Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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La estación Sud se debate entre el silencio y la quietud

Desde marzo, cuando la pandemia llevó a cancelar todo tipo de medio de transporte, no tiene servicios de pasajeros.

Por Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

   Pocos lugares tan adecuados para graficar una situación de encuentro y despedida, de espera y desespera, de cercanía y lejanía como una estación de trenes. Por el simbolismo de sus andenes como lugar de espera, los rieles que son parte de un camino que pareciera extenderse hacia el infinito.

   Ese cúmulo de sensaciones genera visitar la estación Sud, en avenida Cerri al 700, impactante con su fachada de líneas afrancesadas y su imponente marquesina de hierro recorriendo todo su frente. Sobrecoge el silencio, el aspecto de lugar vacío, un silencio distinto, profundo.

   Desde marzo, cuando la pandemia llevó a cancelar todo tipo de medio de transporte para evitar la propagación del coronavirus, no hay más servicios de pasajeros.

   El llamado tren chino, que seis días a la semana unía nuestra ciudad con Plaza Constitución, ha dejado de circular. La formación ni siquiera está en alguna vía auxiliar o desvío aguardando una señal que le permita volver a rodar. Quedó en Buenos Aires, posiblemente afectada a algún servicio interurbano y, vaya uno a saber, difícil de recuperar en algún momento.

El encargado, barriendo

   “No tenemos ningún conocimiento de qué puede pasar con el tren. No sabemos nada”. De esa manera explica el encargado de la estación la situación actual.

   Un encargado particular, ya que al momento de nuestra visita está con un pesado escobillón barriendo los andenes. Es que ya no queda casi personal en el lugar, salvo “algunos auxiliares” encargados del mantenimiento del edificio.

   Hace tres años se jubiló el último Superintendente, un histórico cargo de la empresa que supiera iniciar, a fines del siglo XIX, el mítico Arturo Coleman y que una nueva estructura administrativa, establecida durante el gobierno de Mauricio Macri, mandó a la caja de los recuerdos.

   “El superintendente tenía el manejo integral del servicio. Ahora funcionan varias jefaturas, está todo repartido. Acá quedamos algunos auxiliares. Tampoco sabemos si el nuevo gobierno mantendrá esa estructura porque desde marzo está todo quieto”, indica el encargado/auxiliar.

   En el andén se mantiene una línea de vallas metálicas, como elemento de seguridad que impedía que, salvo los pasajeros, nadie se acercara al borde la plataforma.

   El circunstancial paso de un tren de carga de Ferro Expreso Pampeano, con destino al puerto de Ingeniero White, es el único movimiento que registra el lugar, una extensa formación de vagones que no detiene su marcha, como ocurrió con aquel histórico viaje inaugural de 1884, cuando el tren que traía al gobernador Dardo Rocha y su numerosísima comitiva tampoco detuvo se marcha en la estación, desairando a los casi 3 mil bahienses que habían concurrido para ser parte del histórico acontecimiento.

Las expectativas

  No hay comentario oficial alguno de que el tren entre nuestra ciudad y Constitución vuelva a funcionar en lo inmediato. Mientras las autoridades provinciales analizan los protocolos para reactivar el transporte aéreo y el de ómnibus –el jueves pasado  se decidió que vuelvan a funcionar, pero sólo para transportar personas con actividades esenciales--, en la cuestión de los trenes el silencio es completo. Nadie siquiera considera un eventual protocolo de puesta en operatividad.

   En marzo, cuando se brindó el último servicio, el tren atravesaba su mejor momento. Se ocupaba toda su capacidad –unos 500 pasajes--, había reservas en pulman y camarotes hasta con tres meses de anticipación, no había quejas y el valor del pasaje se ubicaba un 40% por debajo del pasaje de ómnibus.

   Sólo se podía criticar las casi 13 horas que tomaba para cubrir los 700 kilómetros entre nuestra ciudad y Buenos Aires, como consecuencia del mal estado de los rieles colocados hace 136 años.

   Por ahora todo es silencio y pesadumbre. Rieles, durmientes y balasto están llamados a descanso, sin tren alguno que los recorra y se detenga en cada una de las diez estaciones intermedias.