Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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La OEA, la siguiente batalla de Alberto en la región

La columna semanal de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

Archivo La Nueva.

   Para entender en todo su alcance la prioridad que Alberto Fernández le otorga en su agenda internacional a la necesidad de volver al “lationamericanismo” en la región, más acorde con los tiempos del matrimonio Kirchner que con los de Mauricio Macri, vale rescatar una frase que el presidente dejó picando delante de la alemana Angela Merkel durante su reciente paso por Berlín.

   Fue cuando la canciller alemana le comentó su preocupación por el avance de las inversiones chinas en Latinoamérica, como también la influencia que ejerce Estados Unidos en desmedro del comercio europeo en general y de la propia Alemania en particular.

   Alberto le dijo que podía “presentarle” al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, para que ambos conversen sobre esa problemática. Que, añadió, es también la suya en su interés por conseguir que otros países, en obvia referencia al de su anfitriona, puedan desembarcar con sus propias inversiones a gran escala en la región.

   El gobierno argentino ha dado desde el 10 de diciembre muestras sobradas de la decisión de volver de a poco a la “Latinoamérica unida” que proclaman Evo Morales, Nicolás Maduro, AMLO y la Cuba de Raúl Castro. Por un lado con la decisión de continuar en el país con el status refugiado político que México le había concedido en primer término al expresidente boliviano, sumada a la decisión de ratificar que para el kirchnerismo el mandatario venezolano no es un dictador y no reconocer, además de retirarle las cartas credenciales a su embajadora, al gobierno encargado de Juan Guaidó.

   Justamente aquel comentario de Fernández delante de Merkel, toda una invitación a de algún modo “representar sus intereses” en la región, incluyó la exposición de la coincidencia que tiene con López Obrador respecto del caso venezolano, donde ambos proponen una salida democrática “negociada” alejada del Grupo de Lima, que integró el país durante la era Macri y que pide la destitución de Maduro, y más cercana al Grupo de Contacto europeo, del que Merkel forma parte.

   Aseguran en fuentes de la Casa Rosada que la siguiente batalla que Fernández quiere dar en la región es ambiciosa, y por su envergadura, habría que convenir, de futuro incierto, que es “democratizar” la Organización de Estados Americanos. Que conllevaría, de coronar con éxito esta jugada en ciernes, el propósito de poner la OEA “más al servicio de la región” y no tanto de la dependencia de Estados Unidos, como a juicio del albertismo y el cristinismo por partes iguales representa ahora ese organismo regional.

   No es un secreto que la administración de Alberto no quiere al actual titular, el uruguayo Luis Almagro, en especial por su férrea oposición a la dictadura venezolana de Maduro, y también porque en voz baja lo acusan de encarnar un “alineamiento incondicional” con Estados Unidos.

   Almagro se presentará para la reelección en las elecciones de la OEA que se realizarán el 20 de marzo, y el presidente buscará trabar esa jugada. Lo haría, por caso con López Obrador, mediante la decisión ya tomada de impulsar para el máximo sillón de la OEA al político peruano Hugo de Zela Martínez, un centroizquierda moderado que no critica a Maduro ni responde a Washington como el actual secretario general.

   Los confidentes de la sede gubernamental aseguran que el presidente cuenta con otros aliados, además de su colega mexicano. De hecho el eje Morales-Maduro-Díaz Canel (presidente cubano), aunque creen que el mandatario peruano Martín Vizcarra podría sumarse a la movida.

   Es poco a primera vista, pero como dicen en el primer piso de Balcarce 50, por algo se empieza. Esa sería la razón central por la que Alberto acaba de designar como nuevo embajador ante la OEA al exdiputado nacional kirchnerista y surgido de las filas del Frepaso, Carlos Raimundi, en reemplazo de Daniel Raimondi, un diplomático de carrera que había sido nombrado por Macri el 26 de noviembre pasado y fue desplazado la semana anterior por el canciller Felipe Sola.

   Raimundi será la punta de lanza, no bien asuma, de esta nueva batalla regional que emprende el presidente.