Mauricio Yesari, fotógrafo de almas y héroes anónimos
A los 48 años, su pasión por la fotografía lo llevó a enfrentarse al desafío de retratar un rostro por día de algún personaje local, pero desconocido para la sociedad. Sus publicaciones se viralizan en redes sociales y algunas de ellas fueron compartidas por miles de personas.
Laura Gregorietti
"¿Cuál es mi foto preferida? Una que voy a hacer mañana".
Imogen Cunningham (1883-1976)
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"Hace tiempo que la gente bahiense me llama la atención. Esas personas que uno no conoce, pero que ve todos los días y se pregunta qué historias llevarán sobre sus hombros. Hay rostros muy fotografiables y a mí particularmente, siempre me gustó el retrato y más, orientado a la gente común, la que pasa desapercibida", cuenta Mauricio Yesari.
En plena pandemia, Mauricio decidió unirse al desafío 365, que hace años circula por las redes y que plantea la posibilidad de hacer una foto por día. Y fue este "ejercicio" el que despertó en Mauricio la pasión por los retratos anónimos.
"El planteo inicial era de una foto cualquiera, lo que sintiéramos, lo importante era tener la constancia de hacer el retrato. Vi los trabajos que hacía un chico de Mendoza, me gustó su idea, pero escribía mucho y a veces, cuando contás demasiado, le quitás fuerza a la imagen. Comencé apenas brindando unas pinceladas de información sobre los protagonistas de la foto, pero con el paso del tiempo, la gente comenzó a decirme que se quedaban con las ganas de saber más y comencé a extenderme un poco".
El elegido para la foto número uno fue su hijo Joaquín, de 17 años. Luego siguieron su papá, su mamá, su esposa Roxana, su cuñado y amigos.
"Cuando cerré el círculo familiar dije, ¿y ahora a quién le saco? Y en ese momento me fui en auto a recorrer la ciudad. Me encontré con un malabarista, luego con mi peluquero de hace 40 años y el bicicletero del barrio, que hace tanto tiempo que vive por estas calles también".
Con cada foto publicada, llegaban las sugerencias para hacer algunas más.
Con su hijo Joaquín
"Luego me empezaron a pasar datos, por ejemplo, de la chica de un comedor, una historia tremenda. Valoro muchísimo lo que hacen, de la nada se ponen a laburar, en la mayoría de los casos empiezan con un vaso de leche, luego con 5 y la merienda para 50 y se ponen a cocinar por la gran demanda. Su historia conmovió a la gente a tal punto que un día me encontré en mi casa con dos cajas enormes de ropa que alguien había donado para ese lugar. Ahí me di cuenta que esto de la fotografía además, tenía una respuesta social inesperada y muy agradable".
Según cuenta, el proyecto de fotografía no incluye temas políticos, ni religiosos ni de género.
"No saco fotos que generen posturas o diferencias, para mí las personas son buenas o carentes de bondad. Y eso va más allá de color político, credo religioso o género sexual".
Mauricio dice que sacar fotos le genera una motivación constante para cada día seguir buscando un personaje anónimo para retratar.
"El desafío de encontrar al personaje comienza en mi cabeza, pensando en las personas que en algún momento me llamaron la atención. Y cuando la gente ve la imagen con el texto, las devoluciones son hermosas, me brindan un reconocimiento por los personajes que elijo para sacar, como la foto que subí del muchacho que está en silla de ruedas en la primera cuadra de O'Higgins, que necesitaba una silla de ruedas y tuvo tanta repercusión que le ofrecieron muchas, el tema es que la de él no era una silla común. La mayoría de las historias que me encuentro resultan ser súper motivadoras, esas que te dan gusto mostrar y hacer conocer".
Una de esas historias -recuerda- fue la de "Tavo" San Martín, un personaje que sufrió las mil y un carencias y cuando terminó de construir su casa, puso un merendero para el barrio.
"Me puse a charlar con él y le pedí permiso para la foto. La gente lo conoció, lo entrevistaron en el diario y a los días, tenía el mechero, la olla y las garrafas que necesitaba para cocinar. Cosas que indefectiblemente, te motivan y contagian a la gente no solo a donar, sino a enviarme datos de nuevas historias para contar con mi cámara".
Lo que comenzó como un proyecto fotográfico ahora se transformó en un racconto de pequeñas historias de grandes héroes anónimos.
"Yo destacó además que siempre son historias buena onda, nunca vacías de contenido porque no todo está perdido. Siempre hay gente que hace cosas por el otro de manera desinteresada o que reconoce a personas que simplemente cumplieron un rol en la sociedad durante muchos años sin ser conocidas o reconocidas y que merece ser vista".
Claro que a pesar de recorrer las calles bahienses con la cámara en mano, algunas historias le quedaron pendientes.
"Me quedé con las ganas de sacarle fotos a la señora que tejía y tejía todo el día sentada afuera de Pibro, en calle Belgrano. También me ha quedado en el 'tintero' mucha gente que ignoramos en el día a día, simplemente porque pide algo y pasan a formar parte de nuestro paisaje de todos los días".
Si bien Mauricio reconoce que se encuentra muy por debajo de la cifra de "una foto por día", cuenta con 230 retratos y dice que la pandemia, frenó un poco el desafío.
"Me han pasado cosas muy lindas con este proyecto, recuerdo a Antonio, el calesitero del Parque de Mayo. Le hice el retrato me puse a escribir y fue maravilloso, se empezó a compartir y llegaron cientos de mensajes de calidez de recuerdos hacia él y 1.200 fue compartido el retrato. Lloraba yo, los hijos, mucha emoción cuando se dieron cuenta. Los nietos le imprimieron los mensajes y estaba tan feliz que me hizo una carta de agradecimiento. Los resultados son alentadores, hay muchos comedores que han recibido donaciones y la misma gente que comenta las fotos, me impulsa a seguir y eso es una inyección de emoción para mí y los entrevistados. Si bien fue un año tan amargante en muchos aspectos, por este lado he recibido muchas alegrías".
Mauricio tiene 48 años, está casado con Roxana Presti y es papá de Joaquín de 17 años y de Bautista, de 9.
Desde 1992 que trabaja en fotografía, ofrece talleres y trabaja en cumpleaños de 15, casamientos y fiestas. Trabajó 9 años en Foto Martini, uno en Seven Lab y ahora trabaja en una empresa que le permite tener un sueldo y una obra social.
"Joaquín, que fue mi primer retrato, mi primer hijo. Un niño travieso que se convirtió en un tipo tranquilo, buenazo, piola e inteligente. Bautista nació con parálisis cerebral y recién a los 7 meses nos enteramos. En la foto de Ale Giacone, su neuróloga, hago un retrato de él".
Entre sentimientos encontrados y expectativas, cuenta que fue un cambio bastante grande a lo que uno espera de un hijo.
"Te mueve un poco las estanterías tener un hijo con parálisis cerebral, yo lo tomé bastante bien tener un hijo así. No lo sentí mal, solo nos tocó un nene con otros desafíos. Pero la leona de la familia es mi señora, yo ayudo, acompaño, pero ella es la que está atenta todo el tiempo a lo que hay que hacer y lo que necesitamos mejorar. Es sorprendente la madre que es Roxana", resume con amor.
Por otro lado, más allá del cimbronazo, de los neurólogos, kinesiólogos y los acompañantes terapéuticos, reconoce que Bautista también les mostró la vida desde otra perspectiva.
"Cuando Bauti comenzó el jardín, a los 3 años, en el Jardín 923 de Malvinas y Maldonado, la maestra vio que él con su silla no podía acceder a la hamaca para divertirse como sus compañeros y escribió a una fundación que donó el dinero para poner una igual a las que ahora están en la Plaza Rivadavia. Un papá que trabajaba en un transporte la hizo traer de Rosario y con otros papás, la colocamos en el jardín. Con el tiempo empezás a ver que se arrima a Bauti gente con un corazón enorme pero ellos, de todos modos, son como un colador van zarandeando y van dejando arriba a la gente de buena calidad, de buen corazón", cerró.