llegada al aeropuerto de la ciudad de Miami, en donde realizamos una escala, el panorama no fue diferente. No había controles en cuanto al estado de la salud de los pasajeros entrantes se refiere; por lo menos no para los que veníamos en el vuelo procedente de Buenos Aires. Solo los estrictos protocolos de seguridad de migraciones para entrar al país del norte.

   Desde ese aeropuerto volamos a otro, el de la capital de la nación. Algunas personas, muy pocas, lucían barbijo y lo primero que nos ofrecieron al llegar fue una botellita de alcohol en gel para cada uno. 

   En Washington D.C. estuvimos tres días, con un traslado a la ciudad de Baltimore en medio. En las noticias locales ya era tema frecuente el estado de la propagación del coronavirus. Sin embargo, también lo era el “supermartes”, el día con el mayor número de estados en elecciones primarias.


Vista de la Explanada Nacional desde el avión que nos lleva a Cleveland

   Para el viernes, otro vuelo, otro aeropuerto. Esta vez salimos con destino a la ciudad de Cleveland, en el estado de Ohio. Allí más frío, más gente con barbijo y más alcohol en gel para nosotros, que ya empezaba a escasear. Las noticias sobre la expansión del virus en el país ocupaban el tema central en los informativos y se notaba más preocupación en la gente. 

   Cuatro días después, luego de visitar y conocer la experiencia de periodistas y medios locales, volamos para San Antonio en Texas. Una escala en Houston y llegamos al aeropuerto de la ciudad en la que el bahiense Manu Ginóbili es ídolo indiscutible. 

    Mientras tanto, en las otras localidades visitadas cerraban algunas escuelas y universidades, y se cancelaban eventos y reuniones.

   En el hotel, los turistas, muchas familias con hijos pequeños, y algunos deportistas que participaban de una carrera, mantenían las recomendaciones al pie de la letra: lavarse las manos frecuentemente y usar alcohol en gel. En la tele, el coronavirus seguía siendo protagonista: tanto en inglés como en español se podía ver la información sobre su avance en el país y en el mundo. 

   Las redacciones que visitamos como parte del programa publicaban historias sobre el virus, su llegada, expansión y repercusiones en el estado. Algunos trataban de evitar darnos la mano en el saludo, otros lo hacían sin pensarlo.

   En colectivo hasta Austin, Texas, más o menos a dos horas de camino por la ruta estatal, algunos de los periodistas comenzamos a ser notificados sobre la posibilidad de entrar en cuarentena una vez que retornáramos a nuestras ciudades de origen. Cosa que evidenció el estado de la situación.


Visita al Texas Tribune en Austin.


La vuelta a casa

   Luego de 11 días de viaje, llega el momento de regresar. De San Antonio a Atlanta, los barbijos en los pasajeros se multiplican y las medidas de seguridad aumentan. Una cadena nacional muestra al presidente Donald Trump anunciando la suspensión de todos los vuelos procedentes a EE.UU. desde Europa. El desconcierto se apodera de los viajantes que ya tienen todo listo para partir. En Argentina, el dólar sube y el riesgo país alcanza una cifra histórica; en el mundo la OMS declara al coronavirus como pandemia.

   En el momento de embarcar una cámara toma nuestros registros: no sabemos si es para controlar la temperatura corporal o si simplemente hace parte de la rutina de seguridad del aeropuerto.

   Tras media hora arriba del avión, el piloto se vuelve a comunicar.  

   —Señoras y señores, faltan pocos minutos para ser autorizados a despegar, nos informan que al llegar al aeropuerto de Ezeiza, todos los pasajeros deberán entregar una declaración jurada sobre el estado de salud y sus datos de contacto. Los pasajeros argentinos están obligados a cumplir con la cuarenta —en este momento varios pasajeros deciden abandonar el vuelo— les pedimos disculpas por la demora y agradecemos su comprensión.


Momento en el que algunos pasajeros deciden bajar.

   Un pasajero, que está con su familia, también decide bajarse y en ese momento un auxiliar de vuelo lo intercepta.

     —Quédese tranquilo, todo va a estar bien, yo también viajo y estaré tres días allá, no vamos a tener ningún problema —dice tratando de convencerlo para que siga viaje.

   Tras varios minutos de debate familiar se sientan nuevamente en sus lugares y se preparan para el vuelo.

   El avión despega una hora y media más tarde con destino a Buenos Aires. La tranquilidad regresa a nosotros. Al llegar, hacemos una fila interminable para cumplir con los procedimientos de seguridad. El personal del aeropuerto, con barbijos y algunos con batas y guantes, nos reciben la declaración jurada y una máquina nos toma la temperatura. A otros también les revisan los ojos. Ya en Migraciones y tras presentar la documentación, cada uno sigue por su cuenta. 

   Ahora sí: nosotros a cuarentena y los extranjeros a la espera de saber si quedarán varados en el país.