Bahía Blanca | Viernes, 03 de mayo

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“Lo que más me sorprendió fue la soledad que tenía Diego”, recordó Eduardo Seminara

El psiquiatra, bahiense por adopción, fue requerido en su momento para intervenir en la recuperación del astro del fútbol.

Fotos: Archivo.

Por Tomás Arribas / tarribas@lanueva.com
(Nota publicada en la edición impresa de hoy)

   El vertiginoso, y por momentos descontrolado, ritmo de vida llevó a Diego Armando Maradona a tutearse con la muerte en más de una oportunidad.

   Una de las primeras y más recordadas advertencias, el episodio de Punta del Este (Uruguay) hace 20 años, tras una descompensación respiratoria.

   Luego de aquel aviso, el “10” volvió a caminar por la cornisa cuatro años después, víctima de la obesidad, el alcoholismo y la severa adicción a la cocaína, debiendo permanecer varios días en coma.

   Fue allí cuando un llamado telefónico incorporó a escena al psiquiatra radicado en nuestra ciudad, Eduardo Seminara, por entonces viviendo en Ascona (Suiza), requerido nada menos que por Alfredo Cahe, médico personal de Maradona, como puente para buscar soluciones.

   “Yo trabajaba en la clínica “Casa Alabardia”. Fue luego del episodio en el que Diego estuvo al borde de la muerte y el posterior viaje a Cuba; realmente una situación muy difícil. Un día me llamó Cahe, porque en Cuba la cosa no funcionaba. Era un lugar donde él estaba bárbaro, la pasaba muy bien, pero lejos de cumplir con la rehabilitación. Entonces se estaba buscando una alternativa que fuese más seria, porque el riesgo era importante”, recuerda Seminara.

   “El traslado a Suiza era una posibilidad muy interesante--agregó--, porque en ese entonces yo estaba a cargo del servicio de psiquiatría de la clínica, y además por el hecho de ser argentino, conocer a Cahe de tiempo antes y el poder facilitarle la afinidad cultural, lingüística, etc. Me pareció que era una alternativa válida. Desde ese momento, que se empezó a bajar la posibilidad de llevarlo a Suiza, siempre estuvimos intensamente en contacto con Diego y su entorno”.

   —¿Pudo concretarse aquella gestión?

   —La internación estaba autorizada, tenían los pasajes listos y todo acordado. Pero lamentablemente se frustró a último momento, y Diego terminó yendo a Cuba por su relación con Fidel Castro y las ventajas que obtenía allá. Lo de Suiza nunca se concretó. Amagó una vez más al tiempo, pero tampoco. De hecho Cahe volvió a llamarme, pero directamente lo internaron en una clínica psiquiátrica de Buenos Aires (Avril). Al principio no lo podían llevar de lo mal que estaba, con muchos episodios violentos causados por la abstinencia y demás cosas que salieron a la luz ahora.

   “Había que desarrollar una estrategia para llegar a Maradona, porque no era sencillo. Yo tenía el asesoramiento y la amistad con el doctor Cahe, quien me dio algunos tips para tratarlo; por ejemplo, hablarle claro, de frente y siendo lo menos catedrático posible. El problema de entonces de Diego era el mismo de siempre, su adicción a la cocaína y el alcohol. Ahora que lamentablemente murió, tal vez puedo hablar con más libertad. Uno siempre sigue ligado al secreto profesional, pero a esta altura la situación no es ningún misterio”, aclaró Seminara.

Mantener el equilibrio

   Uno de los mayores desafíos para Seminara fue permanecer con los pies sobre la tierra y no perder el eje. O mejor dicho, hallar el punto exacto entre la responsabilidad profesional y la natural admiración a una figura semejante.

   “Recuerdo que fui a verlo a Ituzaingó, uno de los primeros encuentros que tuve con él, y te puedo asegurar que me temblaban las piernas. Soy muy profesional y serio, no mezclo los tantos, porque no me parece que se deba trabajar así. Nunca me hubiese sacado una foto con él recién operado, como pasó hace poco, cosa que no me gustó mucho. Pero mi caso fue estrictamente profesional. Aunque por dentro decía: 'voy a ver a Maradona, el tipo que le hizo el gol a los ingleses, al que más admiramos los amantes del fútbol'. Pero al momento de actuar como profesional, uno cambia el chip y puede hacer eso a un lado”, asegura.

   —¿Cómo fue el primer encuentro con Diego?

   —Lo conocí en la casa de sus padres. Diego estaba sentado en el living, mirando TV. Nos pusimos a charlar y la verdad tuvimos una linda afinidad. Ese día fue una presentación informal, pero después tuve la posibilidad de verlo en varias ocasiones. Como cualquier persona con ese problema, y más siendo una celebridad, era muy dificultoso acceder a un tratamiento. Lo que más me sorprendió de su figura, además de la fama y su grandeza en todo sentido, era la soledad que tenía en el fondo.

   —Sin ir más lejos, lo que ocurrió hasta sus últimos días.

   —Totalmente. Atrás de su figura todos trataban de sacar tajada y pocos se preocupaban por la situación angustiante de la persona. Recuerdo la segunda oportunidad que lo vi, que me volvieron a llamar tras no concretarse lo de Suiza. Diego estaba pesando 120 kilos y, estando internado, con una dieta supuestamente estricta, personal de salud del hospital y conocidos se acercaban y le daban a escondidas sandwiches de milanesas a cambio de un autógrafo en las camisetas. Esa es la síntesis de lo que ocurrió con él, a nadie le importó el Maradona persona.

   “Lamentablemente esto fue crónica de una muerte anunciada. Todos sabíamos que podía suceder en cualquier momento. No hubo nadie que pudiera decirle que no a Diego, por el tremendo poder que tenía. Si alguno hubiese podido enfrentarlo tal vez no terminaba así”, lamentó.

Tuvo el don de los grandes

   Por sobre las mil y una personalidades que representó y exhibió Diego Armando Maradona durante sus 60 años de vida, Seminara destaca aquella que tuvo la suerte de conocer y reafirmar en más de una oportunidad.

   “Para mí fue una experiencia increíble. Vi un mundo inimaginable. Tuve la oportunidad de conocer a muchos famosos, artistas y deportistas de alto nivel, pero Maradona era otra cosa. Algo inigualable, una repercusión increíble. Son esas personas que si bien uno las vio mil veces, te hacía sentir cómodo y que vos estabas a la misma altura. Era una persona fascinante, un tipo que tuvo ese don de los grandes. Muy afable, agradable y simpático”, cerró.

“Algo alucinante”

   La Noche del 10, programa televisivo emitido en 2005, podría decirse que fue una especie de reivindicación en la vida para Maradona, tras unos cuantos turbulentos y trágicos episodios de salud y judiciales padecidos tiempo atrás.

   El desempeño como conductor fue una de las tantas facetas que supo lucir el astro del fútbol mundial.

   “Uno de mis últimos encuentros con él fue cuando conducía La Noche del 10, época en la que se encontraba mucho mejor, tras ser sometido a la operación de estómago. Tuve la suerte de presenciar el programa inaugural, con Pelé de invitado. Estuve sentado con la familia de Maradona, junto con Cahe, y fue una locura. Además del estudio había dos carpas enormes montadas con una cantidad de periodistas impresionante. Algo alucinante”, rememoró.