Liniers, un destino común
Evocación, en su 112 aniversario.
Por Néstor Herrero (*)
Llegué a los 11 cuando aún no estaba permitido fichar, pero la escasez de integrantes para armar un equipo hizo que Don José Rossi, el delegado, me diera la 7 y así desde el barrio Colón me sumé al Chivo.
Fue luego de jugar un baby-fútbol que Canal 7, TELBA, organizó en el área de la vieja cancha, sobre la calle 12 de octubre, que aún tenía arcos de madera cuadrada y piso de tierra. Impresentable.
A nuestro equipo del barrio, “Estrella Blanca”, le tocó en suerte a Liniers como rival. Tiempos de aquel Liniers de Don Oscar Zibecchi, del Doctor Alejandro Perez…
Claro, el equipo del club organizado dio cuenta de un 6 a 3 inapelable para las ilusiones de los “Estrella Blanca”, que ni técnico o delegado tenían. Sólo era necesario presentarse con seis pibes y a jugar por jugar. Con la audacia de Intentar.
Hasta que llegó la invitación de mi compañero de inglés de la Cultura, Oscar Coccia, para acompañarlo a integrar la sexta división junto a Bonifazzi, Allende, Tomassone, Licciotti…. Con camisetas a rayas horizontales. Sí, horizontales -dicen que Don Zibecchi las trajo de México-. Las mismas con las que fuimos Campeones Competencia al final del ´70, logro deportivo que nos hizo ser recibidos por el ilustre Arnaldo Lieja Castelli en su casa de Casanova al 400.
Del barrio al club, el más “chiquito” y ahora campeón, cosa que en esos tiempos a Liniers no le sucedía a menudo.
Al año siguiente, el primer técnico Don José Rossi no continuó, todos se pasaron de edad, por lo que la división no jugaría. ¿Y yo qué haría? Además, la nueva cancha se empezaba a construir, empeñando terrenos circundantes de Alem, Trelew y 12 de Octubre. O sea, tampoco había cancha donde competir.
Pero siempre inquieto, apelé a mis amigos de la escuela con el objetivo de seguir persiguiendo mi ilusión de niño futbolista.
Así, mi amigo Alberto “Beto“ Pelizario, softbolista, y su inefable madre, “la Julia”, tendieron su mano: “No hay problema, mañana vamos con unos chicos del sóftbol”. Y por la puerta de la pileta asomó una “fila india”. Beto y los Fevola, los Ciarrocchi, Hugo López y Bambozzi. Y hasta un técnico con camioneta para llevarnos. Don Reynaldo Gocen. Y vuelta a soñar con días de gloria.
Ya en plena adolescencia, la desordenada administración nos brindó a un inmaculado Rubén Bini, dirigente, y a un motivador ex goleador, Julio Nelson Si, quien impulsó a algunos de nosotros a codearnos con el equipo de Primera, cumplidos los 15.
Tiempos donde sufrí que la asistencia al entrenamiento no era lo más destacado para mis compañeros. A pesar de la inconsistencia dirigencial, quería llegar a Primera para defender la historia que habían cimentado el “Chivo” Medina y la bonhomía de Don Alejandro Pérez.
A no descuidar el estudio para cumplir con el sueño y esfuerzo de papá y mamá. Y a competir, para entender que a través del deporte se insinúan las dificultades, pero también la tenacidad para encontrar el difícil camino de lograr los sueños.
En Liniers siempre las arcas flojas viví.
Entonces los chicos éramos el futuro, pero cada tanto algún mecenas, al arrimarse, hacía que se sumaran refuerzos, aunque sin el resultado de ganarle a Olimpo. Por lo que como llegaban se iban. Y otra vez a recurrir a nosotros, los del club.
Hubo que poner manos a la obra y a generar las condiciones para que Liniers fuera fuerte y perdurara en el tiempo. Bien desde abajo, por la senda del orden, el respeto y el estilo que lo marcaría durante la década del ´80, con cimientos sólidos por convicción.
Con innumerables benefactores anónimos, padres y madres que hicieron de dirigentes. Aún sin raíz albinegra, sino de la ciudad, todos confiaron y sumaron su esfuerzo a la necesidad de sus hijos de hacer deporte. Hasta que hoy sí podemos decir que los hijos vienen con sus padres y son todos de Liniers.
No son pocos los que han disfrutado y disfrutan de la ilusión de haber llegado, con una marca registrada.
Pero inexorablemente Liniers debe recordar más a quienes no llegaron pero sienten que valió la pena su ilusión. Porque en ella estuvo y está la verdadera fuerza del club.
Son ya 112 años de vida, que de ninguna manera deben prescindir del pasado para vivir y disfrutar de este gran presente.
(*) Ex jugador y entrenador, además de un gran referente de la historia de Liniers.